

Por: Agencia InnContext
"Nos radicalizamos por lo que sentimos infinitamente antes de por lo que pensamos", sostiene el autor del libro Memorias de un exnazi y conferencista David Saavedra, al explicar por qué la radicalización es ante todo un fenómeno emocional. Según Saavedra, el proceso tiene su origen en una mala gestión emocional, alimentada por emociones negativas como la ira, el miedo y la rabia, y exacerbada por una visión egocéntrica del mundo.
“La sociedad no ofrece herramientas para gestionar estas emociones, lo que deja a los individuos vulnerables a discursos que les permiten dar salida a esos sentimientos. Cuanto más intensas son estas emociones negativas, más extremo será el discurso o ideología que adopten para validarlas”, afirma.
Para Saavedra, el ego es el detonante inicial en los procesos de radicalización, especialmente durante la adolescencia, etapa clave de vulnerabilidad emocional. "Muchas personas llegan a la edad adulta con un ego inflado, sin haber desarrollado empatía ni habilidades sociales. Esto genera una visión del mundo en la que tienen razón frente a una mayoría ignorante manipulada por las élites", explica. Esta mentalidad construye una "burbuja" mental que refuerza un sentimiento de superioridad y busca ideologías que justifiquen estas emociones.
Saavedra subraya que, una vez que una ideología radical toma forma política y se refuerza a nivel grupal, es prácticamente imposible intervenir desde fuera. “El momento de actuar es antes de que el proceso se consolide, y no a través de confrontaciones o ataques, sino con estrategias basadas en el respeto y el afecto”, dice.
El concepto de ventanas de desradicalización es clave en su enfoque. Estas surgen a partir de experiencias emocionales fuertes, como la pérdida de un trabajo, la muerte de un familiar o una crisis traumática. “Para llegar a alguien radicalizado, debemos construir un canal emocional y evitar el antagonismo directo, ya que este refuerza su postura”, sostiene.
Saavedra también critica el enfoque tradicional de las instituciones educativas y aboga por incluir la gestión emocional y el pensamiento crítico como pilares de la formación. “Es más relevante enseñar sobre sesgos de confirmación, disonancia cognitiva y falacias argumentativas que memorizar tablas periódicas o analizar textos sintácticamente”, argumenta.
Además, señala la necesidad de revisar cómo se socializa a los hombres, destacando que el género masculino es abrumadoramente más propenso a la radicalización. “La relación entre la socialización masculina y la predominancia de hombres en grupos radicales es un tema que sigue siendo ignorado”, advierte.
El abordaje de la radicalización, según Saavedra, requiere un cambio radical en cómo comprendemos y gestionamos las emociones, tanto a nivel individual como social. “Solo a través de una conexión emocional basada en el respeto podremos construir puentes y evitar que las ideologías extremas sigan ganando terreno”.