

Por: Cátedra Libre de Estudios Palestinos Edward Said, FFYL-UBA
(Captura de video)
El pueblo palestino fue llevado al límite de su posibilidad de sobrevivencia.
¿Hasta cuándo seguirá resultando soportable el dolor de tantos seres humanos?
El discurso imperante nos alienta a considerar el inicio de la tragedia a partir del 7 de octubre de 2023. Insta a contemplar únicamente los padecimientos de los ciudadanos israelíes que fueron asesinados y los de aquellos que continúan secuestrados. Se clama por su regreso. Frente a ello, existe una ominosa inacción respecto de las víctimas palestinas dejando implícita la idea de que sus vidas valen menos.
Los crímenes llevados adelante por Hamas no deben esgrimirse como excusa para justificar el genocidio que Israel está perpetrando en Gaza: no es una guerra, es un asalto sobre la población civil de un territorio empobrecido. La mayoría de los asesinados por el Estado de Israel son mujeres y niños: el 70 %. Los hombres asesinados no eran en su mayoría combatientes. No existe ninguna justificación para matar civiles: lisa y llanamente el Estado de Israel que oprime de manera sistemática a Gaza hace 18 años, a partir del 7 de octubre de 2023 está llevando adelante una planificación destructiva genocida.[1]
Se mata a la población civil con la excusa de aniquilar combatientes. Se la daña ex profeso, negándole el acceso a los requerimientos básicos para el sostenimiento de la vida. Se la somete a una degradación inhumana: los precarios hogares que quedan en pie no son seguros pues cualquier misil puede destruirlos con sus habitantes dentro sin el menor escollo; la infraestructura sanitaria ya fue destrozada; los establecimientos que funcionan como refugio siguen siendo atacados; escasea a niveles infrahumanos el agua; falta la comida pues Israel impide la llegada de asistencia humanitaria de manera sistemática. Desde hace dos meses se le impide de manera total a las organizaciones humanitarias que entren con comida; el 70 % de las estructuras edilicias de Gaza han sido destruidas o gravemente dañadas.
Desde el mes de mayo se ha militarizado la asistencia humanitaria: es utilizada como nueva arma de guerra contra la población hambrienta. La ONU ha denunciado la matanza de 613 civiles que buscaban comida[2]. Sumado a ello, se compele a la población a desplazamientos forzosos a fin de recabar bolsas de harina para poder comer y no morir de hambre.
La potencia ocupante debe, según el derecho internacional, cuidar a la población civil y articular todos los mecanismos para asegurar la continuidad de la vida. En vez de ello, el Estado de Israel lleva adelante un plan de exterminio hacia una población indefensa.
Israel ha desbordado en su significación la acción militar que lleva adelante, la modela y se la ofrece al mundo como una misión redentora que garantizará el futuro de bienestar para los elegidos de la civilización. Los palestinos no son considerados elegidos, se los entiende como animales humanos, ergo sus vidas valen poco; si para dinamitar al entendido como enemigo hay que barrer hospitales, escuelas, viviendas y vidas civiles, el opresor no se plantea ningún conflicto ético, máxime cuando la vida de quienes habitan el territorio es considerada de menor valía
El concierto de naciones aún no se expide de forma inapelable. Israel no rinde cuentas ante ningún organismo ni tribunal internacional; ¿qué se está esperando para frenar la barbarie? Ya fue muerta más del 3 % de la población de Gaza y son miles los desaparecidos y los cuerpos bajo los escombros aún no registrados. ¿Sus vidas no valían?
Todo el territorio palestino sufre la ocupación del Estado de Israel.
Cisjordania es administrada de forma parcial por la Autoridad Nacional Palestina; su territorio está sumamente fragmentado debido a la enorme cantidad de colonias israelíes que allí se fueron estableciendo. Es controlada militarmente por la potencia ocupante; los puestos de control fraccionan la vida, los suministros de agua y electricidad dependen de Israel. Las colonias, ilegales según los parámetros del derecho internacional, se expanden año tras año en territorio palestino: territorio que debería ser inviolable y es continuamente mancillado por la violencia colonial que ejercen tanto las fuerzas militares como los colonos armados. Cisjordania sigue siendo cercada por un muro ilegal en constante expansión, cuyo objetivo es circunscribir, como una prisión, la vida palestina.
