Hay símbolos que describen la pertenencia a una identidad, otros, además, llevan implícitas cuestiones que van más allá de un hecho cultural, siendo símbolos que discriminan.
Recientemente en Cataluña ha salido a debate político el hecho de prohibir o no el velo a las mujeres migrantes de procedencia islámica. El Parlamento y el Gobierno han rechazado su prohibición en la escuela.
Lo que preocupa de este debate es que quien lo ha lanzado son las políticas nacionalistas en pro de disputarle votos a la extrema derecha, tan machista como el mismo uso del velo.
Cabe preguntarse cómo se han posicionado aquí las izquierdas: defendiendo que la libertad religiosa es un derecho fundamental, recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero esta defensa, no parece contemplar que el uso del velo es una dominación puramente machista.
Este velo, en sus numerosas y diferentes aplicaciones: burka, niqab, chador, khimar, al-amira, hijab, shayla, etc, más allá de ser un símbolo de identidad sobre una religión y cultura, es un símbolo identitario que solo aplica a la mujer, y cuyo fin es ocultarla. Ocultar su cuerpo, ocultar sus rasgos, ocultar su identidad, ocultar su deseo y el ser deseada. Ocultarla es minimizarla.
El velo sobre la mujer es siempre, en cualquier cultura un modo de violencia machista.
Niñas y adolescentes, son obligadas por sus familias a llevar el velo en los colegios e institutos. La diferencia está impuesta, el estigma también.