

Por: Andrés Gaudín
Protestas en parís, Francia Contra la Ayuda Militar a Ucrania.
Ante la inminente caída de Ucrania, y mientras Trump no sólo afianza su relación con Putin sino que los atosiga con dardos en forma de políticas o de agravios, en la UE desataron una batalla mediática insólita, se atrincheraron en la OTAN y multiplicaron sus presupuestos bélicos.
Los gobernantes europeos no saben cómo reaccionar ante los gestos humillantes que les reserva cada día el presidente estadounidense Donald Trump. Sólo saben que nada bueno tienen reservado en un futuro que se les vuelve cada vez más complejo, y que si el líder ultraderechista de Occidente se comporta tal cual sus amenazas de pelearse con el mundo, desde ya deben hacerse a la idea de marchar solos, sin la tutoría de la todavía primera potencia económica y militar del planeta. Se han propuesto imaginar un enemigo común que oficie como factor de unidad. Por ahora, siguen cuasi infantilmente convencidos de que, ante el inminente final de la guerra de Ucrania, abandonados por EE UU, sus países serán las próximas víctimas de la voracidad del «ogro ruso».
Ante semejante expectativa se atrincheran en la ahora denostada OTAN –quién y qué no ha caído bajo la hiriente lengua de la Casa Blanca–, la poderosa alianza militar que tan útil fue para EE UU durante las décadas de la Guerra Fría. Y apuestan a dos puntas. Por un lado a la acción psicológica, a generar el pánico ante la eventual invasión de ese enemigo imaginado, a instalar en las cabezas de su gente la idea de que sus territorios bien podrían ser el escenario de una nueva guerra como las dos que los desangraron en el siglo pasado. Y por el otro, a multiplicar sus presupuestos militares, aumentar sus efectivos y, para la gloria de la industria de la muerte, acometer un rearme desenfrenado que no excluye lo nuclear.
Ante la cercanía de la experiencia vivida en ocasión de la pandemia de coronavirus, la comisaria de la UE, de Preparación y Gestión de Crisis, Hadja Lahbib, apeló a los medios de comunicación para sugerir algunas acciones individuales que valen por igual para guerras, epidemias o catástrofes naturales. Tomando como ejemplo lo ya propuesto a los suyos por Suecia, Finlandia, Polonia y Francia, la comisaria enumeró los contenidos que no deben faltar en los kits ideales para asegurarse tres días de resistencia: tres bidones de agua, alimentos no perecederos (arroz, lentejas y garbanzos secos), una latita de atún, café, medicinas, pasaporte, dinero en efectivo, linternas, una Victorinox, una radio a pilas y hasta barajas para distraerse en esas horas de tensión (libros no).
Depender del Estado no es suficiente, la preparación empieza en casa, podría ser el lema de la campaña de la UE. Sin embargo, la filosofía a transmitir cuando se habla de los kits es más precisa. El texto dice, en el más dramático de los tonos, que Europa “enfrenta una nueva realidad marcada por la incertidumbre y los riesgos”, ante la cual “debemos prepararnos para incidentes y crisis intersectoriales a gran escala, incluida la posibilidad de una agresión armada”. Llovieron críticas y mofas. El iniciador de entrecasa fue Viktor Orbán, el ultranacionalista jefe de Estado de Hungría: “No existe la posibilidad de que ningún país de la OTAN sea atacado, no veo que Europa esté amenazada. Si alguien se prepara para la guerra es porque quiere iniciarla”.
Por más de que las maniobras militares en el medio de las ciudades, a la luz del día y mientras chicos y grandes cumplen con sus quehaceres habituales, se repitan con mayor frecuencia, esto genera el nerviosismo buscado pero no es tomado en serio por la población. En la alemana Münster, la nube de polvo amarronado provocada por los lanzamisiles ya son cosa de todos los días pero no “asustan” a nadie, ni a los oficinistas, ni a sus miles de estudiantes ni a las legiones de ciclistas que la caracterizan. En Francia, entre el 24 y el 31 de marzo se hicieron, sin la resonancia esperada, los ejercicios Argos Spring del 21° Regimiento de Infantería de Marina en áreas urbanas de Frejus y Saint Raphael. “El liderazgo de la UE está aplicando técnicas de propaganda propias del Tercer Reich para intimidar con la presunta amenaza rusa”, denunció el Servicio de Inteligencia Exterior de Moscú.