Jerusalén Este está ocupada por Israel hace décadas. Un territorio que debiera enaltecer su condición de ecuménico es utilizado como caballo de batalla para robustecer la conformación de un Estado etnocrático.
“…Israel ha impulsado su proyecto colonial de asentamientos mediante la ocupación militar, despojando al pueblo palestino de su derecho a la autodeterminación. Esto se ha traducido en la segregación y el control de los palestinos, incluso mediante la confiscación de tierras, la demolición de viviendas, la revocación de residencias y la deportación. Castigando su indigenismo y rechazo a la colonización, Israel interpretó a los palestinos como una “amenaza a la seguridad” para justificar su opresión y “descivilización”, es decir, la denegación de su condición de civiles protegidos”.[3]
El acceso a la tierra es diferencial según el origen étnico de los ciudadanos, lo mismo que el acceso al agua y la posibilidad de moverse libremente. La ley se aplica de manera completamente desigual y las detenciones de civiles palestinos son regidas por rigurosidades excepcionales de la justicia militar.
La Franja de Gaza continúa siendo devastada; su población es exterminada. Ya no hay más dónde ir. La desolación es continua. Mientras los cadáveres se acumulan bajo los escombros, quienes quedan, son sometidos a un régimen de muerte.
El cercamiento total que vive Gaza hace 18 años, ha significado que la población gazatí transite durante casi dos décadas condiciones de vida paupérrimas: hacinamiento, dificultad de acceso al agua potable, dependencia completa de la ayuda humanitaria para comer y curarse: estar al límite de la dignidad mínima para la reproducción de la vida. Hoy la situación es demoledora: Gaza es muerte.
La potencia ocupante ha declarado zonas seguras y luego las ha bombardeado aduciendo la presencia de terroristas. Resultado: cientos de civiles palestinos muertos. La potencia ocupante ha advertido una supuesta célula militarizada dentro de un barrio residencial y destruyó entonces el complejo de edificios. Resultado: cientos de civiles muertos. La potencia ocupante distinguió civiles cuya voz o acciones se amplificaban y sus casas fueron derribadas con familias enteras dentro. Resultado: cientos de civiles muertos. No hay reglas, es la barbarie misma: la destrucción completa de la posibilidad de existencia. Alaa al-Najjar es una médica pediatra gazatí. Mientras estaba trabajando salvando la vida de otros niños, nueve de sus diez hijos fueron asesinados en su casa debido a un ataque aéreo israelí. La racionalidad humana no debería tolerar semejante acto deliberado de barbarie. Y sólo es una muestra de la aniquilación en curso.
No es una guerra. No son dos Estados beligerantes. La población de Gaza la componen hombres, mujeres y niños civiles: ellos están siendo sistemáticamente asesinados. Bombardeos contantes que nunca diferenciaron a la población civil de los combatientes; disparos de francotiradores sobre cualquiera que potencialmente pueda resultar un oponente (pueden ser niños pidiendo comida o trabajadores sanitarios ejerciendo su labor); asesinatos selectivos de quienes narran lo que está sucediendo, destrucción masiva de la infraestructura sanitaria, bombardeo de escuelas refugio de desplazados, hambre planificada, muertes por inanición. No hay bemoles: es un exterminio programado. Denominar “guerra” a la masacre, abre un espacio de interpretación donde los apologistas de la destrucción intentan refugiarse frente a la evidencia vergonzosa de las atrocidades continuamente cometidas.
¿Por qué los arrullos de cuna a los niños palestinos deben ensordecerse por las bombas? ¿Sus vidas no valen?
La población palestina sufre desde hace más de siete décadas un proceso de deshumanización constante. Todo palestino carga sobre sí una mirada occidental que lo rebaja en su condición de humanidad; puede considerárseles bárbaros, incivilizados, atrasados o directamente “terroristas”. Así se justifica de antemano su prescindibilidad. Se los nombra con esos motes para crear un sentido común que termina legitimando la destrucción: si poco vale su vida, nada vale su muerte.
La muerte de un palestino vale así menos que la muerte de un israelí; el hambre planificada que sufren los niños palestinos desde hace meses no termina de escandalizar al mundo occidental. Las informaciones, videos y fotos del desguace de la vida se suceden cotidianamente sin que haya una contundente reacción de quienes pueden hacer algo para acabar con tanto suplicio.
