

Por: Fernando Capotondo
El conflicto Irán-Israel y el ataque de EE.UU. rescataron el espíritu de una histórica declaración impulsada hace 70 años, en plena Guerra Fría. De la vigencia de aquellos postulados a la resignificación de China en el tablero global.
Después que el bombardeo de Estados Unidos a Irán elevara los gritos de guerra a un volumen inesperado, una de las urgencias de la comunidad internacional fue escuchar la voz de China, teniendo en cuenta su creciente protagonismo en términos geopolíticos, su influencia en la diplomacia de Medio Oriente y su vínculo estratégico con Teherán (es su principal socio comercial y comprador de petróleo). En ese contexto, el rápido pronunciamiento de Beijing a favor de la paz sepultó las especulaciones sobre una posible escalada, de impredecibles consecuencias, al tiempo que reforzó su perfil de potencia emergente que prioriza la estabilidad y las negociaciones, tal como ocurrió hace 70 años cuando impulsó los “Cinco Principios de Coexistencia Pacífica” en la histórica Conferencia de Bandung.
Dicen los que saben que el primer ministro chino Zhou Enlai tuvo un papel significativo en aquel encuentro internacional realizado en la isla de Java, Indonesia, en abril de 1955. Los famosos principios – respeto mutuo por la soberanía y la integridad territorial, no agresión mutua, no injerencia en los asuntos internos de otros países, igualdad y beneficio mutuo, y coexistencia pacífica – contaron con el voto unánime de los 29 países participantes, aunque en realidad fueron una suerte de ratificación del “Acuerdo sobre el Comercio y las Relaciones entre la Región Autónoma del Tíbet de China y la India”, que Beijing había firmado junto a India y Birmania (actual Myanmar), un año antes, en 1954.
Durante décadas, estos postulados fueron un marco de referencia para los países descolonizados de Asia y África, al igual que hoy expresan la base doctrinaria de la diplomacia china, como reconocen los observadores de la posición china en el choque Irán-Israel y otros conflictos internacionales.
En efecto, como si estuviera recitando el documento final de Bandung, el ministro de Relaciones Exteriores Wang Yi destacó esta semana que “China apoya la paz y se opone al uso de la fuerza para la solución de disputas internacionales”. Después de denunciar que Israel y Estados Unidos “violaron gravemente el derecho internacional y atentaron contra la soberanía de Irán”, el canciller hizo un llamado al diálogo y señaló que “todas las partes deben regresar la cuestión nuclear iraní al camino de las soluciones políticas”.
En sintonía
El espíritu de los “cinco principios” también dijo presente en la primera condena del gobierno chino a la ofensiva de los EE.UU. contra las instalaciones nucleares iraníes de Fordow, Natanz e Isfahán. Pocas horas después del ataque, el vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores, Guo Jiakun, acusó a Washington por “violar gravemente los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional”, además de responsabilizarlo por “intensificar las tensiones en Medio Oriente”.
“China – agregó Guo – hace un llamado a las partes en conflicto, a Israel en particular, para alcanzar un alto el fuego cuanto antes, garantizar la seguridad de los civiles e iniciar las negociaciones. Estamos dispuestos a trabajar con la comunidad internacional para defender la justicia y restaurar la paz”.
Un discurso casi calcado pronunció días después el representante permanente de China ante la ONU, Fu Cong, al condenar “la violación de Estados Unidos de la soberanía, la seguridad y la integridad territorial de Irán” y rechazar lo que fue considerado como “un duro golpe al régimen internacional de no proliferación nuclear”. “China está profundamente preocupada por el riesgo de que la situación se salga de control”, admitió.
“Durante demasiado tiempo, Washington ha empleado un doble rasero y alimentado el caos regional para obtener beneficios estratégicos. La comunidad internacional no debe permanecer de brazos cruzados, sino actuar para calmar las tensiones, en lugar de avivarlas”, destacó un comentario editorial de la agencia de noticias Xinhua.
