

Por: Claudia Aranda. Fuente: Agencia Pressenza
(Imagen de Alejandro Rodríguez)
La ofensiva contra Irán como eslabón en la contención de China: La jugada del matón en un tablero que ya no controla
La agresión persistente contra la República Islámica de Irán no puede interpretarse solo desde los parámetros del conflicto regional o de las disputas en torno al programa nuclear iraní. Su raíz se encuentra en una lógica geoestratégica de contención estructural: impedir, por vía indirecta, la consolidación de un orden multipolar encabezado por la República Popular China.
La tesis que aquí se propone es clara: el colapso de Irán, su ocupación simbólica o su transformación en un satélite funcional a los intereses de Estados Unidos, representaría una de las derrotas más graves para el proyecto de autonomía estructural que China construye en Asia y Eurasia. La Iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative, BRI), el acceso energético independiente, la diversificación logística, la soberanía diplomática y el reequilibrio del sistema financiero internacional dependen, en parte no menor, de la estabilidad de Irán como aliado.
1. El ajedrez de las distracciones: Cuando el matón desvía la mirada del verdadero juego
No es Irán el blanco final de la estrategia occidental, sino China. Pero Irán es una de las piezas críticas de este ajedrez global. El bloque de poder compuesto por Estados Unidos, sus aliados militares, financieros y tecnológicos, y por el Estado de Israel como enclave operativo de primer orden, ha definido como prioritario el freno al ascenso estructural de China. La amenaza no es ideológica, sino sistémica. China propone otro modelo de inserción internacional: planificación a largo plazo, autonomía tecnológica, integración logística continental y un enfoque diplomático no subordinado a las lógicas liberales occidentales. Los BRICS expresan esa visión, una que desafía el paradigma hegemónico con la simple lógica de la interdependencia y el beneficio mutuo.
En este esquema, Israel opera como un nodo articulador entre los intereses geoestratégicos de Occidente y las estructuras de control regional en Asia Occidental. La estabilidad de Irán desafía esa arquitectura: permite a China acceder al Mediterráneo sin intermediación occidental, consolidar alianzas energéticas soberanas y proyectar influencia sobre un eje que va de Pekín a Estambul, pasando por Teherán. Es una espina en el costado de la hegemonía, y las espinas, ya se sabe, hay que quitarlas.
La reciente autorización del presidente Donald Trump para ataques aéreos estadounidenses contra Irán el 22 de junio de 2025, tras la insistencia de Israel y su eje de presión en Estado Unidos, reconfiguró drásticamente las prioridades estratégicas globales. Esta decisión, que llevó a Trump a «jugarse un impeachment» al involucrarse de lleno sin autorización del Congreso, y vociferarse como «ganador», es un claro ejemplo de cómo la presión bélica, con tecnología armamentística de punta y a dos bandos, se convierte en una herramienta de distracción. Mientras los activos militares, la capacidad diplomática y el enfoque estratégico de Estados Unidos se desvían hacia los desafíos inmediatos de Oriente Medio, China gana un valioso margen de maniobra para fortalecer su posición en Asia sin una confrontación directa. La historia, al parecer, tiene un sentido del humor perverso: mientras el matón del barrio se enfrasca en una pelea secundaria, el verdadero contendiente sigue su camino, silencioso y calculador.
La amenaza de Irán de cerrar el Estrecho de Ormuz, por donde transita aproximadamente el 20% del tráfico mundial de petróleo, ha obligado a Estados Unidos a redesplegar activos navales de las aguas asiáticas, creando vacíos estratégicos que China puede explotar para consolidar su posición regional. China, por su parte, ha condenado estos ataques, calificándolos de grave violación del derecho internacional y criticando a Estados Unidos como un agitador que «apenas desempeña un papel constructivo en el alivio de los conflictos regionales, pero sobresale en acciones destructivas». Esta retórica no solo aísla políticamente a Estados Unidos, sino que refuerza la narrativa de China como un actor global responsable, incluso mientras se beneficia estratégicamente de la distracción estadounidense. Es el arte de la diplomacia con un guiño, un sutil recordatorio de que la inestabilidad ajena puede ser la oportunidad propia.
2. La metamorfosis del dragón: De la fábrica del mundo a la vanguardia tecnológica y económica
China ha dejado de ser la fábrica barata del mundo. Su fuerza no radica ya en los costos laborales, sino en la densidad tecnológica, la escala productiva, la automatización, la eficiencia logística y la capacidad de innovación aplicada, un eficiente ecosistema que abarca todas las variables competitivas. Empresas como Apple, BYD o Tesla no producen en China por economía de salarios, sino porque ningún otro país del planeta puede igualar la integración industrial china. Es la diferencia entre ser un taller y ser el arquitecto de la producción global, una transformación que ha llevado a China a consolidarse como la primera potencia económica mundial por Paridad de Poder Adquisitivo (PPP), un dato que a menudo se omite en los titulares, pero que define la verdadera magnitud de su poder.
