

Por: Nicolás Dvoskin. Fuente: https://henoi.org.py/
Ya llevamos más de un año de gobierno de Javier Milei en Argentina. En este año pasó de todo, menos lo que Milei anunciaba en la campaña electoral que lo llevó a la presidencia. El peso argentino, denunciado como excremento, se iba a eliminar, y resultó ser la moneda más apreciada -en términos reales- del mundo.
El cepo cambiario era simultáneamente un delito contra el inalienable derecho de propiedad y un limitante del crecimiento, y sigue ahí, más vivo que nunca. El Banco Central habría de cerrar sus puertas para dar paso a la dolarización, y sigue ahí, con emisión monetaria récord y la menor independencia entre sus autoridades y las de Hacienda desde su creación hace noventa años.
Es decir, del programa de transformación radical de las instituciones, sostenido en cambios profundos en materia monetaria, no hubo ni siquiera un atisbo. ¿Qué fue lo que sí hubo? Licuadoras, carretillas y triciclos, en un renovado, pero no del todo novedoso ciclo de valorización financiera. ¿Cómo es eso? Veamos.
Licuadoras
Uno de los problemas que tanto Milei como gran parte de la ortodoxia económica venían denunciando en los años posteriores a la pandemia era la distorsión de los precios relativos, que se había potenciado con la aceleración inflacionaria. En este sentido, la brutal devaluación de principios de diciembre de 2023, que llevó al dólar oficial de 360 a 800 pesos, y por consiguiente a la inflación a un récord de 25,5% mensual, duplicando el ya elevado dato de noviembre, fue justificada como una corrección necesaria, pero causada por los desequilibrios preexistentes. La brecha cambiaria del 200% fue reducida a poco más del 30% y empezaron a autorizarse elevados aumentos de precios de bienes y servicios regulados, siendo el combustible y la salud los más notorios.
La inflación creciente hizo que las ganancias de competitividad de la mega devaluación se fueran diluyendo muy rápidamente. Ya en febrero el índice de tipo de cambio real multilateral estaba a niveles de agosto de 2023, y ya a principios de abril estaba en valores similares a los del promedio de los primeros siete meses de 2023, antes de la pequeña devaluación posterior a las elecciones primarias. Es decir, el dólar oficial estaba muy atrasado, pero la devaluación solo corrigió ese retraso de manera coyuntural, por pocos meses.
Lo que hizo la devaluación, al acelerar la inflación, fue atentar contra el precio relativo más importante para los/as trabajadores/as: el salario.
Gráfico 1: Elaboración propia en base a INDEC y Ámbito Financiero
El salario promedio de los trabajadores registrados medido por el RIPTE[1] era de 447.000 pesos en noviembre de 2023, lo que equivale a 1.189.000 pesos de noviembre de 2024 (línea azul). En moneda constante, el salario se derrumbó hasta 961.000 pesos en febrero, para después subir muy lentamente. Hacia noviembre de 2024 -último dato disponible hasta hoy- el salario promedio llega a 1.178.000 pesos, casi el mismo que un año atrás. Es decir, llegamos a un salario real privado registrado igual al de antes de Milei, pero con toda la pérdida acumulada en el medio. En el caso de los trabajadores del sector público, la pérdida es mucho mayor, y hacia noviembre de 2024 sigue estando 20% por debajo del mismo mes de 2023.
El área en rojo presenta la pérdida de ingreso acumulada por un trabajador registrado promedio, medida en dólares CCL[2]. Se la obtiene la diferencia entre el salario promedio en pesos de cada mes, menos el de noviembre de 2023 en pesos del mes en cuestión, dividido el tipo de cambio del último día hábil del mes. La suma luego de un año da 821 dólares. Es decir, eso es lo que perdió cada trabajador/a registrado/a en promedio luego de un año de gobierno de Milei. El número aumenta si tenemos en cuenta que la baja pronunciada de los salarios en los primeros meses pudo haberse cubierto con endeudamiento personal a tasas reales positivas (récord en montos durante 2024), que se llevaron los aumentos salariales de los meses siguientes.
Podemos hacer un ejercicio similar con la jubilación mínima y el resultado es una pérdida acumulada de 155 dólares por cada jubilado/a.
