Los que llevamos años, incluso casi toda nuestra vida (75 años en mi caso), intentando recuperar la cordura y el sentido común en las relaciones humanas, nos avergonzamos de pertenecer a la especie que derivó del “homo sapiens”. Parece que algunos de ellos evolucionaron hacia un “homo crudelis” y otros hacia un “homo indifferens”. Por acción u omisión, entre unos y otros, han conducido al mundo a la degradación moral inaceptable e intolerable que estamos viviendo.

Mires hacia donde mires, hay “pirómanos” que incendian el planeta con toda impunidad. Son personajes tan tóxicos y crueles como Netanyahu, que perpetra un genocidio en Gaza y ahora ataca a Irán; Putin que invade Ucrania con ambición expansiva; Trump que pasa “por encima” de la ley con arrogancia y maneras de macho alfa. Mientras tanto, China se sienta paciente a la puerta de su casa esperando que pase el cadáver de su enemigo. La India y Pakistán agitan sus aguas.  El diálogo y la diplomacia no pasan por su mejor momento.

Habría que recuperar el espíritu que impregnó la creación de la Organización de Naciones Unidas, la Declaración Universal de los Derechos Humanos…

El lanzamiento de las bombas atómicas sobre las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki no pretendía acabar con la II Guerra Mundial, como se  dijo, rotundamente no. Hay documentación que así lo testimonia. Fue una advertencia y una demostración clara de quien tendría el poder.

Cabría hacer algunas reflexiones.

• En primer lugar, subrayar que las armas nucleares, paradigma de la crueldad, han sido declaradas insanas por la OMS, fuera de la ley por el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, y han sido prohibidas por Naciones Unidas.
• En segundo lugar, cuestionar la “licitud democrática” del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, formado por 15 miembros, 5 de ellos permanentes y con derecho a vetar la resoluciones que no les sean favorables, precisamente los países que conforman el Club Nuclear (EE.UU.,  Rusia, China, Francia y Reino Unido).
• En tercer lugar, rebatir la estrategia de la disuasión nuclear, basada en la amenaza de represalias nucleares para disuadir a los agresores de iniciar un conflicto. Según afirmaba en 1959 el especialista en disuasión nuclear Bernard Brodie: «las armas nucleares deben estar siempre listas, pero nunca se deben utilizar». Es obvio que detonarlas sería un suicidio.

Si no van a usarse … ¿para qué tenerlas?, ¿qué utilidad tienen?. Lo explicaré:

• Permitir a los miembros del Club Nuclear vetar resoluciones, en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y colocarles en posición de privilegio en las mesas de negociación.
• Aumentar la desconfianza entre las naciones y alterar el equilibrio y la seguridad en las relaciones internacionales.
• Estimular la proliferación nuclear y favorecer la modernización de los arsenales.
• Obstaculizar el camino del Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares y el desarrollo de otros tratados que han puesto en dificultades la existencia de las armas nucleares.
• Perpetuar la vía de la confrontación en la resolución de conflictos.

Nos dicen que la disuasión nuclear ha evitado la catástrofe nuclear, pero no nos hablan de los momentos en los hemos estado al borde del abismo. En realidad, la única manera de evitar la catástrofe nuclear es la abolición de las armas nucleares. Lejos de ser una utopía, “lo verdaderamente utópico sería pensar que podemos coexistir con las armas nucleares” (Prof. Bernard Lown). O ellas o nosotros.

El Reloj del Juicio Final del Boletín de los Científicos Atómicos también nos alerta de las amenazas que penden sobre nosotros. Metafóricamente la medianoche representa la catástrofe final. El 25 de enero de 2025, este reloj estaba a 89 segundos de la medianoche, nunca antes hemos estado tan cerca del precipicio.

El Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares aprobado por Naciones Unidos en 2017, firmado por 94 países y ratificado por 73, constituye la herramienta fundamental para caminar hacia su abolición total.  La firma de este tratado fue posible gracias a la participación de la ciudadanía y su abolición total lo será igualmente.

Pero el gobierno español no lo ha firmado aún, es urgente que lo haga ya. La implicación de la población civil es crucial, cada persona es imprescindible. No esperemos más.

¡No seamos “homo indifferens”!

Dra. Aurora Bilbao Soto. Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (premio Nobel de la Paz 1985)