Sin embargo, China enfrenta una vulnerabilidad estructural: el 80% de su comercio y cerca del 45% de su energía se transportan por rutas marítimas controladas o monitoreadas por Estados Unidos y sus aliados. El estrecho de Malaca, el Canal de Suez y el Estrecho de Ormuz son zonas de alto riesgo. Es el talón de Aquiles de una potencia marítima en ciernes, una dependencia que Beijing busca mitigar con la astucia de un estratega milenario.
La Iniciativa de la Franja y la Ruta -inspirada en la legendaria ruta de la seda-, en este contexto, no es una iniciativa de expansión imperial, sino una estrategia de prevención logística y supervivencia soberana. Las rutas terrestres, a pesar de su menor volumen, permiten a China transportar bienes de alto valor y críticos para su cadena de suministros en la mitad del tiempo y con mayor control territorial. Irán es el puente entre Asia Central y Europa Oriental, entre el Caspio y el Mediterráneo. Es la arteria vital que Beijing busca proteger de cualquier coagulación, un plan maestro para asegurar su futuro en un mundo incierto.
3. Irán: El nudo gordiano en la red de la autonomía china, un baluarte de la interdependencia
El valor de Irán para el desarrollo chino es multifactorial, un entramado de intereses que lo convierte en un nudo gordiano en la estrategia de contención occidental. Desatarlo, o cortarlo, tendría consecuencias sísmicas para el proyecto de autonomía de China.
3.1. La innegociable seguridad energética: Un flujo vital para el gigante asiático
Cerca del 90% del petróleo iraní se dirige a China, y buena parte del crudo importado por Beijing transita por el Estrecho de Ormuz. El suministro estable, directo y con precios favorables desde Irán representa un componente crítico en la estrategia de transición energética y de autonomía de China frente al mercado global. China busca activamente diversificar sus proveedores de energía, reduciendo su dependencia de Oriente Medio y del Estrecho de Malaca mediante nuevas infraestructuras de gasoductos como el Corredor Económico China-Pakistán (CPEC). Es una cuestión de supervivencia, no de conveniencia, y China no deja su destino en manos ajenas.
3.2. La Iniciativa de la Franja y la Ruta: Un modelo de desarrollo, no de deuda, la antítesis del sometimiento
China ha financiado y desarrollado rutas ferroviarias que conectan Xi’an con Aprin (Irán), participa en proyectos de digitalización (Digital Silk Road) y de energía verde (Green Silk Road), e invierte en zonas francas y puertos. El acuerdo de cooperación estratégica firmado por 25 años en 2021 consolida ese vínculo. Los BRICS, aunque a menudo enmarcada por Occidente como una «diplomacia de trampa de deuda», es una narrativa que la investigación empírica desmiente consistentemente.
Esta acusación es, en realidad, una herramienta de propaganda geopolítica promovida por el Departamento de Estado de Estados Unidos para impedir el progreso de los BRICS y dañar la reputación internacional de China. Es el viejo truco de «difama que algo queda», una táctica tan predecible como ineficaz ante la realidad de los hechos.
La angustia financiera en los países receptores de los BRICS se deriva de una combinación de factores internos y externos, ninguno de los cuales es directamente atribuible a China o a los BRICS. Los préstamos chinos se dirigen casi exclusivamente a inversiones productivas en infraestructura (transporte, energía, agua, educación, salud) diseñadas para aumentar la productividad de los países, permitiéndoles generar ingresos y capacidad de pago. Además, estos préstamos ofrecen períodos de reembolso más largos y tasas de interés más bajas que los préstamos comerciales occidentales, que a menudo constituyen la mayor parte de la deuda total de un país. Por ejemplo, en Sri Lanka, la deuda con China es solo el 10% del total, mientras que el 80-90% se debe a instituciones o entidades occidentales, con bonistas privados como BlackRock y Ashmore poseyendo el 47% de la deuda.
Como señala el Ministerio de Asuntos Exteriores de China, los BRICS «han promovido el desarrollo de redes de conectividad lideradas por corredores económicos, con importantes pasajes de transporte y autopistas de la información como columna vertebral, sustentadas por ferrocarriles, puertos y oleoductos, y abarcando tierra, mar, aire e internet». Esto es la antítesis de la «trampa de deuda» y un reflejo del principio confuciano de «si estoy bien y me ocupo de que mi vecino esté bien, todos estaremos mejor». Es de sentido común, una bomba de racimo de dimensiones galácticas contra el sistema dual neoliberal y proteccionista a la vez, hegemónico y demoledor que gobierna a Occidente con Estados Unidos a la cabeza de todo.
