jueves 26 de junio de 2025 - Edición Nº2395

Internacionales | 26 jun 2025

El Fantasma de Una Guerra.

¿Y si sólo tres bastaran para incendiar el mundo?

08:17 |Pocos líderes generan tanto temor como el Ayatolá Alí Jamenei. En su figura no hay discursos rimbombantes, sino teología, estrategia y amenaza. Líder supremo de Irán desde 1989, no gobierna como un Presidente sino como un símbolo viviente.


Por: Mauricio Herrera Kahn. Fuente:Agencia Pressenza

(Imagen de Toni Antonuci)

Israel, Irán, Trump… y el fantasma de una guerra que puede atraparnos a todos

Pocos líderes generan tanto temor como el Ayatolá Alí Jamenei. En su figura no hay discursos rimbombantes, sino teología, estrategia y amenaza. Líder supremo de Irán desde 1989, no gobierna como un Presidente sino como un símbolo viviente. Su palabra no se negocia, se obedece o se combate. Desde su puesto ha sobrevivido a presidentes, revoluciones, guerras y amenazas nucleares. Jamenei no necesita alzar la voz, su poder se arrastra como un murmullo entre mezquitas, arsenales y fronteras.

Frente a él, el eterno primer ministro: Benjamín Netanyahu. Un político que ha convertido la guerra preventiva en doctrina de supervivencia. No gobierna, maniobra. Regresa al poder cada vez con más impunidad. Netanyahu vive del miedo y con él justifica todo, los bombardeos, las colonias, la ocupación. Para él, la defensa de Israel comienza siempre con un disparo.

Y en el centro de la escena, Donald Trump. Ya no es el outsider: es nuevamente Presidente de Estados Unidos, esta vez sin frenos ni moderación. No habla con prudencia: habla con pulsiones. Trump mezcla amenaza nuclear con reality show. Y en su narrativa, todo puede ser combustible electoral, incluso una guerra.

Hoy no hay coaliciones ni alianzas amplias. Hay tres hombres. Y una sola chispa podría bastar.

El primer misil

El 12 de junio, Israel atacó una instalación en las afueras de Isfahán. Lo llamó “cirugía estratégica”. Sin autorización internacional. Sin pruebas. El mensaje era claro: si Irán avanza, Israel golpea.

Irán respondió dos días después. No con discursos, sino con drones desde Siria y Líbano, enviados por milicias aliadas. Una advertencia más que una venganza: “podemos responder… y esto apenas comienza.”

El mundo pidió “contención” al atacado, como siempre. Pero esta vez no era Gaza. Era Irán. Y eso cambia todo.

El blanco israelí no era nuclear. Era simbólico. Isfahán no es solo uranio, es herencia, cultura, memoria. Golpear allí es una provocación deliberada. Netanyahu sabía que tocaba el corazón de Persia. Lo hizo igual. Para humillar. Para mostrar que ni el centro espiritual está a salvo. La doctrina Netanyahu ha cambiado, ya no disuade, domina. Ya no reacciona, anticipa. Actúa como un imperio que castiga, no como un país que se defiende.

Pero Irán no responde con furia. Responde con espera. Jamenei no corre, calcula. Y esa frialdad es más peligrosa que el fuego.

El factor Trump

Trump lo dijo sin matices: “Si Irán toca a Israel, yo responderé como nunca antes se ha visto.” No lo tuiteó. Lo pronunció desde el Salón Oval. Con la cámara fija. Con el dedo temblando sobre el poder nuclear. ¿Fue más que una frase?, fue un ultimátum con cámaras. Trump no gobierna con estrategia. Gobierna con rating. Para él, Irán no es un actor político, es un villano útil. Proteger a Israel no es solo política exterior: es espectáculo.

El Congreso no lo controla. El Pentágono le teme. Sus asesores no lo corrigen, lo interpretan. Y en ese vacío institucional, un capricho puede volverse guerra.

Trump no necesita plan. Le basta con que el mundo crea que lo tiene. Su ambigüedad es su arma. Su amenaza no es real porque sea lógica, sino porque nadie sabe si la cumplirá. Eso lo vuelve el actor más impredecible del trío. Y el más peligroso.

¿Y si bastan tres?

No hay tratados. No hay coaliciones. Solo tres hombres. Uno acorralado por la historia. Uno armado con religión. Uno seducido por la audiencia.

Israel lanza como si no hubiera mañana. Irán responde como si tuviera todo el tiempo del mundo. Y Trump actúa como si el mundo fuera una pantalla. No hay árbitros. No hay red. Solo orgullo. Y fuego. Este no es un conflicto diplomático. Es una pugna de egos en la cima del poder mundial. Bastan tres para activarlo todo. Porque esta vez, la guerra no se declarará, se encenderá.

El silencio que mide

China no habla. Rusia observa. Pakistán murmura. Pero todos calculan.

China tiene intereses estratégicos en Irán. Necesita estabilidad, pero también un mundo donde EE. UU. se desgaste. Su silencio es ambición contenida.

Rusia, hundida en Ucrania, no enviará soldados. Pero sí bloqueará, vetará, distraerá. Cada misil lanzado en Medio Oriente oxigena a Moscú.

Pakistán, frontera nuclear del conflicto, puede cambiarlo todo. Si se alinea con Irán, se activa el sur de Asia. Y el mapa cambia.

Ninguno está callado por cobardía. Están midiendo. Porque si un misil toca Teherán, el equilibrio se rompe. Y Oriente deja de ser escenario para convertirse en origen.