La devastación llegó a un punto inclasificable. Carecemos de palabras para alumbrar lo que está sucediendo en Gaza. Las voces que se han alzado frente al exterminio en curso, no han podido aún ponerle freno a la barbarie. Ni altos funcionarios de la ONU, ni líderes políticos, ni colectivos de la sociedad civil que se fueron expresando de manera pública han podido impedir de manera contundente la continuación de la demolición de la vida civil en Gaza.
Las fuerzas militares israelíes justifican la devastación argumentando la defensa irrestricta del Estado de Israel. ¿El asesinato y secuestro de ciudadanos israelíes puede justificar el sistemático asesinato de la población civil de Gaza? De ningún modo: defender el genocidio de la población gazatí esgrimiendo el argumento de la necesidad de defensa, no sólo es ilegal sino que carece de toda ética humanista: el objetivo es hacer padecer sufrimiento planificado a un pueblo entero en pos de la venganza irracional, la expulsión y la muerte.
Los adláteres de los poderes de turno vociferan que para asegurar la existencia de Israel, los considerados enemigos deben ser eliminados porque representan una amenaza a la seguridad nacional. Luego, conceptualizan como potencialmente enemiga a toda la población civil de Gaza, considerándola como semillero de posibles terroristas desde la cuna. Convierten así la eliminación de Gaza en indispensable para la sobrevivencia del Estado de Israel. La lógica de muerte es atronadora.[4]
El ministro de Defensa de Israel declamó una ofensiva total contra Gaza, liberando todas las restricciones y anunciando que Gaza nunca volvería a ser lo que era. Declaró a los palestinos “animales humanos”.
El presidente de Israel, respecto del ataque del 7 de octubre dijo “toda una nación ahí fuera…es responsable.”
El portavoz de las Fuerzas de Defensa Israelíes enunció la necesidad de infligir el “máximo daño”.
El ex diputado Moshe Feiglin aseguró “cada niño, cada bebé en Gaza es un enemigo” y también, “estamos en guerra contra la existencia de Gaza”. [5]
No hay una pizca de humanidad en estas declaraciones. Tampoco respeto por la legislación internacional que regula los accionares en las zonas de conflicto. En igual sentido, lo que las separa del raciocinio, resulta un abismo.
No distinguir entre los combatientes y la población civil es un crimen de guerra. Los funcionarios del Estado de Israel deberían ser condenados por ello. Procurar un daño sistemático y desproporcionado a la población deja en evidencia la existencia de una matriz deshumanizadora basada en considerar a los palestinos ontológicamente inferiores. Son “animales humanos”; y en función de esa animalidad, susceptibles de ser avasallados.
Más de 60 mil palestinos asesinados[6] dan cuenta de los saldos de muerte que el opresor procura ocultar. Las justificaciones intentan ser de lo más variadas, son infames. La verdad es una sóla: las víctimas palestinas se acumulan de a miles sin que la matanza tenga fin. Las vidas de quienes aún subsisten, ¿no valen?
Un juego de ajedrez macabro sigue pretendiendo ocultar la inmensidad de la destrucción planificada, sopesándola con el deber de Israel de defender los valores democráticos en la región. El opresor y sus adalides se han presentado cual estandartes del mundo occidental, los valores modernos y la democracia liberal. Enunciaron a los palestinos a partir de una violencia epistémica feroz: su atraso y barbarismo los haría proclives al terrorismo; al ser concebidos como terroristas, sus vidas pueden ser desechadas.
A esta altura de la devastación, tras casi dos años, les es imposible acallar el desastre que han hecho en Gaza.
Cabe preguntarse entonces si la condición de “terrorista” le cabe a una población civil indefensa o si por el contrario, el Estado de Israel lleva adelante una política de terror contra el pueblo palestino: bombardear zonas declaradas como seguras; transformar en corredores de muerte los denominados “corredores humanitarios”; asesinar civiles que se amontonan para recibir migajas de comida; reducir a condiciones infrahumanas a los desplazados; asediar hospitales con miles de heridos; destruir la casi totalidad de los hospitales de Gaza; prohibir la entrada de medicinas compeliendo a la población a dolores inenarrables planificados; sumir en condiciones paupérrimas de higiene a quienes fueron desalojados de sus hogares; impedir la llegada de comida produciendo hambruna; cortar el suministro de agua y bombardear las plantas potabilizadoras reduciendo la posibilidad de consumo a límites inhumanos: el agua que hay es escasísima y no potable ¿Quién posee la capacidad de dañar tanto a un pueblo entero? ¿Quién busca dominar a través del terror?
