Te descuentan cada mes. Te prometen una pensión digna. Te devuelven una limosna. Y encima, te culpan por no ahorrar más.
Las AFP no son un sistema previsional. Son un negocio financiero con disfraz de solidaridad. Desde su creación en dictadura las Administradoras de Fondos de Pensiones se han dedicado a acumular, invertir, especular y enriquecerse con el dinero de millones de trabajadores chilenos. Lo que comenzó como una promesa de libertad previsional, terminó siendo un instrumento de captura del ahorro nacional por parte del sistema financiero y empresarial.
No hay un solo país en el mundo desarrollado que haya copiado este modelo. Nadie. Porque la evidencia es brutal: luego de 40 años de funcionamiento las AFP entregan pensiones indignas, miserables, muchas veces inferiores al sueldo mínimo. Y lo peor, lo hacen con tu propio dinero, después de haberlo invertido, rentado y multiplicado para otros.
Las utilidades de las AFP no bajan. Ganan millones incluso cuando el fondo pierde. Sus ejecutivos tienen sueldos que superan los 20 o 30 millones mensuales. Sus directorios están llenos de ex-ministros, economistas de derecha, operadores políticos. Su negocio no es tu vejez. Es tu dependencia.
Durante la pandemia el pueblo tuvo que recurrir a su propio ahorro para sobrevivir. Tres retiros fueron aprobados a regañadientes mientras las AFP gritaban catástrofe. Pero el sistema no colapsó. Los que se asustaron fueron los dueños del negocio porque por primera vez se tocaba su vaca sagrada. Y hoy con una reforma previsional entrampada por los mismos de siempre, las AFP siguen vivas, protegidas por senadores, columnistas y grupos económicos.
¿Qué hacen con tu dinero? Invierten en grandes empresas, muchas de las cuales pagan sueldos precarios. Invierten en inmobiliarias que te arriendan a precios abusivos. Invierten en bancos que te cobran por usar tu cuenta. El colmo, financian el modelo que te exprime.
¿Dónde está la decencia del sistema? En ninguna parte. Las AFP no tienen incentivos para mejorar tus pensiones. Mientras más invierten, más ganan ellos. Mientras más viven los pensionados, más problema para el modelo. Es una lógica perversa: entre más trabajas, más aportas, pero menos recibes.
Y la solución no es cambiar el nombre o hacer una AFP estatal. La solución es terminar con el sistema de capitalización individual y avanzar hacia un sistema de seguridad social solidaria, donde los jóvenes sostengan a los mayores y donde el Estado garantice dignidad. Como en Europa. Como en Uruguay. Como en los países donde jubilar no es un castigo sino un derecho.
Ya basta de mentiras sobre sostenibilidad fiscal. Ya basta de chantajes sobre crecimiento. Lo insostenible es este modelo de saqueo legalizado que acumula millones para unos pocos y reparte miseria a millones. Si Chile quiere un futuro digno, debe comenzar por enterrar las AFP y construir un sistema que ponga a las personas por sobre los mercados.
Porque jubilarse no debería ser una condena. Debería ser la recompensa justa a toda una vida de trabajo. Y para eso hay que tocar el negocio. Hay que devolverle al pueblo lo que es del pueblo.
Las AFP no son intocables. Son insostenibles. Y su tiempo se está acabando.