viernes 05 de julio de 2024 - Edición Nº2039

Internacionales | 19 jun 2024

México; La Cuarta Transformación.

La llegada de la Cuarta Transformación, una interpretación histórica-neoevolucionista

Un aspecto importante para evaluar la síntesis del proceso social que se inició con la llegada de AMLO a la presidencia en el 2018 hasta las recientes comicios del 2024 en México, son los más de 35 millones de mexicanos que hoy comparten los ideales de la llamada Cuarta Transformación. Todo indica que hay un cambio en la mentalidad mexicana.


Por: David Sámano. Fuente: Agencia Pressenza.

Un aspecto importante para evaluar  la síntesis del proceso social que se inició con la llegada de AMLO a la presidencia en el 2018 hasta las recientes comicios  del 2024 en México,  son los más de 35 millones de mexicanos  que hoy comparten  los ideales de  la llamada Cuarta Transformación.  Todo indica que hay un cambio en  la mentalidad mexicana.

Esta  novedosa situación es consecuencia  y a la vez respuesta a la  crisis del estado nacional que  ideólogos de movimientos sociales con sentido humanista ya anticipaban desde  los primeros años de los noventas del siglo pasado,  como lo hizo  Mario Rodríguez pensador argentino más conocido  como Silo.

Adoptando una dialéctica que prefiere hablar de diferenciación y no de oposición (como Silo  lo hace en sus análisis basados en lo que llamó método estructural dinámico),   inicio  este escrito  preguntándome  por las nuevas diferenciaciones  que podrían darse una vez logrado el segundo triunfo del partido político Morena  y consecuentemente,  el inicio de la construcción del  “segundo piso de la Cuarta Transformación”.

Para respondernos hemos recurrido someramente a la historia del estado mexicano y las teorías antropológicas neoevolucionistas sobre la dinámica de las formas de gobierno. De lo primero podemos decir que desde el gobierno de Juárez y de Díaz en el siglo XIX, pasando por  los emanados de la revolución en el siglo XX,  se da una tendencia a la concentración del poder en el estado mexicano que llega hasta nuestros días [1] (Córdova, 1972: 9). De lo segundo hemos asumido la idea de que los  gobiernos dan siempre lugar a una aristocracia (Service, 1975: 26)  que busca perpetuarse más allá de los cambios políticos,  sobre todo para conservar sus privilegios,  aunque esto le demande de vez en cuando,  hacer algunos sacrificios de absorción  de energía del medio, para encauzarla  hacia el  pueblo.

A más de un siglo de que tuvo lugar  la tercera transformación de México, que fue  la Revolución Mexicana (si seguimos la secuencia  histórica que los ideólogos de Morena  proponen,  donde La Independencia es la primera trasformación y las Leyes de Reforma la segunda), podemos reconocer  la gestación desarrollo y colapso  del estado mexicano pos revolucionario. Una expresión final de este camino  desintegrador  son  las recientes alternancias  y alianzas entre los partidos políticos de derecha, izquierda y centro mexicanos sin que nada cambie de fondo,  en el sentido de que esa aristocracia o elite asociada a los gobiernos sigue manteniéndose,  aún en el mismo proceso  de desestructuración del estado . Esta situación podría haberse    tipificado como una de las tantas que ocurren en el planeta según lo expuso   Silo  en  el Centro Cultural Mapocho en  Santiago de Chile en 1994. Ahí menciono que   en estas crisis  de los estados nacionales “ los paridos se alternarán ocupando el ya reducido poder estatal, resurgiendo como “derechas” , “centros” e “izquierdas”  y en los que “tendencias supuestamente opuestas podrán sucederse sin modificar en lo más mínimo el proceso desestructurador “

Si una  alternancia política tiene lugar  para  que  nada finalmente cambie de fondo, posiblemente estamos también   ante  una sociedad  muy próxima   al “modelo de sistema cerrado”,   concepto al que recurrió  Silo,   también en su participación en Mapocho, planteando además  dos alternativas para salir o evitar  tal confinamiento a nivel mundial,  una es  “la variante de la entropía de los sistemas cerrados”  que no es otra cosa que mantener el sistema cerrado hasta una degradación que nos llevaría a “una larga y oscura edad media mundial”  y otra: abrir el sistema “merced a la acción no natural sino intencional del ser humano”  que puede conducirnos a un proceso de reconstrucción del tejido social y la recomposición del estado nacional.

