

Por: Guillermo Sullings. Fuente: Agencia Pressenza
Guillermo Sullings (Imagen de Pressenza)
Recientemente, luego de marchas y contramarchas en la denominada “guerra comercial” de Trump, un presidente muy afecto a las declaraciones grandilocuentes, surgen varios interrogantes: ¿es el fin de la globalización? ¿debemos esperar una era de inestabilidad permanente en los mercados? ¿La guerra por el liderazgo económico y financiero en el mundo, podría derivar en una guerra mundial?
Nadie puede tener certezas al respecto, pero podemos intentar analizar la situación y las posibilidades futuras, algo que seguramente nos llevará más de un artículo, no solo por la vastedad de los temas sino también porque la aceleración de los acontecimientos que vayan sucediendo en el futuro cercano, puede tornar obsoleta cualquier
conclusión.
Ya hace mucho tiempo los Humanistas advertíamos que el proceso de la globalización estaba viciado de las contradicciones del capitalismo, y que la creciente interconexión e interdependencia entre las naciones, en lugar de ayudar a construir un mundo mejor, derivaría en la acumulación de riqueza y poder por parte de la Banca y las multinacionales, con la consecuente manipulación de las democracias. Preferíamos entonces hablar de la posibilidad de un proceso de Mundialización, basado en la complementación entre los pueblos; un sendero de intercambio cultural, tecnológico y comercial, que bajo el signo de la solidaridad nos llevase hacia la Nación Humana Universal. Pero el signo de la globalización no sería ese, sino el de la acumulación de riqueza y la depredación del medio ambiente; porque no importaba la libre circulación de las personas, sino la libertad para que las empresas y los capitales pudieran circular cada vez con menos controles.
Así fue que, en la medida que la globalización fue multiplicando las contradicciones del capitalismo depredador por todo el planeta, las crisis se aceleraron y la gente empezó a sentir que
su situación se deterioraba, que el mundo era un lugar cada vez más hostil, y sobre todo que los ciudadanos tenían menos posibilidades de cambiar el rumbo de los acontecimientos, con
democracias cada vez más débiles, rehenes del poder económico. Y cuando hay malestar, se empiezan a buscar culpables, y entonces el poder concentrado con sus medios de comunicación y
sus esbirros de la política comenzaron a señalar a los supuestos responsables. Los culpables tenían que ser los inmigrantes, que escapando del hambre y de las guerras competían por los trabajos del país que los acogía. Los culpables debían ser los países que querían industrializarse, porque su mano de obra competía con la de los trabajadores de otras naciones. Se estigmatizó a los gobiernos denominados populistas que incurrían en gastos para atender a los marginados, omitiendo señalar a los verdaderos responsables de la marginación de las poblaciones. Así fue
como se buscó dividir a los pueblos y las sociedades, para que las consecuencias nefastas de la globalización fueran adjudicadas a cualquier país o sector social, pero nunca a los que
concentraron la riqueza, empobreciendo y endeudando a los pueblos. Finalmente intentaron convencernos de que las contradicciones de la globalización se resolverían con el regreso a los
fascismos, que la decadencia de las democracias formales y corruptas se resolvería con gobiernos autoritarios y autócratas (y además mucho más corruptos), y que la violencia se resolvería con más violencia. Y así estamos en esta coyuntura histórica, con el resurgimiento de gobiernos fascistas, en un proceso similar al de hace un siglo; con una Europa preparándose para la guerra, destinando recursos para armarse, en lugar de atender las demandas de la población. Con Estados Unidos declarando una guerra comercial y echando a los inmigrantes. Por todas partes se siembra el miedo, el odio, la discriminación y el egoísmo, para dividir y poder reinar, para que un pueblo crea que su enemigo es el otro pueblo, para que nos peleemos entre pobres mientras ellos acumulan la riqueza.
Es la gente común la que sufre las consecuencias del cambio climático, las crisis financieras, la desocupación, y sobre todo las guerras, porque las deciden los líderes a costa de la sangre de los pueblos. Las contradicciones de la globalización no se resolverán hasta tanto haya una convergencia mundial de naciones que considere al ser humano como valor central, que desmantele el poder económico concentrado y el complejo militar industrial; entonces habrá recursos suficientes para asegurar la calidad de vida de toda la población a partir de un desarrollo sustentable. De eso se trata la mundialización, de eso se trata la Nación Humana Universal.
Desde luego que esa convergencia mundial de naciones deberá surgir desde la necesidad de las poblaciones, porque nada se puede esperar de la ONU, empantanada entre su hipocresía y
su impotencia; y mucho menos se podrá esperar de los gobiernos que en lugar de representar al pueblo cuidan los intereses de los señores de la guerra y de las finanzas. Porque cuando Donald Trump anunció su guerra de aranceles para que supuestamente se recuperaran los puestos de trabajo de USA, no solamente se trató de una bravuconada de la que luego tuvo que retroceder porque el efecto inmediato de tales medidas le generaba más problemas que soluciones, ya que obviamente un aumento drástico de los aranceles a la importación genera un incremento de costos y hasta falta de insumos en USA, mientras que el proceso de relocalización de empresas en territorio estadounidense, en el hipotético caso de que se diera, llevaría años. Finalmente negoció con todos, incluso con el “demonio” de China, y logró que el Congreso le aprobara un presupuesto en el que agiganta el déficit y el endeudamiento, bajando impuestos a los más ricos e incrementando el gasto en armamento y controles fronterizos, en su guerra contra el “demonio” de la inmigración; claro que algo había que recortar entre tanto gasto, y obviamente eligió a los trabajadores, quitándole la cobertura de salud a millones de personas. En definitiva, con el falso argumento de resolver los problemas que la globalización había causado a los trabajadores, lo que hizo fue perjudicar aún más a la población, beneficiando a los más ricos, que son los que realmente gobiernan.
