jueves 03 de julio de 2025 - Edición Nº2402

Internacionales | 2 jul 2025

Lula; No volvió para acomodarse.

Lula, el BRICS y Gaza

A veces la dignidad se disfraza de Presidente. Y a veces también de anfitrión. Luiz Inácio Lula da Silva no solo volvió al poder con más cicatrices que antes sino con una conciencia mucho más clara de su lugar en la historia. No volvió para acomodarse.


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Por: Mauricio Herrera Kahn. Fuente:Agencia Pressenza

Lula Da Silva, Presidente de Brasil. (Imagen de Xinhua)

A veces la dignidad se disfraza de Presidente. Y a veces también de anfitrión. Luiz Inácio Lula da Silva no solo volvió al poder con más cicatrices que antes sino con una conciencia mucho más clara de su lugar en la historia. No volvió para acomodarse. Volvió para sacudir. Y si alguien pensaba que la Cumbre BRICS en Brasil iba a ser apenas una reunión de emergentes simpáticos, se equivocó de siglo.

Lula decidió que esta vez, entre los discursos vacíos y las fotos protocolares había que hablar de Gaza. Con nombre, con sangre, con memoria. Porque cuando el mundo calla ante una masacre el silencio también es complicidad. Y Brasil, bajo Lula, no está para callar.

No fue casual. No fue improvisado. Desde que retomó la presidencia, Lula viene construyendo una diplomacia de los pueblos no de los contratos. Un liderazgo que incomoda a Estados Unidos, irrita a Israel y desconcierta a Europa. Porque mientras las potencias se lavan las manos ante el genocidio en Gaza, Lula alza la voz. No con el estilo del viejo antiimperialismo retórico sino con la fuerza del dato y la moral. Más de 38 mil palestinos asesinados. Dos tercios de ellos, niños y mujeres. Hospitales arrasados. Periodistas ejecutados. La Franja convertida en escombro y hambre. Y ante eso Lula hace lo que ningún otro presidente del G20 se atrevió a hacer: denunciar. Con nombre, apellido y causa.

La Cumbre del BRICS de julio 2025 tiene muchas dimensiones: ampliación del bloque, moneda común, nuevo banco, relaciones energéticas. Pero esta vez el telón de fondo no lo puso la economía, lo puso Gaza. Porque Lula lo quiso así. Porque sabe que no basta con hablar de integración si no se tiene el coraje de señalar al verdugo. Y en este caso el verdugo tiene nombre: Israel. Y cómplice: Estados Unidos. Y silencio patrocinado por Europa. No se trata de un conflicto entre dos partes. Se trata de una ocupación, de una limpieza étnica, de una máquina de guerra con rostro de democracia. Lula lo sabe. Y lo dijo. En la ONU lo repitió. En la Cumbre BRICS lo gritará.

No está solo. Sudáfrica ha llevado a Israel ante la Corte Internacional de Justicia por genocidio. Rusia denuncia abiertamente la doble moral occidental. Irán apoya a Palestina con armas y palabras. China exige cese al fuego sin condiciones. India, la más tibia, comienza a moverse ante el clamor de sus propios musulmanes. Y ahora Brasil desde América Latina, pone sobre la mesa el tema que todos querían evitar. Porque el BRICS no solo quiere ser una alternativa financiera. Quiere ser un contrapeso moral. Y eso solo se logra con liderazgo. Con ese tipo de liderazgo que no teme incomodar ni pagar costos diplomáticos, ni perder inversiones por decir la verdad. Lula lo está ejerciendo. Y el mundo lo está mirando.

Claro, vendrán las acusaciones. Que Lula es populista, que politiza la diplomacia, que ataca a Israel por razones ideológicas. Pero lo verdaderamente ideológico es defender a una potencia que bombardea niños. Lo ideológico es usar la excusa del “derecho a defenderse” para justificar asesinatos en masa. Lo ideológico es creer que la vida palestina vale menos que una resolución de la ONU vetada por Washington. Lula no está actuando por ideología sino por principios. Y eso es precisamente lo que lo vuelve incómodo.