La opción segunda, la   que propone abrir el sistema a la intencionalidad humana puede verse ejemplificada en el triunfo de Morena que supo hacer despertar  la  intención del pueblo mexicano para  desviar su camino hacia   la destrucción total de la civilización mesoamericana[2] (recordemos los trabajos del  ruso Panov en lo que retoma la noción de balance tecnohumanitario y reguladores culturales promovida por  Akop Nazaetyan ) [3] que hace pensar  que el enfoque  absolutamente materialista de la vida  puede arruinar  civilizaciones completas .

Para entender esto podemos adoptar modelos termodinámicos no clásicos,  y pensar la situación en la que AMLO y la nueva presidenta Claudia Sheibaum toman la conducción del  estado mexicano,  no únicamente  a partir de su apertura (si lo visualizamos primero como sistema cerrado),  sino pensándolo como una estructura disipativa.

Según la termodinámica no clásica aplicada a las sociedades estudiadas por los antropólogos como una  estructura disipativa, pueden verse tales sociedades; ya sea en su individualidad o a través de sus   instituciones, en esta caso,  de gobierno. Estamos hablando de  un estado  (pero bien puede ser otro tipo de gobernanza tipo familia, banda , tribu o jefatura ) cuya existencia pese a que no deja de desenvolverse en términos   insumo – producto, en algún momento de su vida debe alcanzar   lo que se conoce como estado constante (Adams, 1978: 83) si ha de  prolongar su existencia.  Se trata de un proceso auto organizado en el que un sistema  pudiendo acelerar el flujo de energía hacia el,   no lo hace,  sino que “decide”  mantenerlo  constante.

Los opositores de la cuarta transformación han promovido la idea de que Morena es un partido más,  al punto de que su llegada al poder   es  solo un cambio como tantos otros que ocurren en un sistema cerrado, para que nada cambie.  Sin embargo y por dar un ejemplo, la adopción del modelo de austeridad republicana  adoptado por este partido,  esta haciendo efectivo el mandato  constitucional  que deriva en que  ningún funcionario publico debe  ganar más que el presidente. Esto es  algo que en mi opinión no tiene precedentes  y puede ser interpretado desde el  punto de vista de las teoría neoevolucionista  no lineal,  como un factor que  estabilizo el flujo de energía en la estructura gubernamental.   Esto a su vez propició en la mente colectiva  de la  estructura dispativa mayor (la que emerge de la interacción  entre gobierno ,  la  aristocracia  y el pueblo)  inversiones simbólicas (Adams, 1978::105) favorables a los resultados electorales obtenidos recientemente.

Pero también intenciones, valores y actitudes como los del   “Humanismo Mexicano”  enarbolado por AMLO,  son recursos metafísicos  que en el marco teórico de las estructuras  disipativas tienen una consecuencia  empírica de gran importancia para entrar en el régimen termodinámico constante.

El humanismo mexicano,  podríamos pensar,  abreva de la cultura de los pueblos en su fase prehispánica estatal[4]. Algunos pensaran  que nada humanista podemos encontrar  por ejemplo, en  el Imperio Azteca, sin embargo no debemos olvidar que los aztecas son “producto de la toltequidad” (Duverger, 2007:553),  cuya  influencia humanizante  se reconoce en el  mito  Quetzalcoatl, o en el filósofo y rey  Netzahualcóyotl  (Semonov, 1994:84)  que seguramente, al menos en ciertos en ciertos momentos,   propició alguna compasión por el sufrimiento de la población no privilegiada  de su tiempo.

Al parecer AMLO intenta apelar a una perspectiva longitudinal que vaya desde los mismos estados prehispánicos hasta el estado mexicano contemporáneo,  en la que alguna o algunas consignas,   compartan el espíritu que irradia de la frase  “Por el bien de todos primero los pobres”. Esta consigna es muy cercana a la que Silo en su charla de Mapocho  expresa:  “no habrá progreso si no es de todos y para todos”. Con estas palabras Silo empieza a finalizar su conferencia de Mapocho, concluyendo con  una serie de vaticinios que nos ayudan a visualizar las nuevas  diferenciaciones  que podrían empezar a darse en México,  después  de la apertura del “sistema político mexicano “ en el 2018, los dejo con ellas para finalizar este escrito con una respuesta a nuestra pregunta inicial:

