viernes 05 de julio de 2024 - Edición Nº2039

Medio Ambiente | 1 ago 2023

Comunidades humanas y naturaleza

Teoría política de la comida: donde hubo una necesidad, nació la comunidad

La forma de producir y consumir el sustento alimentario; la relación entre comunidades humanas y naturaleza; y los caminos posibles ante la crisis ecológico-civilizatoria. Estos son algunos de los ejes del nuevo libro de Leonardo Rossi, donde describe el estado de situación pero también invita a pensar otras formas de vida. Publicado por Editorial Muchos Mundos.


Por: Agencia de Noticias: TIERRAVIVA

El tiempo actual devuelve una imagen pavorosa: una especie que, en los modos concretos de producir su energía vital, el alimento, ejecuta una guerra sistemática para intoxicar/matar a los suelos, los bosques, el agua, al aire, y las formas de vida asociadas a los diversos ecosistemas. De modo derivado, envenena a la micro-comunidad que puebla la biota intestinal de su organismo, reguladora de la salud por excelencia, abriendo espacio a nuevos modos de enfermar/malvivir/morir. Una especie que rompe su vínculo con la madre, la Tierra, y que en el mismo acto rompe el vínculo con quienes debiera cuidar, su descendencia, sus hijas e hijos..

En otro rasgo antropológicamente llamativo, la comida, fuente de comunión histórica en las más diversas culturas ha sido convertido no sólo en base sistemática de insalubridad sino en un bien del que se priva a millones de congéneres, no por hechos fortuitos sino por un modo específico, singular en términos históricos, que ha mercantilizado a todo nivel esa fuente esencial de la vida biológica y cultural.

Lejos de plantear este escenario como un hecho inevitable del devenir de lo humano, se ha trazado un recorrido para comprender las raíces profundas de este tiempo límite, y poder captar así las implicancias ontológico-políticas de ese vínculo fallido entre humanidad-alimento-territorio y sus diversas derivas.

Se ha señalado que en las múltiples contingencias del proceso bio-cultural que ha atravesado en la Tierra, la humanidad ha sabido cultivar comunidad como una de las principales vías para procurarse y distribuir las energías terráqueas (en forma de alimento) que soportan el funcionamiento de los organismos que componen el linaje. De algún modo, la obtención de alimento ha sido un vector central en la configuración de los modos de cooperación humana; dicho de otro modo, ha sido un núcleo de las formas políticas de organizar el trabajo en común para reproducir y gozar de la vida. Estos mecanismos concretos de producción de comunidad han dejado huellas tanto en los territorios como en la profundidad ontológica de lo humano.

Las formas comunales de cooperación han configurado así marcas de agenciamiento político basadas en el resguardo de la inter-socio-dependencia y de la eco-dependencia.

Como se planteó, se trata de aspectos surgidos de la estricta necesidad biológica del linaje adaptados y re-creados bajo diversas dinámicas políticas en contextos histórico-geográficos específicos a lo largo del andar humano en este planeta.

Lejos de cualquier determinismo, ha sido la necesidad de sostener la vida la que habilita a la posibilidad de lo comunal, dentro de otras formas posibles para gestionar esos devenires a los que se ha enfrentado esta especie. No obstante, la prueba histórico-antropológica evidencia que producir la vida en común ha sido una elección largamente extendida temporal y geográficamente. Parafraseando una fórmula política de fuerte arraigo en estas tierras (“donde existe una necesidad, nace un derecho”, frase asignada a Eva Perón), se puede decir que, en el tiempo largo de la especie y frente a los aspectos medulares que hacen a la reproducción de la vida, donde hubo una necesidad, nació la comunidad.

Fue ese metabolismo comunal como forma política genérica, es decir, esos modos de cooperación históricos, los que regularon la relación de acoplamiento vital entre comunidad-territorio, organizando los flujos energéticos entre naturaleza humana y naturaleza no humana.

Bajo esa forma política se fraguaron prácticas y sensibilidades en torno al cuidado de la tierra que se habita con sus múltiples agentes y respecto al cuidado de la comunidad humana de la cual se depende, y ante la cual se dispone la propia vida en forma de trabajo, cuidado y goce en común.

En ese hilo que conecta sujeto-comunidad-territorio se moldearon mecanismos de cuidados, equidad, solidaridad, reciprocidad fuertemente arraigados a la praxis cotidiana para producir el sustento: cuidar la salud del territorio, del alimento, del cuerpo individual como cuerpo de la comunidad, y de los vínculos políticos para sostener los modos de cooperación que garantizan la vida han sido rasgos clave del hacer comunal. Salud de la Tierra, salud de los cuerpos y salud política han tenido una vinculación estrecha en el devenir de lo humano que desde aquí se entiende no se puede soslayar.

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