Oriente Medio en llamas

Hezbollah tiene más de 150.000 misiles. Siria está llena de arsenales iraníes. Yemen lanza drones. Irak guarda milicias listas. Todo está encendido. Todo espera. Israel no enfrentará un país. Enfrentará un enjambre. Una red de memoria, milicia y venganza. Hezbollah aún no responde con toda su fuerza. Pero ya mide, ya roza, ya calibra. Si Israel ataca más allá de cierto punto, la respuesta será múltiple y simultánea. Estados Unidos lo sabe. Ya desplegó submarinos. Ya activó radares. Pero si esto se alarga, ni la maquinaria occidental podrá contenerlo.

Israel bombardea ahora porque puede. Pero no podrá sostener todos los frentes si todos responden a la vez.

Europa y la OTAN, la gran omisión

Europa mira. Balbucea. Condena con cautela. Y sigue vendiendo armas. La OTAN fue creada para contener a Rusia. Hoy bordea el ridículo si termina sirviendo a los impulsos de Trump. Alemania duda. Francia juega al mediador. El Reino Unido obedece. Y el resto… se alinea o calla. La gran pregunta no es si la OTAN intervendrá. Es si, una vez dentro, podrá salir.

Las consecuencias invisibles

Las primeras víctimas no serán soldados. Serán niños en Beirut. Madres en Teherán. Pueblos sin agua en Gaza. Los cadáveres serán anónimos y globales. Después vendrá el petróleo. Un misil sobre una refinería y el precio se irá a las nubes. Europa entrará en parálisis. África quedará atrapada. América Latina pagará en inflación. Luego, el clima. Porque las guerras no solo matan, queman el planeta. Misiles, tanques, incendios, bombas químicas. Todo suma carbono. Todo contamina. Una guerra en Medio Oriente no solo colapsa sistemas. Envenena el aire. Mata el futuro.

¿Quién gana?

Nadie. Israel quedará sitiado. Irán, mutilado. Estados Unidos, herido en su alma.

Ganar será un concepto sin sentido. Sobrevivir será la única meta. Y eso no se celebra.

Las alianzas se romperán. Las democracias se endurecerán. Las ciudades se vaciarán. Y la esperanza… será lujo.

Lo que quedó del planeta

Si todo estalla, los cálculos son brutales, entre 30 y 80 millones de muertos en las primeras dos semanas. Ciudades arrasadas. Naciones desaparecidas. Israel, por su tamaño, no resistiría. Irán quedaría fragmentado. EE. UU. sería blanco de sabotajes y ciberataques. Europa colapsaría entre migraciones, pánico e hipocresía. El aire se volvería veneno. El agua, un arma. Las enfermedades brotarían donde no quedan hospitales. Y los refugiados serían millones. La reconstrucción tomaría décadas. La confianza, quizás nunca.

EPÍLOGO

Tres que basten. No hay tratados. No hay resoluciones. Solo tres hombres con furia, historia y fe. Trump no necesita aliados, solo enemigos. Netanyahu no necesita razones, solo excusas. Jamenei no necesita permiso, solo paciencia. Cada uno con poder. Cada uno con relato. Cada uno con acceso a armas que pueden arrasar civilizaciones. El mundo espera que no pase. Pero Gaza esperaba. Siria esperaba. Irak esperaba. Y aquí estamos. Esperando otra vez.

Si la tierra hablara, en medio de esta guerra diría: “Yo no declaro guerras, pero las entierro.” Yo no firmé tratados ni pacté alianzas. No pertenezco a bloques militares ni tengo religiones que me dividan. Soy tierra. Soy origen. Y soy testigo. He sentido los pasos de imperios, las huellas del éxodo, las tumbas sin nombre. He visto caer ciudades antes de que tuvieran nombre. He albergado ruinas que alguna vez fueron futuro. Y sin embargo, ustedes insisten. Me perforan buscando petróleo, me envenenan con químicos, me bombardean como si no tuviera memoria. Pero tengo. Y cada cráter es un recuerdo. Cada mina, una cicatriz. Cada frontera, una herida abierta.

Ustedes disputan territorios, pero olvidan que todos nacieron de mí. Que no hay Israel sin polvo, ni Irán sin sal, ni Estados Unidos sin roca. Me reclaman como propiedad. Pero yo no les pertenezco. Ustedes me habitan… hasta que se extinguen. He visto civilizaciones florecer y luego asfixiarse en sus propias cenizas. Ustedes creen que dominan el mundo porque tienen armas. Pero no pueden detener un volcán. No pueden silenciar un temblor. No pueden negociar con un mar que sube.

Yo no odio. No castigo. Solo devuelvo. Y si insisten en incendiarlo todo, sepan esto, después de ustedes, seguiré aquí. Más sola. Más herida. Pero viva. Y quizás, cuando ya no quede nadie para conquistarme, vuelva a florecer. Porque yo no necesito civilizaciones. Ustedes me necesitan a mí. Yo soy la tierra. Y no tengo tiempo para su ego.

FRAGMENTO FINAL

No habrá himnos. No habrá fotos de generales con banderas. Solo polvo. Y un silencio que dolerá más que las bombas.

La tierra no grita, pero recuerda. El cielo no cae, pero llora. Y las ruinas, algún día, enseñarán.

Si algo sobrevive, no será una torre. Será una pregunta, para qué sirve la victoria si lo único que queda es la memoria?

Y si entre los escombros alguien canta, siembra o escribe, tal vez podamos decir que el mundo no se acabó del todo. Solo entendió, demasiado tarde, que no se trataba de ganar… …sino de no perderlo todo….

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