viernes 04 de julio de 2025 - Edición Nº2403

Internacionales | 3 jul 2025

El mundo cambió; Está Roto...

Soberanía energética y tecnológica, el Sur que se construye

Ya no basta con denunciar la OEA. Ya no basta con decir que la ONU no sirve. Ya no basta con comunicados de condena o cumbres simbólicas del sur global. El mundo cambió. El orden internacional está roto.


Por: Mauricio Herrera Kahn. Fuente:Agencia Pressenza

(Imagen de Mónica Mena)

Ya no basta con denunciar la OEA. Ya no basta con decir que la ONU no sirve. Ya no basta con comunicados de condena o cumbres simbólicas del sur global. El mundo cambió. El orden internacional está roto. Y si el sur no construye poder real, la historia le va a pasar por encima. Porque el poder hoy no está en los discursos. Está en la energía. En los datos. En la tecnología.

La soberanía del siglo XXI no se defiende con cañones. Se defiende con chips, redes eléctricas, inteligencia artificial, ciencia propia. No se trata de tener bandera. Se trata de tener energía. Energía que sea nuestra. Que no dependa de tratados coloniales ni de fondos de inversión que nunca han pisado este continente.

América Latina y África no son regiones pobres. Son regiones saqueadas. Tienen sol, viento, minerales, agua, biomasa, talento humano, pueblos resilientes. Tienen todo para levantar un modelo energético soberano. Pero eso no cae del cielo. Se construye. Con unidad. Con alianzas. Con estrategia. Hay que dejar de exportar materias primas para empezar a generar valor.

No puede ser que Chile tenga el litio y compre baterías. Que Brasil tenga sol y compre paneles. Que Argentina exporte cerebros pero no conocimiento. Que Bolivia tenga gas y no pueda refinarlo. Que Venezuela tenga petróleo y no tenga derechos de patente. Que África tenga coltán y no tenga internet. El sur está lleno de recursos pero vacío de poder.

Y eso no es casualidad. Es diseño. Décadas de integración al mundo significaron subordinación a sus cadenas de valor. Ellos ponen la tecnología, nosotros el insumo. Ellos se quedan con la propiedad intelectual, nosotros entregamos la tierra. Ellos financian su transición ecológica, nosotros ponemos el sacrificio. Y todo con informes técnicos, tratados verdes y discursos sobre cooperación que matan en el altiplano y brillan en Bruselas.

Por eso el desafío no es firmar más acuerdos. Es romper las dependencias. Para eso necesitamos una unidad energética del Sur. Una alianza técnica y política entre América Latina, el Caribe, África y Asia del Sur para compartir recursos, tecnología, transmisión eléctrica, investigación, infraestructura crítica. No para competir por inversiones, sino para cooperar en desarrollo. No para regalar litio, sino para fabricar baterías. No para vender cobre, sino para producir circuitos. No para entregar los ríos, sino para generar energía limpia y propia.

Junto a eso, una alianza tecnológica del Sur. Porque sin tecnología no hay poder. Y si seguimos comprando todo seguiremos perdiendo todo. Es hora de que los países del sur inviertan en ciencia como columna vertebral del desarrollo. No se trata de copiar a Silicon Valley sino de dejar de depender de él para existir. Necesitamos satélites propios, servidores propios, vacunas propias, chips propios. Universidades hay. Talento también. Lo que falta es decisión política. Lo que falta es unidad.

¿Es posible? Claro. Ya lo vimos en pandemia. Cuba desarrolló vacunas. Argentina secuenció el virus. Brasil fabricó insumos. Bolivia organizó la distribución. Chile modeló datos. Venezuela sostuvo redes médicas bajo sanciones. Lo que faltó fue coordinación. Un sistema que conecte esos esfuerzos y los convierta en soberanía regional. Eso es lo que se necesita antes de la próxima crisis, el próximo apagón, la próxima guerra de chips o sequía global.

Los BRICS ya lo entendieron. Por eso promueven fondos conjuntos para innovación, tecnología verde, ciencia compartida. Por eso India invierte en inteligencia artificial. Por eso China lidera la energía limpia. Por eso Rusia protege su soberanía energética con firmeza. El sur no puede quedarse mirando. No puede seguir pidiendo permiso. Tiene que construir.

Y esto no es solo un tema técnico. Es un tema de justicia. Porque cada vez que pagamos sobreprecio por energía que podríamos producir, crece la pobreza. Cada vez que no se fabrican medicamentos por patentes impuestas, mueren personas. Cada vez que no podemos usar nuestras semillas, se destruye la soberanía alimentaria. Cada vez que dependemos de plataformas digitales extranjeras, perdemos control sobre nuestra democracia. No es un detalle. Es el derecho a decidir.

Por eso urge crear una Agencia Energética y Tecnológica del Sur. Con sede rotativa, con aportes de científicos, trabajadores, universidades y pueblos originarios. No al servicio de corporaciones, sino de los pueblos. Que proponga, que coordine, que piense el desarrollo desde la cooperación y no desde la competencia.

¿Quién puede liderar esto? Todos. Lula desde Brasil. Petro desde Colombia. Arce desde Bolivia. Claudia siguiendo los pasos de AMLO. Boric, si se atreve. Díaz-Canel en Cuba. Xiomara en Honduras. Maduro en Venezuela. Saint Luce en Barbados. Milei no, porque prefiere Miami. Pero no importa. Nunca están todos. Basta con que estén los que quieren. Los que no temen. Los que no esperan el visto bueno del norte para actuar.

Porque esta vez no hay que esperar. Hay que adelantarse. Porque el que no controle su energía será esclavo. El que no produzca su tecnología será rehén. El que no piense por sí mismo será gobernado por otros. Y el futuro no lo escribe quien tiene razón. Lo escribe quien tiene herramientas.

La unidad energética y tecnológica del Sur no es un sueño. Es una advertencia a quienes aún creen que el Sur es solo materia prima. A quienes piensan que un chip vale más que una vida. A quienes suponen que el colonialismo ya pasó. Esta vez el Sur no viene con discursos. Viene con paneles solares, con refinerías, con software libre, con universidades populares, con ciencia sin permiso.

Porque esta vez el Sur no quiere caridad. Quiere poder. Energía, datos, redes, autonomía. El siglo XXI no se gana con armas. Se gana con soberanía conectada. Y el Sur tiene todo para construirla.

Solo falta encender la chispa.

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