Hoy día Gaza sufre desplazamientos forzosos constantes; se compele a la población a un área cada vez más reducida: se declara el 80% del territorio de la Franja de Gaza como área militar, y se reduce a la población al 20% del territorio restante, cuya infraestructura ya está en ruinas.[7] ¿Cómo continuar con la vida en estas condiciones?
No existe ninguna justificación legal o ética que excuse la aplicación del terror planificado sobre la población de Gaza que lleva adelante el Estado de Israel. No pueden defenderse los valores democráticos mancillando la vida de toda una región del globo.
Las vidas palestinas destruidas por ese terror planificado, ¿no valen?
Considerar en este contexto al Estado de Israel como víctima, es de una deshonestidad intelectual pasmosa. Uno de los Estados mejor pertrechados del mundo, con el apoyo armamentístico de EEUU, no debiera ser concebido en los mismos términos que un pueblo sin ejército cuyos apoyos internacionales son muy deficitarios. No existe ningún tipo de proporcionalidad: el Estado de Israel le está haciendo la guerra a la población de Gaza. Palestina no posee fuerzas armadas; la existencia de milicias no convierte a la población civil en victimaria.
Los palestinos son las víctimas del accionar del Estado de Israel y de la indigna tolerancia de la mayoría de las instituciones de la comunidad internacional.
Hay honrosas excepciones que enaltecen por fin la condición humana: Sudáfrica se presentó el 29 de Diciembre de 2023 ante la Corte Internacional de Justicia denunciando a Israel por violar en Gaza la Convención contra el Genocidio, advirtiendo que la autodefensa no justifica nunca el genocidio y argumentando por el fin de la ofensiva israelí cuyas acciones pueden llevar a la aniquilación de la vida palestina.
También, este 12 de junio la Asamblea de las Naciones Unidas adoptó una resolución acompañada por una amplia mayoría que exige un alto al fuego «inmediato, incondicional y permanente» dentro de la Franja de Gaza; condena el uso del hambre como método de guerra y exige que pueda entrar la ayuda humanitaria.[8]
Ya no hay más tiempo. La posibilidad de vida en Gaza se está extinguiendo
Se debe ser extremadamente claro: el epítome del horror hoy es Gaza. La Historia está llena de víctimas; hoy la víctima es el pueblo palestino. Ningún sufrimiento padecido legitima lo que el Estado de Israel está llevando adelante en Gaza; es el victimario de un pueblo, que ya por estas horas habita el infierno. ¿Esas vidas no valen?
Cualquier denuncia o crítica que se le realice al Estado de Israel la nomenclan como un acto de antisemitismo. La operación consiste en desvalorizar lo dicho mediante la aplicación de aquella denominación a quien ose denunciar las prácticas deshumanizadoras de un Estado que lleva adelante hace décadas, un colonialismo de asentamientos que implica la ocupación militar del territorio y el desplazamiento forzado de la población palestina.
Cualquier estado, se defina como se defina, tiene la obligación de cuidar a la población civil que está bajo su ocupación. El Estado de Israel destruye sistemáticamente la vida palestina en vez de resguardarla. Denunciar que le hace imposible la vida a los palestinos no constituye bajo ninguna norma un acto antisemita, por el contrario, apela a la sensibilidad misma de la comunidad humana toda: ningún pueblo debería perder su derecho a autodeterminarse ni tampoco vivir en las condiciones de opresión que vive el pueblo palestino.
Denunciar maliciosamente antisemitismo donde no lo hay, constituye primero un acto de violencia inusitada y luego, una trivialización de la tragedia.
Banalizar el contenido del concepto “antisemita” atenta contra la memoria de la Shoa, en tanto proceso barbárico que ha padecido nuestra humanidad.
Al Estado de Israel se lo puede y debe observar, criticar y condenar legalmente como a cualquier potencia del mundo. Los estatutos que rigen los accionares de los países no contemplan excepciones. El derecho internacional debería estar vigente también para el Estado de Israel. El Estado que en una zona de conflicto atente de manera sistemática contra la población civil debe ser denunciado. Israel no debiera estar exento de las normales de la ley; sin embargo su accionar está continuamente a contario de las leyes internacionales, los tratados sobre derechos humanos y las disposiciones de la Organización de las Naciones Unidas.