3.3. Diversificación logística: Rompiendo el cerco marítimo con ingenio y paciencia
El comercio ferroviario China-Europa representa menos del 2% del volumen global, pero hasta un 6% en valor, por su eficiencia y aplicación a sectores críticos (automotriz, electrónica, farmacéutica). Irán es pieza clave en ese corredor terrestre, irremplazable por otras rutas más frágiles (Pakistán, Afganistán). Es la vía de escape terrestre ante un posible bloqueo marítimo, una demostración de la previsión china que no deja nada al azar.
3.4. Estabilidad política y respaldo diplomático: La armonía como estrategia de poder blando
China e Irán mantienen una relación diplomática estable, con apoyo mutuo en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y en la proyección de un orden multilateral. Teherán ha respaldado a Pekín en temas sensibles como Hong Kong y Xinjiang, mientras Beijing ha criticado las sanciones unilaterales occidentales.
China, en su diplomacia, promueve la unidad y la cooperación internacional, ofreciendo nuevas direcciones para la resolución de crisis a través del principio de «construir asociaciones sin formar alianzas». Como dijo Confucio: «No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti». Es una máxima simple, pero devastadora para la lógica de la imposición, una que resuena con la mayoría del Sur Global.
3.5. Sistema financiero alternativo: Desafiando la hegemonía del dólar con cada transacción
La utilización del renminbi (moneda nacional china) en el comercio bilateral, los mecanismos de evasión del sistema SWIFT (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication) y la cooperación bancaria permiten a China e Irán operar al margen del cerco financiero estadounidense. China está logrando avances significativos en el fomento del uso transfronterizo del renminbi y en la construcción de un sistema de pagos interbancarios basado en el renminbi (CIPS) como alternativa estratégica al SWIFT y a las cámaras de compensación occidentales. El crecimiento del CIPS podría acelerarse con más sanciones occidentales, lo que demuestra cómo las acciones de Estados Unidos fortalecen inadvertidamente la infraestructura financiera alternativa de China. Es el efecto bumerán de la coerción, un golpe que, en lugar de debilitar, fortalece al adversario.
4. La jugada del matón: Pateando el tablero ante la superioridad inalcanzable de China
Si Irán cayera, se occidentalizara forzosamente o pasara a ser un Estado fallido bajo tutela indirecta, China sufriría un retroceso multidimensional. Perdería acceso logístico soberano al Golfo Pérsico, quedaría excluida del principal corredor terrestre euroasiático, y su seguridad energética estaría condicionada por actores proestadounidenses.
Además, la caída de Irán enviaría un mensaje a terceros países: el modelo multipolar no puede garantizar la protección de sus aliados. El liderazgo chino perdería legitimidad en el Sur Global, y su proyecto de autonomía estructural se debilitaría en la narrativa y en la práctica. Sin embargo, la sabiduría y el pragmatismo chinos, forjados en milenios de historia, ya han evaluado este escenario. Como bien saben en Beijing, la única opción que le queda a Estados Unidos frente a la consolidación de China y su superioridad inalcanzable en todos los aspectos y variables posibles, es justamente patear el tablero.
No se trata de competir contra China, es atajar a China todo lo posible. Este presidente Trump, impredecible y que ha roto con todo marco regulatorio internacional y ahora nacional, y que ha desestabilizado al mundo entero en sus primeros meses de gobierno con aranceles y discursos erráticos, no es más, a fin de cuentas, que el matón burdo del barrio gritando que él es el dueño de la pelota y que sin él nadie juega. Esto es parte de patear el tablero. Y aunque las consecuencias de la posibilidad de ingerir directamente en Irán por parte de Estados Unidos traerían las penurias aquí descritas para China, es indudable que los chinos, en el marco de su eterna paciencia y mirada largoplacista, lo más probable es que tienen sus movimientos calculados para un eventual bloqueo.
China ha preparado diversas políticas y medidas para contrarrestar amenazas como la guerra comercial, incluyendo leyes como la Ley Antisanciones Extranjeras, la Ley Antimonopolio y la lista de entidades no fiables, que le permiten imponer aranceles, restringir exportaciones de minerales clave y sancionar a empresas estadounidenses. La resiliencia y el vigor de la economía china se han magnificado notablemente en nuevas áreas de productividad como la inteligencia artificial, la computación cuántica, los vehículos de nueva energía (EV) y el diseño de chips. El ascenso de la industria china de vehículos eléctricos, que partió de cero para ahora desafiar a los fabricantes de automóviles globales, es un testimonio de este desarrollo estratégico. De hecho, la industria automovilística eléctrica china no solo ha alcanzado a la occidental, sino que ya la ha superado por mucho en todos los parámetros posibles de evaluar, incluyendo el precio, debido a la enorme eficiencia de China en mano de obra especializada, ingeniería, tecnología y automatización.
