

Por: David Andersson. Fuente: Agencia Pressenza.
(Imagen de IA / Pressenza)
La gran ilusión de nuestro tiempo es que podemos pagar todas nuestras «necesidades» sin tener que depender de una comunidad para satisfacerlas. Las personas luchan por la independencia y la autosuficiencia, tratando de resolver sus problemas por sí solas, desligándose de la necesidad de comunidad.
Las comunidades son intrínsecamente complejas, pero en el fondo existen para equilibrar y responder a las necesidades de sus miembros mediante el apoyo mutuo y la unión. Hasta hace poco, las personas dependían unas de otras de innumerables maneras: compartiendo, intercambiando y apoyándose mutuamente para obtener alimentos, ropa, trabajo y mucho más. En muchos sentidos, la ausencia de dinero facilitaba la coordinación y organización de estos intercambios. Esta lógica funcionaba a todos los niveles, desde las pequeñas aldeas hasta las grandes instituciones mundiales.
Sin embargo, la privatización del dinero lo cambió todo. Ahora, en lugar de depender de una comunidad para su sustento, la gente simplemente paga por sus «necesidades». Este cambio es evidente en muchos aspectos de la sociedad, como el actual impulso a la privatización de la educación pública en Estados Unidos. Recientemente, Elon Musk llamó a la Seguridad Social «el mayor esquema Ponzi de todos los tiempos», criticando una institución de larga data diseñada para garantizar la seguridad financiera de todos los estadounidenses. Su postura se hace eco de la de Margaret Thatcher, la primera mujer primera ministra de Gran Bretaña, que en 1987 declaró en una célebre entrevista para Women’s Own:
«Están echando sus problemas a la sociedad. Y la sociedad no existe. Hay hombres y mujeres individuales y hay familias. Y ningún gobierno puede hacer nada si no es a través de las personas, y las personas deben ocuparse primero de sí mismas. Es nuestro deber cuidar de nosotros mismos y luego, también, cuidar de nuestros vecinos».
Hoy en día, muchas personas crean sus «propias» comunidades, formadas por individuos de ideas afines, al tiempo que lamentan la creciente polarización y fragmentación de la sociedad. Pero, como seres humanos, ¿no pertenecemos todos a una única y gran comunidad? Si es así, ¿qué aspecto tiene? ¿Cómo funciona? ¿Qué tenemos en común y cómo podemos apoyarnos mutuamente? Quizá la crisis actual pueda reavivar la profunda necesidad humana de comunidad y servir como momento fundacional de la primera Comunidad Humana Universal.