viernes 06 de junio de 2025 - Edición Nº2375

Internacionales | 4 jun 2025

Donald J. Trump y su Truth Social.

Trump, clones y sociopatía global: cuando la primera potencia militar se maneja por Truth Social

El presidente estadounidense Donald J. Trump lo ha hecho de nuevo. Esta vez no fue con teorías sobre elecciones robadas, ni con consejos para inyectarse desinfectante. No. Esta vez fue más lejos. El pasado 1 de junio de 2025, desde su cuenta verificada en Truth Social.


Por: Claudia Aranda. Fuente: Agencia Pressenza

(Imagen de truthsocial.com)

El presidente estadounidense Donald J. Trump lo ha hecho de nuevo. Esta vez no fue con teorías sobre elecciones robadas, ni con consejos para inyectarse desinfectante. No. Esta vez fue más lejos. El pasado 1 de junio de 2025, desde su cuenta verificada en Truth Social, Trump compartió una publicación de un usuario marginal donde se aseguraba, sin matices, que Joe Biden fue ejecutado en 2020 y reemplazado por «clones, dobles y entidades robóticas sin alma ni mente». Y él lo compartió sin comentario alguno, como quien recomienda un buen vino.

En otra época, esto habría sido visto como una broma surrealista de mal gusto. Hoy, el mundo contiene la respiración, porque ese hombre está a cargo del arsenal nuclear más grande del planeta.

Stephen Colbert, en su programa nocturno, abordó la publicación con la agudeza que lo caracteriza. Señaló la inconsistencia lógica de la teoría: «¿Es un clon o un robot? Porque si es ambos, entonces el programa de gobierno ‘Build Back Better’ era literalmente un plan para construir un Biden mejor. ¡Lo lograron!». La risa fue el único escudo ante el absurdo.

Pero fuera del espacio seguro de la comedia, las reacciones esta vez han tenido un tono mucho menos serio que en otras ocasiones. Hace algunos años, cuando Trump comenzaba a mostrar signos graves de disociación con la realidad desde el poder, la doctora Bandy X. Lee, psiquiatra forense y exprofesora de Yale, escribió «The Dangerous Case of Donald Trump», junto a más de treinta especialistas en salud mental. En ese marco, afirmó que Trump representa un «riesgo patológico para la democracia». Aunque el diagnóstico a distancia sea éticamente complejo, Lee argumentaba que su comportamiento público reiterado, su relación con la mentira y su desprecio por la realidad objetiva constituían un patrón clínico alarmante.

Y no fue la única en advertirlo. En el pasado, distintas figuras públicas también levantaron la voz frente a lo que, en su momento, parecía inadmisible. Mitt Romney declaró en 2020 que «la presidencia no lo ha cambiado a él; él ha cambiado la presidencia». Nancy Pelosi, en enero de 2021 tras el asalto al Capitolio, manifestó que «es aterrador que alguien tan desconectado de la realidad tenga acceso a armas nucleares». Bernie Sanders, en plena campaña de 2020, señaló que Trump era una «amenaza existencial para la democracia». Desde Chile, Gabriel Boric comentó en 2022, en entrevista con «The Clinic», que «no hay que normalizar lo absurdo. Hoy vemos a líderes diciendo barbaridades y muchos solo se encogen de hombros. Ese es el verdadero peligro». Y la intelectual francesa Julia Cagé, en una columna publicada en «Le Monde Diplomatique» en 2023, escribió que «cuando el delirio se institucionaliza desde el poder, el resultado es una cultura cínica, sin capacidad de sorpresa».

La pregunta, entonces, es si estamos perdiendo esa capacidad de asombro. Porque eso sería, quizá, el último paso antes del colapso moral y racional de nuestras sociedades. No hay nada más peligroso que un psicópata ignorante con poder. Especialmente cuando ese poder tiene forma de ojivas nucleares, algoritmos de propaganda y millones de seguidores que confunden entretenimiento con verdad.

El problema de fondo no es solo el mensaje: es el mensajero. Que quien lidera hoy la primera potencia mundial amplifique una narrativa delirante como si se tratara de un dato más, debe encender alarmas en todos los rincones del planeta. Este no es un influencer de TikTok jugando al teorista conspirativo. Es un comandante en jefe.

Y aquí es donde la semiótica tiene algo que decir. Lo que Trump hace, consciente o no, es usar la lógica del meme para reinstalar realidades alternas. El signo ya no representa al referente real (Biden, el presidente humano), sino a una entidad simbólica a la que se puede atribuir cualquier cosa: clon, dron, demonio. No importa lo que es, importa lo que simboliza para su base. Y esa base ya no exige pruebas. Exige narrativas.

En este contexto, el mundo no está simplemente lidiando con un político populista. Está enfrentando a un sociópata funcional que maneja una plataforma digital como si fuera un gabinete de guerra. Si en lugar de «clon» hubiera escrito «Biden es satánico» o «Biden es un holograma reptiliano», el efecto sería el mismo: distracción, desinformación y radicalización. Y todo con la gravedad de quien ya controla el índice que lanza misiles.

En resumen: el mundo está al borde de una caricatura peligrosa, y mientras algunos se ríen, otros se organizan. Como dijo Hannah Arendt, el mal puede ser banal, pero también puede ser viral. Y en el siglo XXI, ambos están a un solo «click» de distancia.

OPINÁ, DEJÁ TU COMENTARIO:
Más Noticias

NEWSLETTER

Suscríbase a nuestro boletín de noticias