

Por: Mauricio Herrera Kahn. Fuente:Agencia Pressenza
Imagen: El Ciudadano.
Cuando termine julio, quizás no haya fuegos artificiales. No habrá desfiles ni misiles cruzando cielos lejanos. Pero algo va a cambiar para siempre. Porque en una ciudad brasileña no elegida al azar, los líderes del bloque BRICS volverán a reunirse con un objetivo tan simple como devastador: dejar de ser periferia.
La Cumbre de Brasilia 2025 no será un encuentro diplomático cualquiera. Será una declaración de independencia, un llamado a reescribir las reglas del siglo XXI sin pedirle permiso al siglo XX. Y el problema es que el resto del mundo (especialmente ese que habla inglés y aún cree en Bretton Woods como dogma sagrado) no está preparado para eso.
Se dice que la guerra entre Israel e Irán duró doce días. Pero lo que provocó durará décadas. En Europa, la OTAN se descompone entre amenazas de Trump, recortes en defensa y una España que dice “no” a gastar el 5 % del PIB en armas. En Medio Oriente, Irán emerge no como derrotado, sino como símbolo de resistencia y supervivencia estratégica. Y en América Latina, Venezuela aparece como un país que no fue destruido… pero que tampoco fue admitido aún en el club que más sentido tiene para su futuro: los BRICS. Todo eso estará sobre la mesa en Brasilia y más. Porque esta cumbre no es sólo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Es una cita con el planeta.
Con 11 países miembros desde 2024 (incluyendo Egipto, Irán, Emiratos, Etiopía y Arabia Saudita), los BRICS ya representan más del 40 % del PIB global en paridad de poder adquisitivo. Controlan la mitad de la producción mundial de alimentos, casi el 60 % del petróleo conocido y más del 65 % de la población humana. No es una alianza militar, pero sí un eje de gravedad económica, diplomática y civilizacional. Su banco propio (el Nuevo Banco de Desarrollo) financia proyectos sin las condiciones ideológicas del FMI. Su moneda alternativa al dólar, aún en pañales, ya preocupa a Wall Street. Y sus reuniones no son foros. Son mapas del mañana.
Lo que hará distinta esta cumbre no es el lugar ni los abrazos protocolares. Es el momento. Después de una guerra que estuvo a tres misiles de la catástrofe nuclear, el mundo no quiere más bipolaridad. Ni más Washington versus Moscú. Ni más Tel Aviv bombardeando cuando se le da la gana. La humanidad quiere equilibrio. Y los BRICS ofrecen algo parecido. No perfecto, no puro. Pero distinto.
Venezuela llega a esta cumbre como candidata lógica a ser admitida. Tiene litio, tiene petróleo, tiene respaldo chino y ruso. Y lo más importante, tiene cicatrices. Años de sanciones, bloqueos, operaciones de inteligencia, propaganda de CNN y sabotaje financiero. No es un país decorativo. Es un símbolo vivo de lo que significa resistir al orden mundial impuesto por la Casa Blanca. Si Venezuela entra a los BRICS no será solo una noticia diplomática. Será una bofetada directa al Departamento de Estado.
Pero el ingreso de Venezuela no es el único temblor que se espera. Pakistán e Indonesia también suenan como nuevos miembros. Con ellos el bloque ampliado superaría los 6.000 millones de habitantes. ¿Cuánto más necesita un grupo para ser considerado “eje del planeta”? ¿Cuántas bombas menos tienen que tener para que Occidente deje de llamarlos “amenaza”?
En paralelo, India y China avanzan a velocidades opuestas pero con un mismo destino: liderar el comercio, la tecnología y los flujos financieros del futuro. China será la primera economía mundial antes de 2035. India la tercera. Rusia se atrinchera en recursos energéticos y acuerdos militares con Asia. Brasil se reinventa como potencia alimentaria y ambiental. Sudáfrica ofrece el puente hacia un continente que ya no quiere tutelas francesas ni bases de la OTAN. Y Egipto, Irán, Etiopía, Arabia Saudita… juegan de local en cada zona caliente del globo.
Trump no entiende lo que está pasando. Cree que firmando pactos con la OTAN o aumentando el gasto militar puede frenar la ola. Pero el mundo no se mide solo en tanques. Se mide en comercio, tecnología, alimentos, cultura, alianzas. Y en eso los BRICS tienen ventaja. Pueden comprar barato, vender masivo, producir internamente y no rendirle cuentas al dólar. No necesitan invadir para ganar. Solo resistir.
La agenda de Brasilia que se realizará entre los días 6 y 7 de julio no será retórica. Se espera que se avance en al menos cuatro frentes: (1) una unidad de pagos en monedas locales (fuera del dólar), (2) mecanismos de cooperación energética entre miembros, (3) planes para desarrollo digital soberano y (4) nuevas reglas para admitir miembros en bloque. Países que estarán presentes, 11 miembros (cinco fundadores + seis nuevos) y 9 jefes de Estado/PM en persona, más Putin por video. No será la ONU pero empieza a parecerse a algo más real que el G7.
¿Y si entrara Irán y se le diera voz estratégica permanente dentro del bloque? ¿Y si Pakistán, con su arsenal nuclear y su alianza con China se volviera pivote de un nuevo equilibrio musulmán dentro del grupo? ¿Y si Venezuela dejara de ser “problema petrolero” para convertirse en ancla de Sudamérica? ¿Y si el BRICS deja de ser sigla… y se vuelve eje?
Occidente dirá que es propaganda. Que son autocracias. Que no hay democracia ni libertad. Pero lo cierto es que los BRICS no han bombardeado países vecinos, no han impuesto bloqueos, ni han instalado bases militares en cinco continentes. No serán perfectos. Pero no son hipócritas. Y eso ya es mucho más de lo que puede decir Washington, Londres o París.
En 2035, este bloque podría representar más del 55 % del PIB global en PPA. Podría controlar las cadenas de suministro de litio, cobre, grano, hidrógeno y semiconductores. Podría tener satélites propios, plataformas tecnológicas propias, universidades científicas propias y hasta una Corte Internacional paralela a La Haya. No es conspiración. Es proyección. Y si no lo hacen, alguien más lo hará.
Los BRICS no quieren destruir al G7. Solo quieren dejar de mendigarle entrada. Ya no necesitan sentarse a la mesa de otros. Pueden construir la suya. Con acentos distintos. Con mapas distintos. Con heridas distintas. Pero con hambre de lo mismo: respeto.
Pakistán presentó su solicitud en noviembre de 2023, respaldado por Rusia, pero enfrenta un veto efectivo de India, un miembro fundador con poder de veto en las decisiones de expansión consensuada.
Rusia, a través del viceprimer ministro Overchuk, ha expresado su apoyo a Pakistán. Pero India sigue siendo el bloque principal y mientras su relación con Pakistán esté rota, la opción de sentarlos juntos en el mismo bloque no es posible… por ahora. Porque cuando Pakistán sea parte de esta alianza se globaliza un nuevo poder de equilibrio.
Y si el mundo no los quiere reconocer, no importa. Ya tienen a más de medio mundo con ellos. La pregunta no es si los BRICS pueden liderar el futuro. La pregunta es ¿quién puede detenerlos ahora ? …..