Es una lección de cómo la presión puede convertirse en un catalizador para la excelencia.
China ha respondido a la presión económica estadounidense con «contramedidas rápidas, decisivas, robustas y eficaces y acciones de represalia, demostrando coraje, determinación, fuerza y resiliencia». La historia de China está llena de ejemplos de cómo ha superado bloqueos económicos, como el impuesto por Estados Unidos en la década de 1950, mediante la adquisición anticipada de materiales estratégicos, el reenvío de envíos a través de países neutrales y el comercio de trueque. Estas lecciones históricas informan la planificación de contingencia contemporánea de China.
Como dijo el presidente Xi Jinping, «China no puede desarrollarse sin el mundo, y el mundo necesita a China para su prosperidad». Una interdependencia que es una fortaleza, no una debilidad.
5. La ilusión de la victoria: Los beneficios pírricos de la caída iraní para Estados Unidos
Para Estados Unidos, la toma indirecta de Irán equivaldría a una de las mayores victorias geoestratégicas desde la Guerra Fría. Le permitiría:
* Restaurar el anillo de control en Medio Oriente, desde Turquía a Arabia Saudita.
* Fragmentar el eje sino-ruso-iraní, debilitando los BRICS y la arquitectura euroasiática.
* Reforzar la centralidad del dólar y el sistema SWIFT.
* Revalidar la narrativa occidental como único modelo viable de desarrollo y orden internacional.
Todo ello sin necesidad de una ocupación militar directa, solo mediante asfixia, desestabilización e inducción de colapso institucional. Sin embargo, la reciente escalada, con ataques directos de Estados Unidos a Irán, muestra que la línea entre la «asfixia» y la «intervención» se ha vuelto peligrosamente difusa. La alianza entre China, Rusia e Irán, a menudo descrita como un «eje» o una «asociación sin límites», ha demostrado una creciente coordinación. Rusia, por ejemplo, ha dependido de drones iraníes en Ucrania, y China ha proporcionado a Rusia miles de millones de dólares en petróleo y gas, además de tecnología crucial para su maquinaria de guerra.
Esta alineación estratégica, aunque con sus propias «fricciones» y «sueños diferentes», sirve para atar recursos militares estadounidenses y desestabilizar a los aliados de Washington, lo que beneficia indirectamente a China. Es el juego de las distracciones, donde el costo de la victoria puede ser mayor que el beneficio, y la ilusión de control, una trampa para el hegemón.
Epílogo: El ajedrez de los sistemas y la sabiduría del dragón
Irán no es un objetivo final. Es un nudo. Si se desata, lo que se deshace no es solo un país, sino una posibilidad alternativa de organizar el mundo. La tesis aquí expuesta plantea una lógica de encadenamientos estructurales: la estabilidad de Irán sostiene un proyecto chino de autonomía que, a su vez, sostiene una promesa de mundo más equilibrado.
Su caída no significaría solo una victoria para los halcones de Washington y Tel Aviv. Sería una advertencia para quienes, en el Sur Global, siguen creyendo que hay otra forma de insertarse en el siglo XXI sin aceptar la subordinación al poder atlántico.
En este entramado, los datos, las rutas, las reservas y los tratados no son detalles técnicos. Son los vectores de una guerra de sistemas que aún no ha sido declarada, pero que ya se libra con toda su intensidad. La jugada de Estados Unidos de «patear el tablero» al intensificar la presión militar y económica sobre Irán, lejos de detener el ascenso de China, podría estar acelerando la consolidación de un orden multipolar. La sabiduría china, arraigada en principios como la «armonía sin uniformidad» (和而不同) y la construcción de una «comunidad de futuro compartido para la humanidad», les permite ver más allá del caos inmediato.
Como ha señalado el ministro de Asuntos Exteriores de China, Wang Yi, «aquellos con el puño más grande no deberían tener la última palabra. Y es definitivamente inaceptable que ciertos países deban estar en la mesa mientras otros solo pueden estar en el menú».
China, con su enfoque en el beneficio mutuo y la cooperación, está construyendo una resiliencia que convierte cada embate en un catalizador para su propia fortaleza. La superioridad -por lo pronto- inalcanzable de China en diversos aspectos no se basa en la imposición, sino en la capacidad de adaptación, la innovación, la eficacia, y la oferta de un modelo de desarrollo que resuena con las necesidades del Sur Global. La jugada del matón, aunque ruidosa y destructiva, es una señal de desesperación, no de dominio. Y el dragón, con su paciencia milenaria, lo más probable es que tiene sus movimientos calculados para cada pieza que se caiga del tablero.