jueves 03 de julio de 2025 - Edición Nº2402

Internacionales | 2 jul 2025

La nueva guerra sin misiles

Guerra fría tecnológica: China vs EE.UU.

Ya no hace falta invadir un país para dominarlo. En esta nueva guerra fría basta con un chip. O millones de ellos. Chips que procesan datos, mueven capitales, controlan satélites y deciden qué país lidera el futuro. Estados Unidos y China no se enfrentan con fuego sino con código.


Por: Mauricio Herrera Kahn. Fuente:Agencia Pressenza

(Imagen de Pixabay)

Ya no hace falta invadir un país para dominarlo. En esta nueva guerra fría basta con un chip. O millones de ellos. Chips que procesan datos, mueven capitales, controlan satélites y deciden qué país lidera el futuro. Estados Unidos y China no se enfrentan con fuego sino con código. La batalla ya no es por territorio sino por tecnología, datos y cadenas de suministro estratégicas. Una guerra sin frentes pero con consecuencias globales.

Taiwán no es solo una isla, es el corazón de los semiconductores. Huawei no es solo una empresa, es el símbolo del ascenso chino. TikTok no es solo una red social, es un campo de batalla informático. Los chips no son simples componentes, son misiles del siglo XXI.

El liderazgo global ya no se define en campos de batalla. Se disputa en laboratorios de inteligencia artificial, fábricas de litografía extrema y cables submarinos que conectan el planeta.

De fábrica global a laboratorio digital

Durante décadas China fue el taller del mundo. Exportaba juguetes, textiles y electrónicos ensamblados con tecnología ajena. Pero eso cambió con el plan Made in China 2025. Desde entonces Beijing dejó claro que ya no quiere ensamblar, sino liderar. Su apuesta incluye inteligencia artificial, 5G, robótica avanzada, computación cuántica y biotecnología.

Huawei marcó el inicio del pánico en Washington. Una empresa china liderando sin ayuda occidental. Le siguieron TikTok, DJI, ByteDance, Alibaba. Un ecosistema que ya no copia, compite. El Partido Comunista Chino lo sabe. Quien domine la tecnología dominará la economía. Por eso ha invertido miles de millones en investigación, educación técnica y alianzas tecnológicas con Asia, África y América Latina. China ya no es la fábrica. Es el laboratorio.

EE.UU. contener para no caer

Estados Unidos no tolera que alguien lo alcance. Cuando China dejó de copiar para comenzar a crear, Washington no innovó, contuvo. Trump bloqueó a Huawei, prohibió TikTok y presionó a sus aliados para vetar redes chinas. Biden siguió esa línea pero con más dinero y planificación. El CHIPS Act destinó 280 mil millones de dólares para reindustrializar EE.UU. y cortar la dependencia asiática.

¿Por qué tanto por los chips? Porque hoy son lo que fue el petróleo en el siglo XX. Sin semiconductores no hay inteligencia artificial, ni defensa, ni economía. El problema es que EE.UU. produce menos del 12 por ciento de los chips globales. TSMC en Taiwán y Samsung en Corea dominan el mercado. Washington corre contrarreloj porque sabe que si pierde la carrera tecnológica, pierde el liderazgo mundial.

Taiwán el corazón del conflicto

Taiwán concentra el 90 por ciento de los chips más avanzados del planeta. Sin TSMC se detendrían autos, celulares, misiles y bancos. Por eso la tensión en el estrecho no es solo política. Es digital. Para China la isla es territorio propio. Para EE.UU. es una mina de uranio en plena guerra fría.

Un conflicto militar ahí sería una catástrofe global. Bastaría con paralizar TSMC por una semana para que se rompan las cadenas de suministro. Todos lo saben. Por eso nadie dispara. Pero todos se arman. Porque si Taiwán cae no habrá ganadores. Solo escombros digitales.

5G y datos: el nuevo petróleo

Antes el petróleo era la materia prima del poder. Hoy lo son los datos. Quien controle los datos controla el mundo. Y quien controle las infraestructuras que los capturan, los transmite y los procesa, gobierna el futuro.

La batalla por el 5G fue mucho más que una pugna comercial. Huawei lideraba con precios bajos y tecnología sólida. Estados Unidos respondió acusando espionaje. Pero el verdadero miedo era otro. Perder el control de las venas digitales del planeta.

Los datos ya no son correos o búsquedas. Son patrones biométricos, hábitos, salud, consumo, votos. Son el alimento de la inteligencia artificial. Y en eso China lleva ventaja. Tiene el mayor banco de datos del mundo, millones de cámaras, reconocimiento facial, vigilancia urbana y una red de puntuación social. Además exporta su modelo a África, Asia y América Latina.

Estados Unidos, aunque rezagado en infraestructura física aún domina el cloud global con Amazon, Google, Microsoft. Controla servidores raíz y cables submarinos. Pero su hegemonía es cada vez más disputada. ¿Quién vigila al que vigila? ¿Y quién tiene derecho a hacerlo?

Inteligencia artificial, la nueva carrera nuclear

La inteligencia artificial no es ciencia ficción. Ya diseña armas, predice conductas, reemplaza jueces, automatiza inversiones y dirige drones. No es una herramienta. Es poder.

La carrera recuerda a la de los años cincuenta. Pero esta vez no gana quien dispare primero, sino quien piense más rápido, con más datos y menos escrúpulos.

Estados Unidos lidera con OpenAI, DeepMind, Anthropic. Pero China tiene otra ventaja. Datos masivos, entornos controlados y una coordinación Estado-empresa-universidad que Occidente no puede replicar. Mientras Europa regula, China entrena. Mientras América Latina discute si los robots deben pagar impuestos, China construye una civilización algorítmica.

Aquí no gana quien tenga más ética. Gana quien tenga más servidores, más chips y menos límites.

Europa y los márgenes

Europa mira la guerra con nostalgia imperial. Regula lo que no produce. Defiende la privacidad pero no tiene chips ni plataformas. Quiere ser árbitro pero nadie respeta a un árbitro sin poder económico ni militar.

El resto del mundo espera. India coquetea con ambos lados. Brasil quiere centros de inteligencia artificial pero importa toda su tecnología. África es campo de pruebas. América Latina espectadora. La guerra tecnológica no solo divide por bandos. También por relevancia. El mundo se parte en dos. Los que producen tecnología y los que la consumen sin entenderla.

Una guerra que no hace ruido

No hay explosiones. No hay humo. Pero la guerra está ocurriendo. Cada día, en cada cable, en cada red, en cada teléfono. China y Estados Unidos no necesitan declararse enemigos. Ya lo son. Cuando bloquean chips, cuando vetan empresas, cuando se espían, cuando censuran plataformas, están en guerra.

Y lo más inquietante: no hay tratados. No hay frenos. La tecnología avanza más rápido que cualquier diplomacia. Y en esa velocidad se juega el futuro del poder mundial. Y el tipo de civilización que vamos a construir.

¿Queremos un mundo vigilado por algoritmos sin ética? ¿Gobernado por plataformas que saben más de nosotros que nuestros propios padres?

La guerra fría tecnológica no necesita misiles. Basta con una actualización del sistema.

Y si no la detenemos a tiempo, será el sistema el que nos actualice a nosotros.

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