martes 01 de julio de 2025 - Edición Nº2400

Internacionales | 25 feb 2025

Conferencia de Acción Política Conservadora.

La era de la motosierra: memecracia y criptogobierno

En un universo paralelo, la escena de la Conferencia de Acción Política Conservadora sería la parodia de unos villanos venidos a menos; una dupla callejera recogiendo propinas a cambio de la risa nerviosa que produce el ridículo ajeno. Pero en este presente, en el planeta Tierra del capitalismo tardío y decadente, esto es serio.


Por: Carlos Cortés

Carlos Cortés, abogado de la Universidad de Los Andes y magíster en Media and Communication Governance del London School of Economics.

En un universo paralelo, la escena de la Conferencia de Acción Política Conservadora sería la parodia de unos villanos venidos a menos; una dupla callejera recogiendo propinas a cambio de la risa nerviosa que produce el ridículo ajeno. Pero en este presente, en el planeta Tierra del capitalismo tardío y decadente, esto es serio. Los malos son buenos y el poder desbordado es el cambio prometido. El chiste no se cuenta solo.

Javier Milei le entrega una motosierra a Elon Musk, el magnate y trol ubérrimo, el ama de llaves del gobierno gringo, el dueño del megáfono, de los satélites, de los carros eléctricos y de los cohetes. Musk luce gafas oscuras bajo techo: es el DJ y coreógrafo de la fiesta. Milei saluda obsecuentemente y sonríe tímidamente en segundo plano, cual hiena cachorro, con la esperanza de tener alguna participación en el banquete. Ya fuiste, amigo. En la tarima solo importa Musk, quien le agradece al botones argentino, levanta la herramienta y grita: “¡Esta es la motosierra para la burocracia!”

En la evolución de la especie del homo technologicus, Musk y Milei encarnan la coronación del tecno-determinismo distópico. Una visión que en la era digital se plasma en proyectos inescrutables e inescrupulosos. Un movimiento desplegado desde el Estado, parapetado en el interés público pero al servicio del negocio, y que agrupa por igual a incautos, ingenuos y malandros, y malandros que posan de ingenuos.

“Una visión determinista de la tecnología es común en los negocios y el gobierno, donde a menudo se asume que el progreso técnico es una fuerza exógena que influye en la sociedad en lugar de una expresión de cambios en la cultura y los valores”, escribe el filósofo Andrew Feenberg. Ninguna tecnología optimiza el bien común por inercia. Ningún agente es neutral frente al cambio tecnológico que implementa.

La revolución que presenciamos es el desmonte de lo público. Ya no digamos, simplemente, el fin de servicios, espacios y herramientas de todos; se trata de acabar con un sentido colectivo más básico: la posibilidad de entender. Si auscultar no es posible, exigir se queda en la lista de deseos. Si la rendición de cuentas no existe, el conflicto de interés se extingue por sustracción de materia.

El departamento de eficiencia que lidera Elon Musk tiene el mismo nombre de una criptomoneda que él ha promovido y en la que tiene inversiones –Doge–. Empezó como meme, se volvió inversión y ya va en agencia estatal. No es lo mismo, pero es igual: la confusión se monetiza de cualquier forma. Su grupo de acólitos tiene acceso a bases de datos en toda la administración pública –millones de perfiles de ciudadanos como potenciales clientes–, y desde la Oficina Oval él habla indistintamente de sus negocios y de quienes los vigilan.

La trocha que abrió la motosierra de Doge está plagada de errores y mentiras. Para justificar su tarea, Musk ha promovido toda clase de teorías falsas sobre gastos del gobierno, desde la compra de condones para Gaza hasta una supuesta financiación al New York Times. La contabilidad de los recortes, además, está inflada. Para no ir lejos, sacó pecho por un ahorro de 8.000 millones de dólares por la cancelación de un contrato que era en realidad de ocho. 

Según Zeynep Tufekci, “el error está en tratar de situar a Musk solamente en el contexto de la política”. No se trata de un funcionario en busca de recortes eficientes: “Lo está abordando como un ingeniero, explotando vulnerabilidades integradas en los sistemas tecnológicos de la nación, operando como lo que los expertos en ciberseguridad llaman una amenaza interna”. El caso de Musk ilustra con lujo de detalles otra falacia del discurso tecnológico en el que cabalga. Con suficientes datos, recursos y código, podremos contrarrestar el riesgo humano. Lo oímos ahora, mientras él tiene acceso a la puerta trasera de todo el sistema.

Reemplazar el frágil factor humano también hace parte del núcleo narrativo del blockchain y las criptomonedas. Como explican Juan Diego Castañeda y Catalina Moreno, de Fundación Karisma, una de las motivaciones del bitcoin era que la tecnología volviera obsoleta la confianza. Los archivos descentralizados y la criptografía excluyen la necesidad del intermediario. La pregunta es si prescindir del banco es realmente el problema. 

Esto nos trae de vuelta a Javier Mieli, ‘El León’, el superhéroe libertario, vengador de la casta y groupie de Donald Trump y Elon Musk. Pensando que estaba dando la cara, su entrevista sobre el escándalo de $Libra –la criptomoneda que promocionó desde su cuenta de X y que ahora se investiga como estafa millonaria– es en realidad un testimonio de estulticia y embuste. 

Quien hoy afirma no haber estado “interiorizado” con el proyecto de $Libra, se reunió con sus promotores y fue el primero en difundirlo —pero jamás “promocionarlo”, según dice en su defensa—; quien hoy habla de los riesgos del mundo cripto, comparándolo con un casino o la ruleta rusa, antes vendía cursos para inversionistas. Y, más aún, quien es hoy el Presidente de Argentina, advierte que en su cuenta de X es un economista cualquiera. 

El movimiento político que encarnan personajes como Milei y Musk ha explotado hasta el cansancio la falta de legitimidad de las instituciones. Como respuesta, nos ofrecen una fábrica de desinformación y desconfianza, parapetada en un evangelio de tecnología e innovación sin transparencia ni control. Sin embargo, como explica el teórico francés Paul Virilo, cuando inventas una tecnología inventas también su avería. Y ninguna configuración resuelve el ejercicio temerario del poder público.

Abogado de la Universidad de Los Andes y magíster en Media and Communication Governance del London School of Economics. Exdirector de políticas públicas de Twitter para América Latina Hispanohablante; exdirector de la Fundación para la Libertad de Prensa. Integrante del consejo asesor en seguridad

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