martes 01 de julio de 2025 - Edición Nº2400

Economía | 10 mar 2025

Argentina; Estabilización a costa de los trab

Inflación y salarios en 2024: estabilización a costa de los trabajadores

Desde hace años que la inflación en Argentina mostró una tendencia creciente, no sólo como reflejo de desequilibrios macroeconómicos, sino también, y, sobre todo, como expresión de una creciente conflictividad social. La inflación no es simplemente un fenómeno monetario, sino el resultado de tensiones estructurales que enfrentan distintos sectores de la economía.


Por: Pablo Díaz Almadai. Fuente: https://henoi.org.py/

Foto: GN Noticias

Desde hace años que la inflación en Argentina mostró una tendencia creciente, no sólo como reflejo de desequilibrios macroeconómicos, sino también, y, sobre todo, como expresión de una creciente conflictividad social. La inflación no es simplemente un fenómeno monetario, sino el resultado de tensiones estructurales que enfrentan distintos sectores de la economía.

En este marco, la devaluación de diciembre de 2023 marcó un punto de inflexión. La inflación mensual alcanzó un récord del 25,5%, profundizando la transferencia de ingresos desde la clase trabajadora hacia sectores con capacidad de obtener ganancias en moneda fuerte. El salto inflacionario no solo impactó en el poder adquisitivo, sino que consolidó un nuevo esquema de distribución regresiva del ingreso, con ganadores claros entre los exportadores y actores financieros, y perdedores en el conjunto de trabajadores y sectores populares.

A lo largo de 2024, el gobierno implementó un esquema de crawling peg[1], logrando una desaceleración progresiva de la inflación. Desde el oficialismo, este “éxito” se atribuyó exclusivamente a la reducción del gasto público, argumentando que la disciplina fiscal evitó la emisión monetaria y, con ello, el aumento de precios. Sin embargo, esta narrativa omite factores clave como: la contención del tipo de cambio y, sobre todo, la pérdida de ingresos de la clase trabajadora, en particular del sector público, pero también del privado e informal. Con salarios deprimidos y un consumo restringido, la capacidad de contestación obrera, hasta ahora, fue limitada.

En este contexto, es necesario un análisis más profundo de los mecanismos que explican la caída de la inflación y de las implicancias de este modelo en el corto y mediano plazo.

El rol del ancla cambiaria en la desinflación

El ancla cambiaria ha sido un factor clave en los procesos de desinflación en América Latina, aunque no el único determinante del éxito. Hay estudios que señalan que los planes de estabilización con tipo de cambio controlado tienden a ser más efectivos en el corto plazo. Sin embargo, su sostenibilidad depende de otros factores, como la política fiscal y la capacidad de sostener el ancla sin generar crisis externas.

La evidencia histórica muestra que los intentos de desinflación sin un ancla cambiaria clara han sido menos efectivos o efímeros. En Argentina, los fracasos de los años 80 contrastan con los resultados iniciales de planes como la Convertibilidad o el Plan Real en Brasil, que lograron reducir la inflación, eso sí, a costa de profundos costos estructurales.

Además, en América Latina, los procesos exitosos de desinflación han estado estrechamente ligados al control del tipo de cambio. Sin embargo, esto no implica minimizar el papel de los desequilibrios fiscales y monetarios en los episodios de alta inflación, sino reconocer que el ancla cambiaria ha sido una herramienta clave en los procesos de estabilización.

Inflación como conflicto social

Sin embargo, es importante decir que reducir la inflación a un problema de emisión monetaria ignora su dimensión política y social. La inflación es, en última instancia, una expresión de conflictos distributivos. A lo largo de la historia, distintos regímenes monetarios han condicionado la manera en que se desarrollan estas disputas.

En Argentina, se debe tener en cuenta el papel de la puja distributiva que suele manifestarse en presiones sobre el tipo de cambio y los precios. El capital exige devaluaciones para licuar salarios y la clase trabajadora responde con intentos de recomposición. Sin embargo, cuando la inflación se acelera, el dinero local se debilita en su rol de cumplir sus funciones de unidad de cuenta y reserva de valor. En esos momentos, surge el discurso de un sector de la política de la necesidad de la estabilización, pero que en el fondo se trata de la necesidad de restablecer el poder disciplinario del dinero. Como sostienen Aglietta y Orléan (en Aglietta, M., & Orléan, A. L. (1990). Violencia de la moneda, SXXI Ed.), el dinero no es solo un medio de intercambio, sino una relación de poder que estructura la sociedad. Al igual que en los 90 con la Convertibilidad, hoy se reintroduce ese disciplinamiento al debilitar la soberanía monetaria y someter la economía a la lógica de la austeridad. La estabilización, entonces, no es un proceso neutral: implica una redistribución forzada de recursos y derechos que define quiénes ganan y quiénes pierden en la economía.

