miércoles 09 de julio de 2025 - Edición Nº2408

Internacionales | 9 jul 2025

China; Lógica intrínseca de interés colectivo

La arquitectura financiera china: Una síntesis milenaria entre bien común, soberanía y socialismo con características chinas

07:24 |El sistema financiero de la República Popular China opera bajo una lógica intrínseca de interés colectivo, soberanía económica y estabilidad estructural, diferenciándose marcadamente de los modelos occidentales.


Por: Claudia Aranda. Fuente: Agencia Pressenza

Exvicepresidente tibetano Wang Yong condenado (Imagen de red social X)

El sistema financiero de la República Popular China opera bajo una lógica intrínseca de interés colectivo, soberanía económica y estabilidad estructural, diferenciándose marcadamente de los modelos occidentales.

Este artículo argumenta que su diseño y regulación no solo buscan la eficiencia, sino que están profundamente arraigados en una tradición filosófica milenaria —Confucianismo, Legismo y Taoísmo— que prioriza el bien común nacional sobre el individualismo económico. Esta herencia ha sido sincretizada de manera estratégica con el marxismo-leninismo, dando origen al «Socialismo con Características Chinas», un marco que legitima la activa intervención estatal para asegurar la estabilidad, dirigir el capital hacia objetivos estratégicos y combatir la corrupción. Casos recientes de alto perfil, como la condena de hoy del exvicepresidente tibetano Wang Yong, ilustran la aplicación rigurosa de estos principios, demostrando cómo la moral pública y la disciplina económica son esenciales para la cohesión y la legitimidad del sistema político chino.

1. Introducción: La singularidad del modelo financiero de China.

El estudio del sistema financiero de la República Popular China a menudo se ve sesgado por lentes analíticos de origen occidental, que tienden a juzgarlo en función de su divergencia de los modelos de mercado liberales. Sin embargo, para comprender verdaderamente su funcionamiento y resiliencia, es imperativo examinarlo bajo su propia lógica endógena: una imbricación profunda de interés colectivo, soberanía económica y estabilidad estructural. Lejos de ser un mero árbitro de las fuerzas del mercado, el Estado chino —y el Partido Comunista de China (PCCh) como su vanguardia— se erige como el garante activo de un orden económico que prioriza el bien común nacional sobre el individualismo, especialmente aquel practicado por las élites económicas y políticas.

Esta aproximación no es una aberración pragmática contemporánea, sino el reflejo de una tradición filosófica milenaria que concibe el orden social y la prosperidad como frutos de una gobernanza centralizada y moralmente orientada. El presente artículo explorará esta tesis, desglosando los principios fundantes del sistema financiero chino, contrastándolos con las aproximaciones occidentales, y trazando sus profundas conexiones con las escuelas de pensamiento confuciana, legista y taoísta. Finalmente, se demostrará cómo esta amalgama ha culminado en el «Socialismo con Características Chinas», un marco que ha permitido al país sostener un crecimiento continuo y un control excepcional sobre su destino económico, ilustrado por ejemplos recientes de la campaña anticorrupción.

2. El principio fundante: Estabilidad como imperativo político y social.

En la cosmovisión china, el Estado no es un agente pasivo que interviene post-facto en las fallas del mercado; es, en esencia, el curador del «Mandato del Cielo», entendido en la era contemporánea como la capacidad de asegurar la prosperidad y la estabilidad de la nación y su pueblo. La política financiera, por lo tanto, no se organiza en torno a la axiomática «libertad individual del capital», un concepto con poca resonancia en la tradición política china, sino en torno a la estabilidad nacional y el desarrollo colectivo sostenido.

Esto se traduce en políticas concretas que delinean el ámbito de acción del capital:

* Restricción de la especulación desenfrenada:

A diferencia de mercados donde la especulación es vista como un motor de liquidez, en China se percibe como una fuerza potencialmente desestabilizadora que desvía recursos de la economía real y genera burbujas dañinas. El gobierno interviene activamente en mercados clave como el inmobiliario, promoviendo la máxima de «las viviendas son para vivir, no para especular» (房子是用来住的,不是用来炒的), imponiendo restricciones a la compra de múltiples propiedades y limitando el apalancamiento.

* Impedimento de la fuga de capitales en momentos críticos:

El control de capitales no es una anomalía, sino una herramienta fundamental para preservar la integridad financiera nacional y evitar hemorragias que puedan comprometer la capacidad de desarrollo autónomo. Por ejemplo, existe un límite general de 50.000 dólares anuales para que un ciudadano chino compre divisa extranjera, una medida diseñada para mantener la estabilidad del yuan y la reserva de divisas del país.