Pero la confrontación con China no terminará con los últimos acuerdos, porque Estados Unidos sigue teniendo problemas de déficit comercial y endeudamiento, y porque la posibilidad de
que en algunas regiones del mundo el comercio internacional se empiece a manejar con otras monedas pone en peligro su hegemonía. Con respecto a esta hegemonía del dólar como moneda
transaccional y de reserva, los cambios no podrían ser súbitos, porque el colapso del dólar afectaría a todos, comenzando por Japón, Europa y China, que son los principales poseedores de
bonos del tesoro, y si bien al desprenderse de los mismos pondrían en jaque la moneda estadounidense, también se les devaluarían las reservas a todos estos países; todo está muy entrelazado y las interdependencias hacen que ninguna salida sea sencilla. Pero Estados Unidos sabe que su hegemonía peligra. Por otra parte, China no está sola, porque además de sus
múltiples alianzas y tratados bilaterales, forma parte del bloque de los BRICS, grupo de países que representa buena parte del PBI mundial y un alto porcentaje de los recursos naturales. Y es
precisamente El Nuevo Banco de Desarrollo creado por los BRICS el que pretende desafiar el actual orden financiero internacional, buscando ser la alternativa del Banco Mundial y del FMI, con un sentido más equitativo y solidario, y el que promueve el uso de monedas locales para el comercio intrafronterizo. Tampoco esto es tan sencillo ni de corto plazo, porque como decíamos, todo está muy interconectado, cada país del BRICS a su vez tiene relaciones de interdependencia con otras naciones, y tampoco es un bloque homogéneo; pero se va insinuando un posible camino para desafiar la hegemonía de USA, y por lo tanto seguirá habiendo reacciones del imperio decadente.
Por lo pronto, la guerra de aranceles iniciada por Trump, aunque se modere en parte luego de los discursos altisonantes, de todos modos encarecerá muchos productos, a lo que se le suma
la inestabilidad en los costos de la energía, porque cuando se inició la guerra arancelaria, bajó el precio del crudo pues se avizoraba una recesión; pero luego de los bombardeos a Irán el precio volvió a dispararse por unos días, y ahora no se sabe cómo seguirá la saga bélica, ya que nada está resuelto en Medio Oriente, y mucho menos mientras persista el genocidio que está llevando adelante el gobierno de Israel en Gaza. La escalada de la violencia solo generará más violencia, tarde o temprano. Mientras tanto, los señores de las finanzas siempre estarán listos para especular con los precios del petróleo, y los señores de la guerra siempre estarán dispuestos a impulsar conflictos armados y abastecer a todos los bandos…y eso, en un mundo con gobiernos cada vez más fascistas puede terminar en un desastre de gran magnitud.
Pero volviendo al tema de las contradicciones de la globalización, habrá que acostumbrarse a convivir con los conflictos por un tiempo, porque tales contradicciones difícilmente se resolverán en el corto plazo, porque son propias del capitalismo depredador y concentrador que lamentablemente todos los países de un modo u otro han asumido como modelo económico. Porque cuando se habla del “peligro chino” se está hablando de la expansión de una economía que en su desarrollo succiona múltiples recursos naturales y compite con las economías occidentales, no solamente por mano de obra más barata, sino también por su avance tecnológico; pero, en definitiva, ese crecimiento de China, no representa más de lo que le corresponde por el porcentaje poblacional. El PBI de China es algo más del 17 % del PBI mundial, lo que guarda proporción con su población, mientras que el PBI de USA es el 25 % con menos población, y la Unión Europea tiene un PBI similar a China, también con menos población. ¿Y qué pasaría si la India también se desarrollara como China y su PBI llegara a ser proporcional a su población?, ¿Y qué pasaría si China e India además quisieran alcanzar el PBI per cápita que hoy tienen en Europa y USA?, ¿Y si todos los países de la tierra alcanzaran ese PBI per cápita del “primer mundo”?…tal vez necesitaríamos 5 planetas más para abastecernos, porque con el modelo de este capitalismo depredador y acumulador, nuestro planeta estallaría mucho antes de
alcanzar tales metas de consumismo. Seguramente que varias potencias occidentales añoran la época en que el resto del mundo eran colonias de las que extraían las materias primas para su
industria mientras sus pueblos vivían en la pobreza; y posiblemente quieran volver a ello, tal vez ya no con los viejos métodos, pero quizá mediante el chantaje financiero, el endeudamiento
sistemático, e imponiendo gobernantes títeres que mantengan a cada país en el subdesarrollo, para que siempre haya un primer mundo bien abastecido, y el resto marginado, porque no alcanza para todos. Pues bien, la noticia es que ya no podrán detener el avance de toda la humanidad que quiere vivir mejor, y que seguramente para lograrlo tendrá que cambiar este modelo económico por otro más equitativo, menos consumista y más sustentable. Pero hasta que ello llegue, las contradicciones se mantendrán, el viejo sistema se resistirá, y habrá conflictividad.
Será cuestión de seguir de cerca los acontecimientos para ver qué dirección toman y qué posibilidad hay de producir un cambio profundo, para que finalmente el timón de la economía lo manejen los pueblos.