

Por: Alhelí González Cáceres. Fuente: https://henoi.org.py/
Foto: Elisa Marecos Saldívar
Para nadie es novedad el discurso que el gobierno sostiene desde hace años sobre la inflación, aunque claramente no se ajuste a lo que los trabajadores sentimos en nuestros bolsillos cada vez que vamos a los supermercados que ya a principios del año empezaron a remarcar todos los precios.
El mes pasado el Banco Central del Paraguay (BCP) publicó el Informe de Inflación (IPC) correspondiente al mes de enero y en el que se analiza la evolución del comportamiento del Índice de Precios al Consumidor (IPC), principal indicador que mide el comportamiento de los precios en una economía. Y, al igual que el reporte de Inflación del cierre del 2024, este informe sostiene que el aumento del IPC fue apenas del 1,0% al compararse con el mismo periodo del año anterior, en tanto que la inflación interanual se ubicó en 3,8% todavía por debajo de la meta país. ¿Por qué la inflación “es baja” y sobre todo qué dice sobre la economía paraguaya? Para esta y otras interrogantes ensayaremos algunas reflexiones, esta vez alejándonos del típico discurso respecto al rol del BCP como “juez y parte”, pero antes haremos algunas aclaraciones.
¿Qué considera el BCP en su medición?
En el análisis de la inflación el BCP recoge y analiza una serie de datos entre los que se incluyen los bienes que componen la canasta básica de consumo y de alimentos, bienes y servicios entre los que se encuentran los alquileres, combustibles, y una gama amplia de cerca de 600 productos y servicios que son considerados en su conjunto y cuya ponderación arroja una tasa baja del IPC en términos relativos. Amén de tener en cuenta que el año base de la medición se encuentra desfasado dado que los cálculos utilizan como base de comparación precios del 2014, lo que naturalmente conduce a que el IPC nunca sea – ni podrá serlo – una expresión exacta del comportamiento de los precios en una economía. Por tanto, no es cierto que la medición del IPC sea baja porque no considere rubros como el transporte, alquileres, alimentación, vestimenta u otros. La cuestión está en la ponderación de estos ítems en el cálculo final.
Es igualmente importante señalar que no constituye un error metodológico tomar como año base precios constantes de 2014, esta es una práctica común en el cálculo económico dado que se realiza con la intención de establecer parámetros de comparación. La cuestión está en que esa base que permite realizar análisis y comparaciones de estructuras a largo plazo sea lo más cercana posible al año real que se pretende comparar.
Foto: Sandino Flecha Torres
Inflación y salarios: un costo de vida cada vez más alto
Como en años anteriores, la fluctuación de los precios ha afectado en mayor proporción a dos rubros fundamentales: alimentos (particularmente hortalizas y tubérculos frescos) y combustibles. En el caso de los combustibles adolece de novedad, dado que Paraguay no cuenta con reservas hidrocarburíferas y depende de las importaciones de petróleo y sus derivados para abastecer la demanda energética del país, además de esto, la condición de mediterraneidad impone costos adicionales en sectores como la logística y el transporte de mercancías que terminan encareciendo los precios. En el caso de la canasta alimentaria, tan solo las hortalizas y tubérculos incrementaron sus precios en un 24%. También en el sector cárnico (avícola, bovino y porcino) se registraron incremento en los precios (BCP, 2025).
Que el mayor incremento en los precios se haya dado – y se dé – en el sector de los alimentos da cuenta de una estructura productiva que ha dejado de producirlos o cuya producción local es insuficiente para satisfacer la demanda, resultado de una decisión política que no atiende la producción nacional de alimentos llevada adelante en gran medida por la pequeña producción campesina para beneficiar a los agronegocios, y, en consecuencia, debe importar cada vez más alimentos para satisfacer la demanda interna [ver gráfico 1]
Gráfico 1.
Elaboración propia con base en datos del Anexo Estadístico del Informe Económico del BCP, 2025.
Como puede observarse en el gráfico que antecede, cada año el país importa más alimentos, particularmente frutas, legumbres y hortalizas, rubros que se han visto sumamente afectados por la expansión de la frontera del agronegocio en las últimas décadas como pudo reflejarse en los datos recogidos por el Censo Agropecuario de 2022. Tan solo en el mes de enero de 2025, el país importó 17% más alimentos que en el mismo periodo del 2024. En resumidas cuentas, el modelo agroexportador aumenta la dependencia de alimentos y genera presión sobre los precios de la canasta familiar haciéndola cada vez más inaccesible para la mayoría de la población (BCP, 2025).
Pero, ¿qué relación guardan los salarios con la inflación? Uno de los logros del poder de turno ha sido la fragmentación de los saberes en compartimentos estancos que no pueden encontrarse para explicar una realidad que es compleja. Así, al analizar fenómenos económicos como es el caso de la inflación, tendemos a mirar solamente cómo se han comportado los precios, pero esto es mirar solamente la apariencia del fenómeno y no su esencia, hay que ir más allá de los precios que se reflejan en la economía para situar la discusión en el terreno que le es propio: el de la disputa por la apropiación del excedente.
