

Por: https://henoi.org.py
La situación crítica que atraviesa Paraguay en los planos económico, político y social debería ser motivo suficiente para despertar la acción colectiva. Sin embargo, la fragmentación de las fuerzas opositoras y la desmovilización ciudadana han permitido que un modelo excluyente y corrupto siga dominando. En este contexto, las calles se convierten en el escenario fundamental para denunciar la crisis y exigir cambios.
La crisis de representatividad y la fractura de la hegemonía
El Paraguay actual enfrenta una profunda crisis de legitimidad. La Asociación Nacional Republicana (ANR), históricamente hegemónica, hoy muestra fisuras internas que reflejan la división de las elites económicas y políticas. Su modelo, basado en el clientelismo y la concentración de poder, ha demostrado ser incapaz de responder a las demandas populares. La protesta social, entonces, no es solo un reclamo puntual, sino una lucha por redefinir el rumbo del país.
Tres días de lucha, un mismo objetivo
Aunque distintos sectores marchan en días separados, sus reclamos convergen en un mismo diagnóstico: el sistema político y económico actual es insostenible.
Cada sector tiene sus propias razones para movilizarse, pero todos apuntan contra un mismo enemigo: un sistema que beneficia a una minoría mientras condena a la mayoría a la precariedad y a la miseria.
La unidad en la diversidad: Hacia una alternativa de poder
La fragmentación de las luchas ha sido, hasta ahora, una debilidad de la oposición. Sin embargo, estas marchas representan una oportunidad para superar diferencias secundarias y colocar en primer plano las grandes demandas populares: justicia social, soberanía y democratización real del poder.
El régimen colorado ha mantenido su dominio gracias a una falsa polarización que divide a sus adversarios. Romper este esquema exige construir una alternativa desde las calles, articulando un plan nacional de lucha que una a campesinos, trabajadores, mujeres, jóvenes, indígenas y sectores políticos democráticos.
Las calles, el termómetro de la democracia
Si algo demuestran estas movilizaciones es que, aunque se marche en días distintos, el golpe es el mismo: el pueblo ya no aguanta más. La responsabilidad de la crisis tiene nombre y apellido, y no puede seguir al frente del Estado.
Ganar las calles no es solo un acto de protesta; es un acto de construcción política. Es el primer paso para derrotar a un sistema que atrasa y abrir el camino hacia un Paraguay justo, soberano y verdaderamente democrático.
Marchamos separados, pero golpeamos juntos. Y ese golpe, tarde o temprano, derribará los muros de la injusticia.