* Dirección estratégica del crédito:

Los flujos de crédito se orientan preferencialmente hacia sectores que el Estado considera estratégicos para el desarrollo a largo plazo, incluso si su rentabilidad inmediata no es la más alta. Grandes bancos estatales, como el Banco Industrial y Comercial de China (ICBC) o el Banco de Construcción de China (CCB), dirigen financiamiento masivo hacia la alta tecnología, infraestructuras (como los proyectos de la Franja y la Ruta) y las energías renovables, en línea con los planes quinquenales y las directrices de desarrollo nacional.

* Prevención de crisis bancarias sistémicas:

La memoria histórica de inestabilidad y humillación externa refuerza la prioridad de evitar colapsos bancarios que puedan devastar el tejido social y económico. A diferencia de muchas economías occidentales que sufrieron profundas recesiones tras la crisis financiera global de 2008, China logró sortearla sin una crisis bancaria sistémica importante, gracias en gran parte a su estricto control estatal y la capacidad de recapitalizar o reestructurar rápidamente las instituciones financieras problemáticas.

* Severas penalizaciones por corrupción y evasión:

El uso del sistema financiero para el enriquecimiento corrupto o la evasión fiscal no es simplemente un delito económico; es una afrenta directa a la legitimidad del sistema y a la cohesión social, lo que justifica penas ejemplares.

3. La fuga de riqueza: Una cuestión ética y de cohesión nacional.

La concepción occidental, particularmente la anglosajona, a menudo postula la capacidad del individuo para «salvarse solo» y mover su capital libremente a través de fronteras como un derecho inalienable. En contraste, en China, la riqueza personal está intrínsecamente ligada a una responsabilidad social y nacional. La riqueza es, en última instancia, un recurso de la sociedad que, si bien puede ser administrado individualmente, debe servir al propósito mayor del florecimiento colectivo.

Por ello:

* La exportación injustificada de capital como posible «traición económica»:

Sacar dinero del país sin una justificación estratégica clara no se considera un mero ejercicio de libertad económica, sino una potencial deslealtad al pacto social y al esfuerzo colectivo de construcción nacional. Las regulaciones buscan asegurar que las inversiones chinas en el extranjero contribuyan al fortalecimiento de las empresas nacionales o al acceso a tecnologías clave, en lugar de ser meros vehículos para el escape de capital.

* La acumulación desmedida y el uso de paraísos fiscales como amenaza a la cohesión:

La opulencia sin contribución y el resguardo de capital en jurisdicciones opacas se perciben como corrosivos para la cohesión interna y la legitimidad del sistema de gobernanza, minando la confianza pública en la equidad del desarrollo. Las campañas anticorrupción lideradas por el presidente Xi Jinping desde 2012 son un testimonio de esta convicción. Altos funcionarios y empresarios, como el caso reciente de Wang Yong, ex vicepresidente del Gobierno de la Región Autónoma del Tíbet, son juzgados no solo por la cantidad de los sobornos recibidos (271 millones de yuanes en su caso, unos 37.9 millones de dólares), sino por la traición a la confianza pública. La restitución del dinero y la confiscación de bienes, como en la sentencia de Wang, buscan no solo castigar, sino también reparar el daño patrimonial al Estado.

* Mecanismos de control rigurosos:

Límites estrictos a los movimientos de capital, inspecciones detalladas, controles de cambio, auditorías y regulaciones severas son herramientas esenciales para prevenir la fuga de capitales acumulados sin un beneficio tangible para la República Popular China.

4. Economía Moral vs. Economía de Mercado Desregulado.

La distinción fundamental subyacente al modelo chino es la de una economía moral frente a una economía de mercado desregulado. En la tradición china, influenciada por milenios de pensamiento confuciano y legista:

* El dinero como medio, no como fin: El capital y la acumulación de riqueza no son propósitos en sí mismos, sino medios para alcanzar un desarrollo armonioso (armonía social, estabilidad y prosperidad). Esta idea resuena profundamente con los principios confucianos del «Gran Gobierno» (大同, dàtóng), donde la prosperidad individual se subordina al bienestar general.

* Bienestar individual condicionado al equilibrio colectivo: La legitimidad del bienestar individual está intrínsecamente vinculada a su no-compromiso o, idealmente, a su contribución positiva al equilibrio y la prosperidad colectiva. Un individuo próspero que socava el orden social o evade sus responsabilidades es visto con desaprobación. El caso de Wang Yong y otros altos funcionarios tibetanos como Wu Yingjie (acusado de aceptar 343 millones de yuanes) o Jiang Jie (225 millones de yuanes), demuestran que el sistema no tolera el enriquecimiento personal ilícito, incluso de las más altas esferas, cuando este compromete la confianza pública y la cohesión interna.