Tal estado de tensión se da en un mundo en el que se mezcla lo crítico con lo grotesco. En el que crece una extraña nueva categoría de nazis y antinazis que se soportan, o se aman, pero no se odian ni tampoco se rechazan, como Orbán y el israelí Beniamin Netanyahu. En el que Trump prohibió a sus connacionales en China que tengan relaciones románticas o sexuales con ciudadanos del país asiático. En el que un día la Casa Blanca hace saber que podría iniciar una guerra con Irán y al otro un vocero de Trump le dice a un corresponsal del británico The Daily Express que “Irán desaparecerá en setiembre» si no firma un nuevo acuerdo nuclear afín a los intereses de EE UU. En el que la bestia apocalíptica lanza una guerra contra el mundo y con sus aranceles castiga a todos, entre ellos y por igual, a los grandes amigos (Argentina, El Salvador) o al último de los parias (Haití).
Todas las encuestas conocidas muestran unos números categóricos del rechazo que reciben las políticas orientadas, supuestamente, a crear conciencia sobre la vulnerabilidad europea, pero percibidas como un truco publicitario para confundir a gente ingenua. En la mayoría de los países los gobernantes recogen muestras de rechazo. El que encabeza el ranking es el francés Emmanuel Macron. “No queremos tu guerra”, “No moriremos por Ucrania”, fueron algunas de las consignas oídas el sábado en la explanada del Palais Royal de París. En la mediterránea Saint Raphael, tras unos aparatosos ejercicios militares en plena calle, alguien escribió en las redes: “Foutriquet I, tus maniobras son propaganda barata, digna de un psicópata monárquico peligroso como vos”. Según el Larousse, foutriquet es un término despectivo que alude a un hombre menor al que no se le presta atención y se le mira con desprecio . «
Lo cierto es que no es sencillo empardar a Emmanuel Macron. Hace rato que anda un poco pasado de rosca, sobrepasado por los permanentes desplantes de la oposición y por una población que le hace sentir que ya ni siquiera lo respeta. Como si fuera poco, anda desatado desde que Trump volvió a copar el escenario global. Así y todo encontró en Alemania un émulo dispuesto a superarlo. No sólo por su afiebrada imaginación, sino por sus ambiciones y por desarrollarse en medio de una sociedad que va perdiendo su cola de paja post guerras mundiales y, elección tras elección, engorda al partido nazi Alternativa para Alemania. Atención: el sujeto en cuestión no es un civil, es el general Carsten Breuer, jefe del Estado Mayor del Bundeswehr, el ejército germano.
En su imaginación –no hay pruebas a la vista, y no habla de Trump sino de Vladimir Putin– Europa está a las puertas de un devastador ataque militar. “Estamos amenazados por Rusia, por Putin, debemos prepararnos para un ataque en un plazo no mayor a cuatro años –dijo a los medios la semana pasada–, no se trata de cuánto tiempo necesito, sino de cuánto tiempo nos va a dar Putin para prepararnos”. Según Breuer, “cuanto más pronto nos preparemos, mejor será, para Alemania y para Europa”. Al final, liberó la última espiga del haz de su cola: “Nosotros iniciamos dos guerras mundiales. Aunque han pasado 80 años desde el final de la segunda, la idea de que deberíamos mantenernos al margen de los conflictos bélicos todavía está muy metida en el ADN del pueblo, saquémosla de allí”.
Breuer tiene las manos libres para hacer una buena inversión después de que el Congreso votara que el gasto militar queda exento de las reglas fiscales. Con ese marco, el general señaló que el aumento del presupuesto es urgente “porque la agresión rusa no se detendrá en Ucrania”. En febrero de 2022, días después del inicio de esa guerra, el gobierno dio un giro a la vieja política y dispuso de 108 mil millones de dólares para el rearme y aumentar en 20.000 (llevarlo a 203.000) el número de efectivos. La idea no funcionó. Ahora, Breuer va por más: incorporar a 100.000 soldados y restablecer el servicio militar, tentando a los jóvenes con interesantes beneficios. Rehabilitó un puesto piloto de reclutamiento decorado alegremente, pero se queja: acude poca gente, van a husmear, pero no se inscriben.