viernes 13 de junio de 2025 - Edición Nº2382

Derechos Humanos | 11 jun 2025

Violencia en favelas.

La fiesta interrumpida: un grito de humanidad en las favelas de Río

Marielle Franco preguntó una vez: «¿Cuántos más tendrán que morir?». No se trata de una tragedia aislada, sino de un patrón que se repite desde hace décadas, a través de diferentes gobiernos y partidos políticos.


Por: Jacqueline Melo. Fuente: Agencia Pressenza

Marielle Franco preguntó una vez: «¿Cuántos más tendrán que morir?».

No se trata de una tragedia aislada, sino de un patrón que se repite desde hace décadas, a través de diferentes gobiernos y partidos políticos. Río de Janeiro, ciudad de belleza deslumbrante y contrastes chocantes, ha vuelto a ver empañada su alegría por la violencia. Ayer, en plena Fiesta de Junio de Morro do Santo Amaro, un acontecimiento cultural que celebra la unidad y la tradición, se truncó trágicamente la vida de Herus Guimarães Mendes, de 24 años.

No era un delincuente; era un trabajador, un hijo, un joven que, junto a su madre y sus amigos, estaba allí, en su comunidad, esperando el comienzo de un acontecimiento cultural que conlleva una tradición popular. Las fiestas de junio son acontecimientos culturales vibrantes, llenos de color, baile y risas que resuenan en todo Brasil. Era imposible perderse la escena: las calles abarrotadas, las ropas de colores, la música. La pregunta que surge, dolorosa y urgente, es: ¿por qué el tiroteo?

La narración es dolorosamente familiar: la redada policial, la denuncia de un enfrentamiento, las calles llenas de gente inocente. ¿Cómo puede la búsqueda de personas supuestamente armadas cegar a las fuerzas de seguridad ante la realidad de enfrentarse a decenas de vidas desarmadas, niños y adultos que sólo buscaban un momento de ocio y felicidad?

¿Cuántos Herus han sido y serán silenciados por esta lógica del enfrentamiento que precede a la razón y la empatía? Hombres, mujeres, niños: la lista de víctimas inocentes es cruelmente larga. Con cada bala perdida, con cada vida arrebatada, no es sólo un individuo el que desaparece, sino una familia que se desgarra, una comunidad que llora y la fe en un futuro más justo que se desvanece.

Ese sentimiento de dolor, de vacío e impotencia, de rabia, en el que te arde el alma, los ojos se te hinchan de lágrimas al ver a tantas personas que han visto truncadas sus vidas por la violencia, allí juntas, de pie, intentando unirse para formar un solo pilar, aunque sólo sea por un momento, para sostenerse y apoyarse mutuamente, incluso mientras te preguntas cuántos Herus han sido, y seguirán siendo, silenciados por esta lógica de confrontación que precede a la razón y la empatía? Hombres, mujeres, niños: la lista de víctimas inocentes es cruelmente larga.

Con cada bala perdida, con cada vida arrebatada, no es sólo un individuo el que desaparece, sino una familia que se desgarra, una comunidad que llora y la fe en un futuro más justo que se desvanece.

Es imperativo cuestionar la humanidad que hay detrás de las decisiones que conducen a estas operaciones. La falta de rendición de cuentas de los agentes de seguridad implicados en estas operaciones es una herida abierta en la justicia brasileña. La impunidad alimenta el ciclo de la violencia, refuerza la desconfianza y perpetúa el dolor de decenas de familias que ven cómo sus seres queridos son tratados como daños colaterales.

Es urgente romper con esta lógica perversa. El futuro que queremos para Río de Janeiro y para Brasil no puede construirse sobre la sangre de inocentes. Necesitamos repensar las estrategias de seguridad pública, priorizando la inteligencia sobre la fuerza bruta, el diálogo sobre la confrontación y la vida sobre las estadísticas. La verdadera seguridad se construye con la presencia del Estado en las políticas sociales, la educación y la cultura, y no sólo con la fuerza militar.

Que la muerte de Herus Guimarães Mendes no sea un número más en un trágico recuento. Que sea un punto de inflexión, un grito que nos obligue a ver la humanidad en cada rostro, a valorar la vida por encima de todo y a perseguir sin descanso la no violencia como único camino hacia un futuro verdaderamente justo y pacífico. Sólo entonces podremos bailar juntos la cuadrilla de la vida sin miedo.

 

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