¿Todos perdieron entonces? Pareciera que no.
Carretillas
Tanto en campaña como en el gobierno, el discurso de Milei se focalizó en que el ajuste sería pagado por “la casta”. Más allá de lo amorfo del concepto y del énfasis en algunas medidas simbólicas como el congelamiento de salarios del alto funcionariado público, lo cierto es que el ajuste fue pagado principalmente, como vimos en el apartado anterior, por trabajadores/as y jubilados/as. Sin embargo, en economía generalmente cuando hay ganadores también hay perdedores.
Es difícil medir la ganancia o pérdida del capital en general, porque lo cierto es que muchos sectores han visto reducida su tasa de ganancia a lo largo del año: los industriales enfocados en el mercado interno vivieron cataclismos durante el primer semestre, con la pronunciadísima recesión; los agroexportadores lo están viviendo ahora con la acelerada apreciación cambiaria sumada a los bajos precios internacionales. Sin embargo, hay un sector que ganó sin parar: el financiero.
Gráfico 2: Elaboración propia en base a Ámbito Financiero
La línea azul nos muestra la evolución del índice del Mercado de Valores (Merval), que promedia las variaciones de la bolsa de Buenos Aires, pero en dólares. Lo que vemos es que el valor de las acciones se mantiene prácticamente constante hasta febrero de 2024, cuando empieza a subir, luego baja hacia mediados de año, alcanzando su piso en la corrida cambiaria de la segunda semana de julio (cuando el dólar CCL alcanzó los 1500 pesos), pero vuelve a acelerarse con fuerza durante los últimos cinco meses. Hacia noviembre de 2024 el índice Merval en dólares duplicaba al de noviembre de 2023. Si nos extendiéramos hacia enero de 2025, veríamos una cuasi triplicación. La rentabilidad real durante noviembre de 2024 –en pesos, descontando la inflación- fue del 18,5% mensual.
El área verde lo que hace es simular la ganancia acumulada de un inversor que compró una cartera promedio de acciones valuada en 1000 dólares en noviembre de 2023. En noviembre de 2024, un año después, esa cartera valía 2107 dólares. Es decir, más que duplicó su valor en un año. Se trata de una tasa de ganancia abismal, pero al mismo tiempo insostenible.
Mientras a algunos/as, vendiendo su fuerza de trabajo, les licuaron los ingresos, otros/as, haciendo que el dinero trabaje solo, pudieron juntarlo en carretillas. De hecho, podemos verlos a todos juntos:
Gráfico 3: Elaboración propia en base a INDEC y Ámbito Financiero
El área roja es la pérdida de un/a trabajador/a registrado/a promedio. El área amarilla es la de un/a jubilado/a de la mínima. El área verde es la ganancia acumulada de quien invirtió solo mil dólares en la bolsa. Como vemos, la suma del área amarilla y la roja es similar a la verde hacia noviembre de 2024.
Triciclos
¿Cómo se pudo sostener este mecanismo de brutal transferencia de riquezas del trabajo al capital financiero? La clave estuvo en el triciclo, una versión ad hoc de la famosa bicicleta financiera que tantas veces rodó por las carreteras bursátiles argentinas.
En resumidas cuentas, la bicicleta financiera consiste en que el Estado ofrezca títulos de alta rentabilidad nominal en pesos, lo cual en un contexto de alta inflación no necesariamente va a desincentivar la inversión, pues las tasas reales pueden seguir siendo bajas o incluso negativas, pero con una promesa creíble de un tipo de cambio relativamente estable, lo que traduce esa alta tasa nominal en pesos en una alta tasa en dólares. Su versión más pura es la de la última dictadura militar, donde el tipo de cambio estaba fijo por la “tablita cambiaria”, pero también es bastante pura la versión que rigió entre mediados de 2016 y principios de 2018, durante el gobierno de Mauricio Macri, con un tipo de cambio flexible pero estable a partir de los masivos ingresos de capitales.
Mientras rueda, la bicicleta atrae inversiones que se pesifican. La entrada de dólares le da fuerza a la estabilidad cambiaria que mantiene activo al rodado. Incluso puede suceder que los ingresos sean tan masivos que se acepte una baja de tasas. Normalmente al inicio una bicicleta viene acompañada de algún ingreso extraordinario de capitales, como fue en 2016 -y también en 2024-, el blanqueo. Entonces, la bicicleta rueda, los dólares entran, el tipo de cambio se estabiliza y se controla la inflación.