Devaluación, ajuste y la sostenibilidad del modelo

El gobierno de Milei, en su discurso, ha ignorado deliberadamente el papel central del tipo de cambio en una economía dependiente como la argentina. La desaceleración inflacionaria no se explica solo por el ajuste fiscal, sino por el anclaje cambiario y la importante caída de los salarios reales. Como en los 80, la devaluación inicial redujo el salario en dólares. Sin embargo, a diferencia de aquella época, hoy la respuesta sindical ha sido más limitada debido a tres factores que no pretendo que sean exhaustivos pero que sirven para el análisis:

  1. El corto tiempo de gestión del gobierno, mantiene a ciertos sectores en estado de “espera”. No es fácil confrontar a un gobierno que goza de buena popularidad, sin pérdidas en términos políticos.
  2. La represión estatal, con despidos, recortes y amenazas con diferentes protocolos de acción estatal que desarticulan la resistencia.
  3. La fragmentación del empleo, dificulta una agenda unificada para el conjunto de la clase trabajadora.

Al mismo tiempo, la baja inversión (19% del PIB), a pesar de la aprobación del RIGI[2] y las promesas oficiales de prosperidad, plantea dudas sobre la sostenibilidad del modelo. La estabilización nominal lograda en 2024 se sostiene con el ajuste del gasto y el anclaje del dólar, pero la historia argentina sugiere que este esquema suele desembocar en crisis de balanza de pagos si no se hace nada con la estructura productiva.

Argentina no solo enfrenta un problema de estabilidad nominal, sino una restricción estructural más profunda: su inserción subordinada en la economía global. La estrategia actual profundiza la primarización y la dependencia del capital extranjero, dejando en manos de factores exógenos la sostenibilidad del modelo. Sin un cambio en la estructura productiva que garantice una mayor generación de divisas, hay altas chances de que cualquier estabilización sea efímera y derive en un nuevo ciclo de endeudamiento y crisis externa. En este sentido, la pregunta clave no es si el ajuste “funciona” para bajar la inflación, sino si es sostenible o si simplemente pospone la próxima crisis.

Ganadores y perdedores de la estabilización

La estabilización inflacionaria de 2024 tuvo un costo social altísimo, algo que la narrativa oficial omite deliberadamente. La estabilidad de precios se logró a través del sacrificio de los ingresos de la clase trabajadora y la consolidación de privilegios para sectores vinculados al capital transnacional y financiero, en línea con lo expresado con el Mirador de la Actualidad, el  Trabajo y  la Economía  (MATE).

Lejos de ser un simple ajuste técnico, la estabilización vía ajuste fiscal y ancla cambiaria es, en realidad, una estrategia para recomponer la tasa de ganancia del capital a costa de la fuerza de trabajo. La caída del salario real no es un “efecto colateral” del modelo de estabilización, sino su objetivo central: garantizar un mayor excedente para los sectores exportadores y financieros. Así, la política económica de 2024 no solo desaceleró la inflación, sino que reconfiguró las relaciones de poder en la economía argentina, beneficiando a unos pocos y precarizando la vida de millones.

Conclusión: ¿es viable este modelo?

La experiencia argentina demuestra que la estabilidad de precios no se sostiene solo con disciplina fiscal, sino con un modelo de desarrollo que reduzca la dependencia del dólar y la vulnerabilidad externa. Sin una recomposición del salario real y sin cambios estructurales en la matriz productiva, la baja de la inflación será apenas un paréntesis antes del próximo desequilibrio macroeconómico.

Además, es pertinente recordar, porque la historia lo demuestra, que todo proceso de desinflación tiende a generar una apreciación del tipo de cambio real, independientemente de la estrategia utilizada. Como señala el artículo “Planes de estabilización en América Latina: ¿qué distingue a los casos exitosos?“, este fenómeno suele traducirse en un deterioro de la cuenta corriente, lo que, a mediano plazo, puede derivar en crisis externas.

El verdadero desafío en los próximos meses no es solo mantener la estabilidad de precios, sino definir qué tipo de modelo económico se construirá a futuro. Apostar únicamente al ajuste y al anclaje cambiario no es una estrategia sostenible ni socialmente viable. ¿Son necesarias reformas estructurales? Sin duda. Pero la cuestión central es a quién beneficiarán. El gobierno actual ha dejado en claro de qué lado está: sus políticas no buscan fortalecer a la clase trabajadora, sino consolidar un orden económico que privilegia al capital concentrado y a los sectores financieros.


[1] Nota del Comité Editorial: Es un sistema utilizado por los bancos centrales para administrar el tipo de cambio de la moneda con relación a otras divisas.

[2] Nota del Comité Editorial: Se refiere al Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI), programa impulsado por el gobierno de Javier Milei para favorecer a los capitales.


[i] Licenciado en Economía. Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Integrante del Colectivo de Pensamiento Crítico en Economía y del Observatorio de Trabajo, Economía y Sociedad.

 

Autor: Pablo Díaz Almadai

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