“En el último escalón de la desestructuración, en la base social, empezarán a soplar los nuevos vientos. En los barrios, en las comunidades vecinales, en los lugares de trabajo más humildes, comenzará a regenerarse el tejido social. Éste será, aparentemente, un fenómeno espontáneo. Se repetirá en el surgimiento de múltiples agrupaciones de base que formarán los trabajadores ya independizados de la tutela de las cúpulas sindicales. Aparecerán numerosos nucleamientos políticos, sin organización central, en lucha con las organizaciones políticas cupulares. Comenzará la discusión en cada fábrica, en cada oficina, en cada empresa. De los reclamos inmediatistas se irá cobrando conciencia hacia la situación más amplia en la que el trabajo tendrá más valor humano que el capital y en la que el riesgo del trabajo será más claro que el riesgo del capital a la hora de considerar prioridades. Fácilmente se llegará a la conclusión de que la ganancia de la empresa debe reinvertirse en abrir nuevas fuentes de trabajo o derivar hacia otros sectores en los que la producción siga aumentando en lugar de derivar hacia franjas especulativas que terminan engrosando el capital financiero, que producen el vaciamiento empresarial y que llevan a la posterior quiebra del aparato productivo. El empresario comenzará a advertir que ha sido convertido en simple empleado de la banca y que, en esta emergencia, su aliado natural es el trabajador. El fermento social comenzará a activarse nuevamente y se desatará la lucha clara y franca entre el capital especulativo, en su neto carácter de fuerza abstracta e inhumana, y las fuerzas del trabajo, verdadera palanca de la transformación del mundo. Empezará a comprenderse que el progreso no depende de la deuda que se contrae con los bancos sino que los bancos deben otorgar créditos a la empresa sin cobro de intereses. Y también quedará claro que no habrá forma de descongestionar la concentración que lleva al colapso si no es mediante una redistribución de la riqueza hacia las áreas postergadas. La Democracia real, plebiscitaria y directa será una necesidad porque se querrá salir de la agonía de la no participación y de la amenaza constante del desborde popular. Los poderes serán reformados porque ya habrá perdido todo crédito y todo significado la estructura de la democracia formal dependiente del capital financiero. Sin duda, éste segundo libreto de crisis, se presentará luego de un período de incubación en el que los problemas se agudizarán. Entonces comenzará esa serie de avances y retrocesos en que cada éxito será multiplicado como efecto demostración en los lugares más remotos gracias a las comunicaciones instantáneas. Ni siquiera se tratará de la conquista de los estados nacionales sino de una situación mundial en la que se irán multiplicando estos fenómenos sociales antecesores de un cambio radical en la dirección de los acontecimientos. De este modo, en lugar de desembocar el proceso en el colapso mecánico tantas veces repetido, la voluntad de cambio y de dirección de los pueblos comenzará a recorrer el camino hacia la nación humana universal.

Es esta segunda posibilidad, es a esta alternativa a la que apuestan los humanistas de hoy. Tienen demasiada fe en el ser humano como para creer que todo terminará estúpidamente. Y si bien no se sienten la vanguardia del proceso humano se disponen a acompañar ese proceso en la medida de sus fuerzas y allí donde estén posicionados.”

 

[1] Podríamos remontarnos hasta épocas prehispánicas para reconocer una marcada tendencia al poder del estado mexicano  en el mismo Imperio Azteca  , para luego saltarnos el período colonial,  asumiéndolo como un período  determinado por fuerzas externas resultantes de un  accidente histórico  (Duverger, 2007: 553),  para  luego continuar ya en el siglo XIX .

[2] Antropólogos que se han concentrado en la evolución de las civilizaciones antiguas (China, India, Teotihuacán o el imperio Inca, etcétera ) se han dado cuenta de  que siempre – como ya lo dijimos líneas atrás – un familia  un tribu, jefatura o estado  en su dinámica histórica de milenios,  va a generar una elite; una aristocracia que cada tanto se verá  obligada a implementar reformas después de períodos de gran corrupción. Esto no lo podemos ver  en lapsos  relativamente breves de siglos , como los  cambios  de tipo evolucionario que ocurrieron antes de  la 4T, lo cual nos podría  llevar a tratar de interpretarla en contextos más amplios de tiempo, como los  de la Big History que considera la aparición de la cultura,  como un evento más en la historia del Universo, pero sería algo que escapa a lo que nos hemos propuesto comentar en este artículo.

[3] Crisis_sistemica_de_la_civilizacion_como_singulari.pdf

[4] En cambio en el  zapatismo actual su pensamiento parece  abrevar  de la cultura  de  los pueblos mexicanos contemporáneos en su fase tribal.  Quizás esto influya en  los desencuentros entre el zapatismo contemporáneo y la Cuarta Transformación.

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