* Apertura financiera condicionada: La apertura a los mercados globales es deseable en la medida en que contribuye al desarrollo y la modernización de China, pero siempre y cuando no ponga en riesgo la soberanía económica ni la justicia interna. La autonomía estratégica es innegociable.

En contraste con la filosofía china, el sistema financiero occidental, especialmente en el ámbito anglosajón, opera bajo premisas radicalmente distintas: el derecho irrestricto de un individuo a mover su capital, la responsabilidad individual ante la crisis (mientras el Estado rescata a los bancos), y la consideración de la fuga de capitales como una «estrategia racional» de optimización. Este enfoque ha generado inestabilidad estructural, con ciclos de burbujas y crisis; desigualdad explosiva, con élites que se enriquecen a menudo a expensas del sistema; y crisis de legitimidad, donde la ciudadanía pierde confianza en el contrato social.

5. Raíces filosóficas: El bien común en la cosmovisión china.

La articulación del sistema financiero chino, tal como se ha descrito, no es un mero constructo moderno, sino una profunda resonancia de la noción filosófica del «bien común» (天下為公, tiānxià wéi gōng, «todo bajo el cielo es para el público/común») que ha impregnado el pensamiento chino por milenios.

* 5.1. Confucianismo (孔子, Kǒngzǐ): El orden armonioso y el mandato del cielo

La filosofía confuciana sienta las bases para una visión del Estado como garante del orden social y moral. Para Confucio, el gobierno virtuoso (仁政, rénzhèng) tiene como objetivo principal la estabilidad y la prosperidad del pueblo. El concepto de «Gran Unidad» (大同, dàtóng) postula una sociedad donde la riqueza y los recursos se comparten para el beneficio de todos, y donde los líderes actúan con altruismo en pro del colectivo. En este marco, la especulación desenfrenada o la fuga de capitales por parte de élites serían actos que rompen la armonía social (和諧, héxié) y el principio de la rectificación de los nombres (正名, zhèngmíng), donde cada uno cumple su rol para el bien mayor.

* 5.2. Legismo (法家): El Estado fuerte y el control pragmatico (Han Feizi 韓非子)

Mientras Confucio enfatizaba la moralidad de los gobernantes, la escuela legista, con figuras como Han Feizi, ofrecía una visión más pragmática de la naturaleza humana, abogando por un Estado fuerte y leyes estrictas para mantener el orden. Los legistas creían que solo un gobierno centralizado y poderoso, con leyes claras y sanciones severas, podía controlar los impulsos egoístas de los individuos y dirigir sus acciones hacia el fortalecimiento del Estado. Desde esta perspectiva, las restricciones al movimiento de capital, las penalizaciones por evasión fiscal y la dirección estratégica de la economía no son meras preferencias políticas, sino necesidades imperativas para mantener el poder del Estado y prevenir el caos (乱, luàn). La condena de funcionarios como Wang Yong por usar sus cargos para enriquecimiento personal es una clara aplicación de esta lógica, donde la traición al mandato público es castigada severamente para proteger el poder y la riqueza del Estado (富国强兵, fùguó qiángbīng).

* 5.3. Taoísmo (道教): Flexibilidad, adaptabilidad y equilibrio (Wu Wei 无为)

Aunque a menudo percibido como más individualista, el Taoísmo ofrece una lente crucial para comprender la adaptabilidad, la resiliencia y la fluidez del pensamiento chino. La noción de Wu Wei (无为, «no-acción» o «acción sin esfuerzo») implica una acción que está en armonía con el flujo natural de las cosas, evitando la rigidez dogmática. Esta filosofía ha permitido al PCCh pivotar entre diferentes modelos económicos, como la transición de una economía planificada a una «economía socialista de mercado», sin perder su legitimidad fundamental. El Taoísmo enfatiza la interconexión y la complementariedad de opuestos (阴阳, yin-yang), lo que se refleja en la coexistencia de elementos de planificación estatal y mecanismos de mercado, buscando un equilibrio dinámico para el bien mayor.

6. La síntesis de corrientes: 
Marxismo, tradición China y el socialismo con características chinas.

La notable capacidad de China para integrar su milenaria herencia filosófica con el marxismo-leninismo, culminando en lo que se conoce como «Socialismo con Características Chinas» (中国特色社会主义, Zhōngguó Tèsè Shèhuì Zhǔyì), es el resultado de un proceso histórico e ideológico deliberado conocido como la «sinización del marxismo» (马克思主义中国化).

* 6.1. La sinización del marxismo: Este concepto, promovido por Mao Zedong y continuado por sus sucesores, implica adaptar los principios universales del marxismo a las condiciones específicas y la cultura de China, rechazando el dogmatismo.