Y aquí, tomando datos oficiales para realizar una primera aproximación podríamos inferir a partir de estos que la economía paraguaya produce cada vez menos valor y en este punto haremos una distinción sobre la que no ahondaremos en este artículo. Cuando hablamos de valor producido lo hacemos en términos de la producción industrial o aquella que tiene lugar a partir de las actividades productivas no especulativas ni ancladas en la extracción de renta del suelo, sostenida en las actividades de naturaleza extractiva que tienen lugar en los territorios.
Foto: Elisa Marecos Saldívar
Al observar la balanza de bienes de la economía paraguaya podemos notar que el peso de las importaciones es cada vez mayor, dando por resultado un saldo negativo que en 2024 se situó en -538.804 miles de dólares FOB. Parte de la narrativa oficial ha sido la de ubicar a la economía paraguaya como la de mayor crecimiento sostenido en la región, sin embargo, lo que no dicen los expertos del BCP y del Ministerio de Economía, es que el crecimiento del PIB para que sea sostenible en el tiempo requiere de tres aspectos que se deben conjugar: i) diversificación del aparato productivo; ii) inversión de capital; iii) aumento de la productividad. Ninguno de estos elementos se encuentra presente, entonces, ¿por qué crece la economía? O en todo caso, la pregunta correcta sería, ¿qué explica esa expansión? Simple, la dependencia elevada de los precios internacionales de las commodities en el mercado financiero internacional y el elevado peso relativo del sector terciario (comercio y finanzas) en el PIB.
En pocas palabras, podríamos casi estar hablando de un crecimiento ficticio que no se refleja en la mejoría de indicadores que son centrales para el desarrollo económico. Y esto lo podemos ver al notar que solo las exportaciones de soja concentran más del 36% del valor ingresado por exportaciones, valor que, como es de esperarse, no queda en el país si no que es transferido a las matrices de las transnacionales que, como Cargill, dominan el comercio de estas materias primas. Esta situación desencadena una serie de problemas tanto en términos económicos como sociales y políticos.
En el terreno socioeconómico podemos observar que, junto al aumento sostenido en el precio de los alimentos y otros bienes y servicios, se arrastra una depreciación del poder adquisitivo del salario mínimo legal vigente que roza el 30% [ver gráfico 2].
Gráfico 2.
Elaboración propia con base en datos del Anexo Estadístico del Informe Económico del BCP, 2025.
Una economía estructurada en torno a un patrón de especialización productiva cuyo eje es la extracción de materias primas agrarias con destino a la exportación no solo no requiere desarrollar el mercado interno fomentando el consumo, es que sencillamente, no lo necesita porque obtiene sus ganancias a través del comercio exterior. Esta dinámica tiene graves repercusiones, entre ellas, la precarización y el deterioro cada vez mayor de las condiciones materiales de vida de la población. Hablamos de una economía que no puede emplear productivamente a toda la población generando amplios espacios para el desarrollo de actividades ilícitas e ilegales que pasan a suplir esta incapacidad estructural de la economía paraguaya.
En este contexto tiene lugar la agudización de la disputa en torno a la apropiación del escaso excedente de valor que queda en la economía y esa disputa se refleja en el deterioro del nivel salarial, mayor explotación de los trabajadores y, por supuesto, en una inflación que cumple el papel de apropiarse o, mejor dicho, de transferir la riqueza desde los trabajadores hacia los capitales que operan en el mercado local. La inflación es, en las economías capitalistas, un mecanismo más para la acumulación y la concentración de capital a partir de la transferencia de riqueza desde los trabajadores hacia el empresariado que concentra el poder sobre el proceso de producción y comercialización, como son las grandes cadenas de supermercados, por ejemplo, cuya posición de poder sobre el aparato productivo y el comercio exterior les permite imponer precios.
Finalmente, para no dejar de lado una discusión importante para entender la narrativa oficial es comprender que responde a una forma de interpretar la economía que para nada es estrictamente técnica, sino más bien es absolutamente ideológica. Una interpretación que no logra explicar los fenómenos y procesos inflacionarios a escala global y que poco o nada tiene que aportar para comprender cómo funcionan nuestras economías. Y esto último es una decisión política, una decisión de no ver para no explicar.
Entender el carácter dependiente de las economías latinoamericanas implica recordar que esa dependencia trasciende lo económico para abarcar el sector financiero y tecnológico que dominan y restringen la oferta, dando lugar a lo que se conoce como la paradoja del comercio exterior: baja relativa de los precios de bienes exportables y aumento relativo en los precios de las importaciones, lo que implica un círculo permanente de sangría para las economías latinoamericanas que se conjuga con la fuga de capitales a través de diferentes mecanismos entre los que se incluye el pago de los servicios de la deuda, la adquisición de maquinaria y tecnología, entre otros.
Por tanto, el discurso de “inflación cero” y una “macroeconomía estable” que ha venido sosteniendo este y los gobiernos anteriores, responde a la necesidad de vender la propaganda del éxito económico de Paraguay a los grandes especuladores escondiendo la basura bajo la alfombra y que en absoluto se condice con la realidad.
Foto: Elisa Marecos Saldívar
Alhelí González CáceresEconomista. Doctoranda en el Programa de Doctorado en Economía del Instituto de Industria de la Universidad Nacional de General Sarmiento, Buenos Aires, Argentina. Investigadora del Centro de Estudios Heñói.