Días después, China observó con cautela el segundo tiempo del partido que Trump se dispuso a jugar con Irán e Israel. Como todos saben, el presidente estadounidense anunció un cese del fuego que fue violado a las pocas horas, bautizó al conflicto como “La guerra de los 12 días” y, finalmente, reconoció que el fin de las hostilidades (vigente mientras se escribían estas líneas) era una “situación realmente frágil”.
¿Un nuevo Bandung?
Más allá de los dichos de Trump, la postura de China se mantuvo en línea con los lineamientos aprobados en la Conferencia de Bandung, aunque claro, lo que en plena Guerra Fría sirvió como declaración de independencia y operó como punta lanza del Movimiento de Países No Alineados, esta semana fue rescatado como un renovado programa de mediación frente a la escalada y aparente solución de la guerra que tuvo en vilo al mundo.
Al respecto, la respuesta de China al bombardeo inicial de los EE.UU. hizo recordar el principio de respeto irrestricto a la soberanía y la integridad territorial de los Estados. Beijing lo denunció como una “violación grave del derecho internacional”, citando la Carta de las Naciones Unidas (ONU), de la cual es miembro fundador, y la Declaración Conjunta China–Estados Árabes de 2022. “La soberanía no debe ser un privilegio de unos pocos, sino un derecho igual de todos”, supo decir el presidente Xi Jinping, ante la Liga Árabe en 2016, en una declaración que los sinólogos adoran citar cuando los conflictos internacionales les dan el contexto adecuado.
El segundo principio de solución pacífica de los conflictos se ha expresado, según coinciden los sinólogos, en los documentos y propuestas que Beijing impulsó en los últimos años en distintos foros internacionales. Figura en el Acta Final de Helsinski (1975), que bien podría aplicarse en Gaza, Siria, Yemen o Ucrania; en su iniciativa de “Cuatro Puntos para la Paz en Medio Oriente” (2017) o en su “Plan de 12 Puntos para Ucrania” (2023). A ello se suma que el gobierno chino ofreció su territorio como sede de futuras negociaciones entre Israel y Palestina, y fue clave en el acercamiento entre Irán y Arabia Saudita, anunciado en Beijing en marzo de 2023.
Asimismo, donde antes se hablaba de “igualdad y beneficio mutuo”, hoy se podría apuntar al concepto de justicia como columna vertebral de una paz sostenible. Al respecto, China suele sostener que no debe haber doble vara en la aplicación del derecho internacional, y que las resoluciones de la ONU tienen que cumplirse sin selectividad. Esta postura tiene un antecedente interesante en su respaldo histórico a la causa palestina, que comenzó con el reconocimiento de la OLP en 1965.
Especialistas explican que frente a la lógica de bloques militares, China hoy propone una arquitectura de seguridad inclusiva y cooperativa, actualizando el viejo principio de “coexistencia pacífica” al lenguaje geopolítico del siglo XXI. Esta idea, sostienen, está contenida en la Iniciativa de Seguridad Global (GSI) lanzada por Xi Jinping en 2022, que busca reemplazar la disuasión por la prevención y el equilibrio militar por la cooperación regional.
Finalmente, uno de los principios más novedosos que se podría plantear en un debate sobre el rol de China es que la paz ahora debe construirse con desarrollo sostenible. En efecto, el país asiático entiende que la pobreza, la desigualdad y el subdesarrollo alimentan el extremismo y la violencia. Por eso, vincula sus propuestas diplomáticas a proyectos como la Franja y la Ruta, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB) o la Iniciativa de Desarrollo Global (GDI), presentada ante la ONU en 2021. En Medio Oriente, ha firmado más de 200 acuerdos de inversión con 22 países, desde telecomunicaciones en Egipto hasta puertos logísticos en Arabia Saudita. En este aspecto, la carta de presentación de Beijing aparece como una alternativa diferente a la estrategia de contención militar que siguen Estados Unidos y algunos de sus aliados.
En síntesis, la guerra Irán-Israel, el bombardeo de los EE.UU., la verborragia de Trump y el hilo que sostiene el cese del fuego, quizás ayuden a que los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica dejen de ser leídos como un documento del pasado, para ser reivindicados como una guía a seguir en estos tiempos cada vez más violentos.
Si los principios son fuertes, tienen más poder que cualquier bomba o misil, dicen por lo bajo en China.