* 6.2. Puntos de convergencia y mutua influencia:

-El Estado como motor y garante: El PCCh adoptó el modelo leninista de partido de vanguardia y control estatal, pero lo enmarcó en la tradición china del «Estado virtuoso» y «ordenado». El Estado socialista no es solo una herramienta para la revolución, sino también el heredero del Mandato del Cielo, encargado de la armonía y la prosperidad para todo el pueblo. Esto justifica la profunda intervención estatal en la economía, dirigiendo el crédito y controlando sectores estratégicos.

-Armonía social sobre el conflicto: Si bien el marxismo enfatiza la lucha de clases, en la China de Deng Xiaoping y sus sucesores, la «lucha de clases» pasó a un segundo plano frente al «desarrollo de las fuerzas productivas» y la «construcción de una sociedad armoniosa». Las tensiones sociales son vistas como contradicciones que el Partido debe gestionar y resolver para mantener la estabilidad. La iniciativa de «prosperidad común» (共同富裕, gòngtóng fùyù) impulsada por Xi Jinping es un esfuerzo por equilibrar el crecimiento económico con una distribución de la riqueza más equitativa, buscando la armonía social.

-Pragmatismo y Adaptabilidad: La frase «cruzar el río sintiendo las piedras» (摸着石头过河, mōzhe shítou guò hé) de Deng Xiaoping encapsula el pragmatismo chino. Esta adaptabilidad, influenciada por el Taoísmo, ha permitido al PCCh justificar la adopción de elementos de mercado y la interacción con el capitalismo global, no como una renuncia al socialismo, sino como una etapa necesaria para el desarrollo de las fuerzas productivas, un requisito marxista para alcanzar el comunismo.

-Nacionalismo y «Sueño Chino»: El PCCh ha fusionado el marxismo-leninismo con un poderoso nacionalismo revolucionario. El objetivo del comunismo no es solo la emancipación de clase, sino también el «gran rejuvenecimiento de la nación china» (中华民族伟大复兴, Zhōnghuá Mínzú Wěidà Fùxīng), que implica restaurar su posición de liderazgo global y superar la «humillación de un siglo». La prosperidad económica y la fuerza militar se presentan como medios para lograr este destino nacional. El objetivo de duplicar el PIB per cápita para 2035 y convertirse en una «nación socialista moderna, próspera, fuerte, democrática, culta, armoniosa y hermosa» es un claro ejemplo de cómo el crecimiento económico está intrínsecamente ligado a una visión nacional de grandeza.

7. Conclusión: La proyección global del modelo chino.

El sistema financiero chino es una construcción deliberada, estructurada para impedir que el interés individual —especialmente el de los actores más acaudalados— socave la estabilidad del país y el bienestar colectivo. Esta no es simplemente una cuestión de eficiencia técnica o de pragmatismo económico; es la manifestación de una ética del desarrollo profundamente arraigada y guiada por el Estado, inmersa en una tradición filosófica milenaria y sincretizada con el marxismo-leninismo.

La condena pública y ejemplar de altos funcionarios como Wang Yong, Wu Yingjie y Jiang Jie, con la confiscación de sus bienes y la exigencia de restitución, no busca solo castigar, sino reafirmar el contrato implícito entre el Estado y su estructura interna: quien traiciona el mandato público y utiliza la función política para el enriquecimiento personal, traiciona al pueblo y al Partido.

Es en esta coherencia, y no en la espectacularización del castigo, donde el sistema busca su legitimidad y refuerza su control disciplinario. La ausencia de «fake news» en la prensa oficial china sobre estos casos refuerza la narrativa de un sistema que, dentro de sus propios parámetros, busca la verificabilidad y la autoridad incontestable en sus decisiones judiciales y mediáticas.

Esta lógica, a menudo criticada desde los paradigmas del liberalismo clásico, ha sido fundamental para la capacidad de China de sostener un crecimiento económico continuo y sin precedentes, evitar crisis bancarias sistémicas mayores y mantener un control excepcional sobre su destino económico en un mundo globalizado, sacando a su pueblo de la pobreza extrema.

El modelo chino representa una soberanía integral que se extiende no solo al territorio y la política, sino también a la economía y los flujos de capital. Comprender esta arquitectura es esencial para analizar el orden mundial emergente y las alternativas al paradigma económico hegemónico.

 

Bibliografía:

* Consejo de Estado de la República Popular China. Planes Quinquenales.
* Mao Zedong. Obras Escogidas.
* Organizaciones académicas sobre la historia del pensamiento chino (Confucianismo, Legismo, Taoísmo).
* Publicaciones de la Comisión Central de Inspección Disciplinaria del PCCh.
* Xi Jinping. La Gobernación y Administración de China.
* Estudios académicos sobre el socialismo con características chinas y la economía política de China.

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