¿Por qué decimos que lo de ahora no es una bicicleta sino un triciclo? Bien, porque es un mecanismo mucho más pequeño y controlado. En primer lugar, no llega tan lejos: opera solo a escala nacional. Argentina está fuera de los mercados internacionales de deuda, y en estos términos el triciclo está funcionando principalmente para evitar la compra de dólares por parte de residentes, no tanto para atraer recursos extranjeros. De hecho, las reservas internacionales no se han movido mucho en el último año, mientras que entre 2016 y 2018 se habían duplicado.
En segundo lugar, se mueve mucho más lento: los montos operados son menores, e incluso está funcionando con letras a tres, seis o nueve meses, con vencimientos escalonados mensuales, mientras que en 2016 se operaba con letras mensuales y vencimientos todas las semanas.
En tercer lugar, y por sobre todo, es mucho más estable: la vigencia del cepo cambiario impide que los vaivenes de la bicicleta afecten a las reservas internacionales. Impide la salida de capitales y así desincentiva la entrada. Juegan menos jugadores y el riesgo es mucho menor. Al mismo tiempo, es más difícil hacerlo circular por caminos sinuosos: si el triciclo juega en el terreno del tipo de cambio financiero, mucho más volátil, es difícil proveer credibilidad a la estabilidad del mismo, algo que este gobierno ha conseguido, muchas veces a costa de la propia acumulación de reservas.
Las grandes ganancias bursátiles necesariamente están atadas a este proceso de valorización financiera garantizado con deuda pública -que crece a pesar del superávit fiscal-, proceso cuyos resultados son harto conocidos en el país.
En síntesis, llevamos poco más de un año de un proceso que se autoconsagra por la baja de la inflación, el equilibrio fiscal y la estabilidad cambiaria. Mientras el gobierno insiste en que el elemento clave de todo ello fue la motosierra (reducción salvaje del gasto público), lo cierto es que el clivaje que jugó fue otro: no se trata de un gobierno donde el Estado se retira para dar aire y libertad al sector privado; se trata de un proceso por el cual los/as trabajadores/as ven licuados sus ingresos a costa de una acelerada valorización financiera que crea fantasías de estabilidad y posibilidades de enriquecimiento acelerado para algunos. Sin embargo, no solo es pan para hoy y hambre para la mañana (porque indefectiblemente las bicicletas o triciclos terminan chocando) sino que tampoco es pan para todos: algunos llenan sus carretillas y otros ven migajas pasadas por licuadora.
[1]Nota del Comité Editorial: El RIPTE o Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables, es un indicador que mide la evolución de los salarios en Argentina y es calculado a partir de los salarios de los trabajadores en relación de dependencia y sujetos al Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA).
[2] Nota del Comité Editorial: El dólar CCL es uno de los instrumentos financieros más utilizados en Argentina para intercambiar pesos por dólares en el extranjero y se refiere a aquellos dólares adquiridos al contado con liquidación en los mercados bursátiles a través de la venta de instrumentos financieros como bonos y acciones.
Nicolás Dvoskin: Doctor en Ciencias Sociales y Magíster en Historia Económica y Políticas Económicas. Licenciado en Economía y Ciencias Políticas. Es investigador categorizado por el CONICET, Argentina, adscripto al Centro de Estudios e Investigaciones Laborales [CEIL – CONICET]. Coordina la Licenciatura en Economía Política de la Universidad de Lanús y es profesor en la Universidad Nacional de General Sarmiento, en la Universidad Nacional de Mar del Plata y de la Universidad Nacional de José C. Paz. Sus líneas de trabajo incluyen las Teorías del Desarrollo Económico y la Seguridad Social, la Heterogeneidad Estructural e Historia de las Ideas Económicas. Es integrante de la Sociedad de Economía Crítica (Argentina – Uruguay) y de la Asociación Latinoamericana del Pensamiento Económico, ALAHPE. Además de coordinar diversos grupos de trabajo en el marco de la Young Scholar Initiative (YSI Group).