

Por: https://henoi.org.py
Nuestras autoridades argumentan que el criadazgo es legítimo y normal, y que forma parte de nuestro “ser nacional”1. Se dan el lujo de habitar un Paraguay previo a 1869, cuando se abolió la esclavitud. O quizá previo a 1590, año en que se abolió la esclavitud en Japón, país que es similar a nosotros, según la marioneta mayor del estado paraguayo2. ¿Esas similitudes con Japón tendrán que ver con el hecho que Paraguay está cuarto en el índice mundial de crimen organizado, mientras que el país asiático está en el puesto 142?3 Qué brutos.
Son tan brutos que no pueden entender que lo que hace a las naciones más prósperas y felices es la racionalidad y el respeto por derechos ajenos, no la gula, no la ambición, no la violencia.
Un ejemplo de ello es el resultado de un estudio4 reciente de la Universidad de Gotinga (Alemania) y la Universidad de Edimburgo (Reino Unido), publicado en la prestigiosa revista científica Nature Food, que investigó la capacidad de cada país para proveer a su población con siete grupos de alimentos: frutas, verduras, lácteos, pescado, carne, proteínas vegetales y alimentos básicos ricos en almidón.
De 186 países, solo Guyana produce lo suficiente para alimentar a todos sus ciudadanos. Está seguido de cerca por China y Vietnam, que producen lo suficiente en seis de los siete grupos. ¡Caramba! ¡Ambos países con gobiernos comunistas! ¿No era que el dios mercado es el que resuelve las necesidades de la población?
A nivel mundial, el estudio reveló que el 65 % de los países producían una cantidad excesiva de carne y lácteos, en comparación con las necesidades alimentarias de su población. Solo el 24 % cultivaba suficientes hortalizas.
¿Por qué no se producen suficientes hortalizas, no solamente en Paraguay sino en el mundo? Porque quienes las producen, las comunidades campesinas y los pequeños productores, son expulsados de sus tierras para dedicarlas a los monocultivos extractivistas, que envenenan la tierra, el agua, y a la gente. Porque las semillas necesarias para producir han quedado en manos de un puñado de multinacionales, destruyendo culturas y tradiciones agrícolas milenarias.
La dependencia en un país conducido por los esclavistas
En el estudio, Paraguay aparece como autosuficiente en 5 de las 7 categorías. En dos de ellas producimos menos del 20% de nuestras necesidades:
Es decir, nuestra dependencia, y la consecuente vulnerabilidad, se deben a la avanzada de esta lógica que hoy nos gobierna: “Deforestemos, envenenemos, destruyamos todo, eliminemos al campesinado, saquemos del medio a los indígenas. Tenemos derecho a hacerlo. Esto somos nosotros”. Es la misma lógica que considera legítimo al criadazgo. La lógica de la gula, la ambición y la violencia.
Qué implica la dependencia alimentaria
El grado de dependencia alimentaria de un grupo humano es el resultado de muchos factores como la calidad de suelo, el clima, la disponibilidad de superficie, el conocimiento necesario para producir. Sin embargo, la autosuficiencia es un factor determinante para enfrentar crisis climáticas y conflictos económicos o bélicos.
Los debates sobre las ventajas de la autosuficiencia crecieron tras la pandemia de COVID-19 y hoy han arreciado ante la inminencia de nuevas guerras y crisis del comercio internacional. Igualmente está en debate cuáles son las necesidades de una dieta saludable.
El estudio tomó como referencia la dieta Livewell del Fondo Mundial para la Naturaleza, “una dieta flexible que implica reequilibrar nuestro consumo de proteínas hacia plantas, comer más verduras, legumbres y cereales integrales, y reducir los alimentos ricos en grasas, sal y azúcar”.
En todo el mundo se debate el impacto negativo del consumo de alimentos ultraprocesados, y es noticia de tapa la inflación de los precios de alimentos frescos a nivel global. En nuestro país, donde cada día perdemos productores y rubros alimenticios, las verduras están fuera del alcance de la mayoría, y tampoco son accesibles las carnes y los lácteos5.
¿Qué tienen que ver las criaditas con la diabetes de tu tía?