La intención racista de eliminar al pueblo palestino a partir de hacerles inhumana la vida, es un salvajismo que debe ser dicho y condenado, sea quien fuese el victimario. Tratar de acallar la denuncia y opacar a sus declamadores acusándolos de discriminación, no sólo es una torpeza conceptual sino una grave banalización de la barbarie sufrida.
Silenciar las voces de quienes denuncian la atrocidad que cae sobre Gaza, desprotege a los palestinos, los vuelve eliminables y anula la última barrera contra la indignidad humana. Las vidas palestinas, ¿no valen?
¿Quién decide que vidas merecen ser lloradas y cuáles no? ¿Cuándo la pérdida de vidas civiles deja de ser lamentable? ¿Las vidas palestinas no valen?
Dejar la enunciación de las respuestas en manos de quien ha sido caracterizado como un Estado de apartheid[9], sería deleznable. Tenemos la obligación ética de afirmar taxativamente que las vidas palestinas también valen y mancomunar esfuerzos para que sean dignificadas. A esta altura de la devastación, se ha convertido en imperativo moral y trinchera de existencia.
Cátedra Libre de Estudios Palestinos Edward Said. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires. 4 de Julio de 2025
[1] Las cifras de muerte que aquí aparecen fueron tomadas del Informe de la Relatora Especial sobre la Situación de los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos Ocupados desde 1967, Francesca Albanese (Relatora Especial de la ONU que realizó la presentación del informe ante el Consejo de Derechos Humanos en Abril de 2024).
[2] Peralta, P. (04/07/2025). Más de 600 palestinos de Gaza han sido asesinados en puntos de reparto de ayuda, según la ONU. France 24 https://www.france24.com/es/video/20250704-m%C3%A1s-de-600-palestinos-de-gaza-han-sido-asesinados-en-puntos-de-reparto-de-ayuda-seg%C3%BAn-la-onu
[3] Naciones Unidas. Asamblea General. Consejo de Derechos humanos (2024). Anatomía de un genocidio. Informe de la Relatora Especial sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967, Francesca Albanese (A/HRC/55/73).
[4] Las citas utilizadas en este apartado fueron esgrimidas por altos funcionarios del Estado de Israel y recopiladas en el Informe confeccionado por Francesca Albanese.
[5]Deveci, M (21/05/2025); “Ex diputado de extrema derecha israelí: “Cada niño, cada bebé en Gaza es un enemigo «». Anadolu Ajansı.
https://www.aa.com.tr/es/mundo/exdiputado-de-extrema-derecha-israel%C3%AD-cada-ni%C3%B1o-cada-beb%C3%A9-en-gaza-es-un-enemigo-/3574997
[6] ONU (2025). Consejo de Derechos Humanos. Informe de la Relatora Especial sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967. De la economía de la ocupación a la economía del genocidio. 30 de junio de 2025. A/HRC/59/23. https://www.un.org/unispal/document/a-hrc-59-23-from-economy-of-occupation-to-economy-of-genocide-report-special-rapporteur-francesca-albanese-palestine-2025/
[7] Estado de Palestina. Oficina del Primer Ministro. Centro de Comunicación del Gobierno. Informe de situación número 39: Palestina Ocupada (26 de mayo-2 de junio de 2025).
[8] ONU. Noticias ONU (12 Junio 2025). “Gaza: La Asamblea General adopta abrumadoramente una resolución que exige el alto el fuego y pide que Israel rinda cuentas”. https://news.un.org/es/story/2025/06/1539451
[9] Deiros Bronte, T. (27/6/2025). “Francesca Albanese, relatora de la ONU para los Territorios Palestinos Ocupados: “Israel comete crímenes como respira. Hay que pararlo”. El País. https://elpais.com/internacional/2025-06-27/francesca-albanese-relatora-de-la-onu-para-los-territorios-palestinos-ocupados-israel-comete-crimenes-como-respira-hay-que-pararlo.html
Cátedra Libre de Estudios Palestinos Edward Said, FFYL-UBA
El objetivo central de esta Cátedra de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, es crear un espacio de encuentro e intercambio dedicado al análisis y difusión de las distintas dimensiones e implicancias del conflicto israelí-palestino; así como realizar la revalorización del legado del académico palestino Edward Wadie Said.