El BRICS puede transformarse en el bloque que rompa la impunidad israelí. Puede exigir sanciones económicas, reconocimiento a Palestina como Estado pleno, juzgamiento internacional a Netanyahu y embargo total de armas al régimen ocupante. Tiene poder, tiene recursos, tiene peso. Y ahora tiene un contexto. Porque después de la guerra de los 12 días entre Irán e Israel, el mundo quedó expuesto. La OTAN no supo qué hacer. Estados Unidos titubeó. La ONU se desintegró en su propia inacción. Y en ese vacío el BRICS puede avanzar como nunca. Pero para eso se necesita algo más que petróleo y yuanes. Se necesita coraje político. El mismo que Lula está mostrando.

En esta cumbre se juega mucho más que la gobernanza mundial. Se juega el relato. Porque si el BRICS solo habla de crecimiento económico será otro club de inversionistas. Pero si habla de justicia, de soberanía y de derechos humanos, será otra cosa. Un bloque con alma. Y Gaza, hoy, es el alma herida del planeta. El espejo en el que se refleja toda la hipocresía internacional. El campo de exterminio que ningún museo quiere mostrar. El Auschwitz moderno que ocurre en tiempo real y frente a todos. Y si el BRICS no tiene el valor de nombrarlo, entonces no está listo para liderar nada.

Lula lo sabe. Y por eso mueve las piezas con cuidado pero con decisión. Ha dicho que Brasil reconocerá a Palestina con embajada plena. Ha retirado embajadores de Israel. Ha criticado el accionar de Netanyahu con palabras duras y directas. Y ahora quiere que la cumbre no pase de largo ante la masacre. Que no se quede en acuerdos financieros sino que asuma un deber ético. Porque si el BRICS quiere nacer como nueva potencia global tiene que hacerlo con los ojos abiertos. No puede ignorar el mayor crimen del siglo.

Y no se trata de una causa lejana. Gaza es también América Latina. Es el niño sin vacuna en el altiplano. Es la mujer sin agua en La Guajira. Es el joven baleado en las favelas. Es el indígena desalojado por una minera. Gaza es la metáfora del mundo desigual. La punta visible de un sistema que bombardea a los pobres en nombre de la seguridad. Y si el BRICS no rompe con eso, lo perpetúa.

Lula lo entiende. Lo ha vivido. Lo ha sufrido en carne propia. Estuvo preso, difamado, humillado. Y volvió. No para congraciarse con los mismos de siempre sino para hablar por los que no tienen voz. Por eso incomoda. Por eso lo odian en Miami y Tel Aviv. Porque es un Presidente que no responde al guión. Porque está diciendo lo que otros callan. Y porque en medio de tanta cobardía diplomática se atrevió a decir la palabra prohibida: genocidio.

Cuando Lula se siente a la mesa con Xi Jinping, con Putin, con Modi y con Raisi, no hablarán solo de monedas. Hablarán de sangre. Y la sangre de Gaza pesa. Porque mientras los niños mueren el planeta no puede seguir hablando de inflación, comercio y alianzas sin detenerse a llorar. Y luego a actuar.

Si esta cumbre del BRICS quiere pasar a la historia debe hacerlo por algo más que una foto. Debe hacerlo por un gesto. Un pronunciamiento claro. Una resolución contundente. Un plan de acción. Una señal de que el mundo tiene todavía algún rincón donde el dolor importa. Y Lula puede ser el que lo empuje. No con armas. Con humanidad.

En tiempos donde los poderosos se encojen de hombros ante la barbarie, Brasil alzó la voz. No porque sea perfecto. No porque no tenga contradicciones. Sino porque alguien tenía que hacerlo. Y lo hizo quien más lo entiende. Lula el obrero. Lula el preso político. Lula el latinoamericano. Lula el Presidente que se negó a mirar para el otro lado.

El BRICS está naciendo en un mundo que se cae a pedazos. Gaza sangra. Ucrania arde. Irán e Israel se observan con rabia. Y la ONU ha muerto. En ese funeral global solo algunos se atreven a hablar del dolor.

Y uno de ellos se llama Lula.

Fuentes consultadas:

. ONU-OCHA (Informe Gaza, 2024–2025)
. Corte Internacional de Justicia (CIJ, caso Sudáfrica vs Israel)
. Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil – Itamaraty (2023–2025)
. Discursos oficiales de Lula da Silva (Planalto, BRICS, ONU)
. BBC News, Al Jazeera, The Guardian (cobertura internacional)
. Human Rights Watch y Amnesty International (informes Gaza)
. Cumbre BRICS 2025 – Documentos preliminares (Brasil)
. RT, Telesur, BRICSinfo (declaraciones Rusia, Irán, China)

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