viernes 27 de junio de 2025 - Edición Nº2396

Derechos Humanos | 27 jun 2025

El Fracaso de la Política

La ciénaga, entre el dolor y lo sublime

08:18 |El fracaso de la política y el poder de lo perverso tienen a millones de personas sumidas entre bombardeos y crueldades inhumanas.


Por: Gloria Arias Nieto. Fuente: Agencia Pressenza.

El fracaso de la política y el poder de lo perverso tienen a millones de personas sumidas entre bombardeos y crueldades inhumanas. Mientras oriente arde por el fanatismo de los dementes de uno y otro lado, Colombia sigue en estado de conmoción política y afectiva, en un pulso continuo entre el miedo, la esperanza y la decepción.

Hoy pensé que necesitábamos una pausa, tomar aire y reconocer la belleza que sucede a pesar de la horrible noche. El arte es una tregua y la de hoy nace en Manolo Cruz, un colombiano al que le corre el alma por las venas. Un actor y director de cine a quien la película La Ciénaga, entre el mar y la tierra le costó 23 meses de trabajo, varias hospitalizaciones, un palafito y toda una vida de actor, y conseguir cada peso para convertir el proyecto en realidad.

Cuando la película termina, uno queda sumergido entre la magia y la ternura, y parece increíble que afuera “el mundanal ruido” siga girando perturbado y egoísta, solitario en medio de una multitud de otras y otros.

Más que director, productor y protagonista, Manolo Cruz es quien le cede su piel, sus emociones y sus músculos al joven Alberto Navarro, un muchacho a quien le diagnosticaron una devastadora enfermedad huérfana (distonía muscular) cuando era un niño de la Ciénaga. Todo Manolo actúa en ese palafito: su mirada ama y sueña desde la inmovilidad de una cama elemental, entre el calor y la persistencia, entre el agua, la madre y la madera. Sus manos acarician sin tocar. Hasta los dedos de sus pies reflejan el dolor y la imposibilidad de traspasar la barrera del cuerpo y salir corriendo para ver el mar que está al otro lado de la avenida.

La película se filmó hace 10 años en Tasajera, un lugar de luciérnagas y camarones, pobrezas, bailes y pescadores, donde tres franjas paralelas —el pantano de la ciénaga, el caos de la carretera y el azul turquesa del mar— alimentan los sueños, miedos y amores de su gente.

Todo —casi todo— sucede en la habitación de Alberto, un palafito, una casita suspendida entre el agua y las estrellas que Manolo pidió construir para grabar la película; y al terminar la grabación se la dejó de regalo al hombre que la construyó.

Se necesitaron el corazón y la capacidad actoral de Manolo para darle tanta fuerza a este muchacho que tiene el cuerpo preso y las emociones en libertad.

Lo acompañan la magistral Vicky Hernández (La Rosa azul, mamá de Alberto); Jorge Cao (el vecino de la silla amarilla) y Viviana Serna (Giselle, la niña de sus ojos, la amiga de infancia, la mujer… prisionero será el cuerpo, pero no el amor).

La película ha ganado más de 20 premios, nueve de ellos otorgados por la audiencia. En el Festival Sundance ganó (entre trece mil películas), el premio del público a mejor actuación y mejor drama mundial. En Corea, cuatro mil espectadores aplaudieron de pie esa joya de aguas tristes y amor incondicional que venía del otro lado del mundo.

El día de la premier en Santa Marta, Manolo llevó en buses a cientos de habitantes de Tasajera. “Iban como vestidos de Navidad”, me cuenta emocionado. Pescadores, comerciantes y camioneros, abuelas, tejedoras y vendedoras se vistieron de fiesta; el pueblo fue protagonista de una historia de amor y resistencia y, por unas horas, su vida palpitó distinto. Desde siempre, algo sublime ha habitado en ellos y ellas, pero faltaba que llagara Manolo para mostrarnos desde adentro cómo navegan las emociones, a dónde se van las tristezas que no tiene remedio, y cuánto amor cabe en los brazos de una mamá de la Ciénaga.

Infinitas gracias, Manolo Cruz, por la bondad y el trabajo, por los pies en las olas y los ojos en el cielo.

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