Todo que ver. Mientras sigamos privilegiando la generación de renta para unos pocos, esos pocos seguirán creyéndose privilegiados que tienen derecho a explotar y esclavizar a alguien sin pagarle.
Mientras sigamos destinando tierras para cederlas a delincuentes que solo quieren ganar dinero a costa de todo bosque, seguiremos disminuyendo la población campesina, seguiremos empobreciendo al pueblo, seguiremos produciendo cada vez menos alimentos.
Mientras demoremos nuestra organización para tomar el control de nuestro destino, seguiremos hambreados, nosotros, y también ellos, que no se están dando cuenta de su propia vulnerabilidad.
Para debatir este contexto y proponer soluciones, el Centro de Estudios Heñói organiza la Semana “Nuestras Semillas, Nuestra Soberanía”, con el seminario internacional El capitalismo también entra por la boca – Salud, Alimentación, Tierra y Ambiente en el sistema agroalimentario global y la Feria Nacional de Semillas Nativas y Criollas
Porque nadie se salva solo, seguimos sembrando luchas.
Marcial Gómez, secretario general de la Federación Nacional Campesina
¿Cómo evalúa la FNC la producción de alimentos sanos?
Uno de los factores que no posibilita crecer en cantidad la producción frutihortícola y en general de vegetales es el acaparamiento de tierras por parte de latifundistas y grandes corporaciones internacionales, y eso es lo que desarrolla cada vez con más fuerzas los monocultivos empresariales, que desplazan la producción campesina, que históricamente ha producido en forma diversificada y en relación con las necesidades de una buena alimentación.
El desplazamiento de la población del campo a la ciudad es cada vez mayor en todo el mundo; y por otro lado las empresas que se dedican a producir alimentos no les interesa la calidad de la alimentación sino el negocio. Por eso hay cada vez más uniformidad de unos cuantos productos comestibles para la gente que no son alimentos necesarios. Por eso tampoco hay políticas públicas de las instituciones del estado que son serviles a las empresas transnacionales, de los países imperialistas que sostienen ese modelo. En nuestro país el modelo global se expresa exactamente: el abandono total, intensional, de la producción campesina por parte del gobierno, y en consecuencia disminuyen cada vez más la diversidad de rubros necesarios para la salud, y tenemos cada vez más comida chatarra.
¿Cómo salimos de esta realidad?
Esta realidad solo podría cambiar si se transforma el modelo económico basado en el latifundio y la producción de monocultivo extensivo; y con políticas del estado que apoyen la producción diversificada. Desde la FNC siempre demandamos la reforma agraria, esa es una demanda vigente.
Raquel Escobar, miembro de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social, ex vice ministra de salud.
Paraguay produce menos del 20% de los vegetales necesarios para una dieta equilibrada de su población. ¿Cuál es el impacto de reducir la ingesta de vegetales?
Comer tan pocas verduras tiene implicancias nutricionales serias que, como efecto dominó, afectan todos los órganos y sistemas, pues funcionamos como un todo.
Pasa que las verduras son una fuente clave para vitaminas, minerales, oligoelementos y antioxidantes; además son la principal fuente de fibras necesarias para alimentar la microbiota intestinal.
La microbiota es un conjunto enorme de microorganismos que viven con nosotros y que nos prestan servicios en cuanto a producción de vitaminas, moléculas, neurotransmisores, reguladores, que hacen imprescindible su presencia en nuestro cuerpo. Tenemos una alianza simbiótica con ellos desde hace miles y miles de años y hoy, con la comida ultraprocesada y sin verduras, entre otros factores, la microbiota se ve amenazada y poco diversa.
La microbiota es clave para la salud del tubo digestivo, y la salud del tubo digestivo es clave para la integridad del sistema inmune, lo que es clave para todo el funcionamiento del cuerpo. Por eso digo que es un efecto dominó.
Las verduras también tienen antioxidantes que ayudan a proteger el cuerpo contra el estrés oxidativo y la inflamación que ocurre todo el tiempo por el simple hecho de vivir. Por todo esto no comer verduras produce problemas digestivos (estreñimiento, barrera intestinal hiperpermeable, diverticulitis), y un aumento de las enfermedades crónicas y degenerativas (diabetes, hipertensión, obesidad, enfermedades autoinmunes, infecciones, cáncer, incluso depresión).