martes 08 de julio de 2025 - Edición Nº2407

Internacionales | 8 jul 2025

África; El botín más Antiguo.

Africa saqueada

09:24 |El continente más rico de la Tierra sigue siendo su botín más antiguo. Antes que el litio fue el oro. Antes que el coltán fue el marfil. Antes que el gas fueron los cuerpos. África no comenzó pobre. La empobrecieron.


Por: Mauricio Herrera Kahn. Fuente:Agencia Pressenza

(Imagen de Xinhua)

El continente más rico de la Tierra sigue siendo su botín más antiguo.

Antes que el litio fue el oro. Antes que el coltán fue el marfil. Antes que el gas fueron los cuerpos. África no comenzó pobre. La empobrecieron. Durante siglos su geografía ha sido saqueada por imperios, corporaciones, bancos, traficantes y gobiernos que hablan de civilización con una mano mientras con la otra firman contratos de expolio. África no es un misterio: es una evidencia brutal del poder funcionando sin freno.

Los colonizadores llegaron con mapas y armas, trazaron fronteras donde había culturas vivas. Se llevaron el oro de Ghana, el caucho del Congo, los diamantes de Sierra Leona y a millones de personas en barcos negreros. Fue la mayor exportación forzada de mano de obra de la historia. Y cuando se acabó la esclavitud formal comenzó otra: la de las empresas extractivas.

Hoy no hay empresa minera global que no tenga intereses en el continente. Ni país que no haya cedido parte de su soberanía a cambio de promesas. Las transnacionales chinas, francesas, británicas, canadienses y estadounidenses siguen operando como virreyes modernos. Explotan el coltán que alimenta nuestros celulares, el cobalto para las baterías eléctricas, el gas para calefaccionar Europa. Pero los hospitales de Burkina Faso siguen sin jeringas. Las escuelas en Chad siguen sin pizarras. El desarrollo no llega. Sólo sale.

A África se le impuso la deuda como mecanismo de dominación. Los mismos países que la colonizaron luego la endeudaron. Y hoy las principales economías africanas destinan más a pagar intereses que a salud o educación. Cada préstamo del FMI es una cadena más. Cada acuerdo de ajuste estructural es una sentencia a la dependencia.

Y por si faltaba también llegaron las guerras fabricadas. Porque allí donde hay recursos aparecen los conflictos. Grupos armados financiados desde el extranjero, gobiernos desestabilizados, golpes militares tolerados y un largo rastro de sangre que beneficia siempre a los mismos: los que compran barato y venden caro. Los que necesitan un África rota para seguir ganando intactos.

Occidente dice que ayuda. Pero lo que da en “cooperación” lo multiplica en ganancias. Las ONG limpian la imagen de las potencias mientras los bancos lavan el dinero de los saqueadores. Las universidades estudian el continente como un laboratorio pero pocas veces como un sujeto con voz. Y los medios sólo muestran hambre, violencia o éxodo. Jamás muestran las razones.

Pero hay otra África. Una que se organiza. Una que grita. Una que levanta nuevas formas de soberanía. Los jóvenes que crean cooperativas de energía en Senegal. Las mujeres que lideran procesos agrarios en Nigeria. Los sindicatos que frenan privatizaciones en Sudáfrica. Las comunidades que expulsan a las petroleras en Mozambique. Esa África no aparece en los titulares, pero está creciendo.

Porque el saqueo no es eterno. Y la dignidad no se extingue. Hay una memoria viva en cada aldea, en cada lengua ancestral, en cada cuerpo que se niega a obedecer. No se trata de caridad ni de culpa. Se trata de justicia. Se trata de devolver lo robado. Y de impedir que sigan robando bajo otros nombres.

África no necesita salvadores. Necesita aliados. No necesita discursos. Necesita soberanía. Y esa soberanía no vendrá de las potencias que la explotaron. Vendrá de su propio despertar.

Lo que comienza a gestarse es más que una reacción. Es una reconstrucción histórica. Y quienes saquearon durante siglos tendrán que rendir cuentas. Porque África no es solo pasado de esclavitud. Es futuro de poder.

Cuando el continente más saqueado del planeta despierte del todo, se acabará la impunidad de los imperios. Y ese día no habrá conferencia ni tratado que pueda contener la fuerza de una historia que vuelve, no para repetir sus heridas, sino para cerrarlas con dignidad y con poder popular.

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