

Por: Andrés Gaudín
Las Vacunaciones Infantiles y pediatricas salvan millones de vida
Los máximos referentes mundiales en temas vinculados con la salud pública advierten que, de no volverse a las sabias prácticas preventivas que tuvieron su más sólido pilar en las incisivas campañas de vacunación, los 8 mil millones de habitantes del planeta, y en especial los casi 700 millones de latinoamericanos, están expuestos a repetir epidemias de enfermedades extremadamente infecciosas que ya estaban superadas, como el sarampión.
Los colectivos negacionistas y supremacistas desarrollados junto con la ultraderecha de reminiscencias nazis, el economicismo neoliberal, los gobiernos llamados libertarios y el auge de la religiosidad sectaria son los vectores de este regreso al pasado. La caída de los índices de vacunación y la creciente actividad turística, unidas, hacen el resto.
El sarampión ya está aquí, y ese aquí no quiere decir en Argentina o en América Latina. Es a nivel global. Tras una década en la que la Organización Mundial de la Salud (OMS) había declarado al planeta libre del mal, renació en 2016, fue nuevamente abatido y regresó, ahora con más fuerza, impulsado por los grupos cavernícolas –políticos y religiosos– que durante la pandemia del Covid-19 formularon teorías engañosas en las que negaron la validez de las vacunas, de las cuarentenas y hasta de los barbijos. En Europa hay sarampión desde hace años. De ahí, básicamente, llegaron casos, y se extienden, a Estados Unidos, Canadá, México, Perú, Argentina, Brasil, Ecuador y Bolivia. Es en Bolivia donde la comunión entre la derecha libertaria y la religión es plena y mortal.
Esa falta de confianza en las políticas preventivas va tocando de una u otra manera a todas las Américas y hace necesaria una acción urgente. Ese es el reclamo formulado por la OMS desde su sede en Ginebra. En Bolivia, el gobierno ya declaró la emergencia sanitaria a nivel nacional, y el brote de sarampión obligó al adelantamiento de las vacaciones escolares en el departamento de Santa Cruz y la reducción al mínimo necesario de la vida burocrática en esa región oriental del país.
Santa Cruz, departamento racista en un país de indígenas, situado en la frontera con Brasil, bastión de la ultraderecha inmune a los cambios políticos, es la cabeza de un movimiento separatista, siempre latente, que en 2018 llegó a poner en jaque la estabilidad institucional. Es el mejor ejemplo de cómo, con el falso discurso de la defensa de las libertades, esos sectores cavernícolas ponen en juego la vida de todo un país. Días atrás, cuando declaró la emergencia, el presidente Luis Arce buscó explicaciones a este agresivo resurgimiento del sarampión y reveló, sin entrar en detalles, que las autoridades sanitarias habían detectado dos cadenas de contagio que se explican, no lo dijo expresamente, en la raíz ideológica de los sectores políticos y sociales dominantes.
Un multitudinario encuentro religioso pentecostal, como el bendecido el 5 de julio pasado en Chaco por el presidente Javier Milei y su hermana, fue el principal vector. En mayo, en una ostentosa demostración como la patrocinada por Milei, Santa Cruz recibió a 30.000 evangelizadores de todo el mundo que convivieron con los cruceños durante tres días y sin haber exhibido certificaciones sanitarias pese a provenir, en una alta proporción, de áreas geográficas contaminadas con sarampión. Anteriormente, en abril, en lo que pudo haber sido la primera cadena, en algunas de las colonias menonitas de fuerte presencia en el oriente boliviano, mantuvieron “escondidas” a personas que eran portadoras del sarampión.
De mantenerse en EE UU las tendencias actuales de vacunación, con la multitud de iglesias evangélica en una enfermiza campaña anti vacunas y con el gobierno expresamente desentendido de la salud de su gente, la gran potencia llegaría a 50 millones de contagiados de sarampión dentro de 25 años. Si se observa el creciente tráfico de viajeros con EE UU, las perspectivas son nefastas para las Américas, con un presidente norteamericano que sigue diciendo, sin constancias y con el rechazo del mundo científico, que las vacunas son causantes del autismo. Para sostener sus actitudes alarmistas, Trump sólo se basa en los dichos de su ministro de Salud, Robert F. Kennedy Jr. (ver aparte), un delirante que, a su vez, sigue repitiendo teorías del siglo pasado ya desacreditadas.
La dupla Trump-Kennedy no está sola en la campaña genocida contra las vacunas. En las últimas semanas se viralizó en Europa occidental un texto que resultó ser de un nazi con nombre y apellido (Pedro Varela) que acaba de salir de la cárcel tras cumplir prisión por su prédica supremacista. Fue más allá que sus replicadores y acusó a la ONU de promover, con su Agenda 2030, “una campaña para despoblar el mundo en un 15%, valiéndose de las vacunas, el aborto y la planificación familiar”. En la misma línea, Trump divulgó un estudio sobre las enfermedades crónicas entre los jóvenes, en el que plantea “serias dudas” sobre las vacunas, los alimentos ultra procesados, los pesticidas, las pantallas y, ¡aquí no se salva nadie!, hasta el manguito plástico de las espumaderas y los cucharones.
Nadie desmintió a Trump. En cambio, el 4 de julio el diario catalán La Vanguardia desmintió la versión del señor Varela tras explicar que en la Agenda 2030 no hay ni una sola línea que hable del interés de los países de la ONU por el despoblamiento mundial. Hasta anoche, la proclama genocida seguía vivita y coleando en 1.674.843 sitios. Y en una mirada rápida aparecían los versos de El brujito de Gulubú, el maravilloso manifiesto pro vacunas de María Elena Walsh. “Los chicos eran muy bu / burros todos en Gulubú / se olvidaban la lección / o sufrían de sarampión. / Pero un día llegó el doctor / manejando un cuatrimotor / ¿y saben lo que pasó? / Todas las brujerías del Brujito de Gulubú / se curaron con la vacú, / con la vacuna luna, luna lu”.
En el alerta de la OMS, replicado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se define al sarampión como “una enfermedad viral altamente contagiosa que se caracteriza por fiebre alta, tos, inflamación nasal, conjuntivitis y una erupción cutánea característica”, que no tiene tratamiento pero es prevenible con dos dosis de una vacuna de alta efectividad. “Provoca infecciones de oído, ceguera, neumonía e inflamaciones en el cerebro. A nivel mundial es una de las primeras causas de muerte entre niños pequeños y representa una importante amenaza para la salud mundial”. Al hablar de una población americana de 700 millones, los contagios parecen irrelevantes, pero cobraron un carácter dramático cuando el 7 de julio la OPS dijo que, comparados con julio de 2024, los casos aumentaron 29 veces. «
En el jurassic world, Robert F. Kennedy Jr. es una figura de consulta. Ya sea porque siendo el ministro de Salud de una gran potencia es uno de los más obsesivos enemigos de las vacunas, pilar de toda política sanitara, ya sea por su irresponsabilidad in extremis a la hora de opinar, siempre sin fuentes, precisión de datos o rigurosidad científica. El 7 de abril pasado fue especialmente consultado porque en los hospitales de Texas se reportaron cientos de casos de niños intoxicados por el consumo excesivo de vitamina A, sugerida por Kennedy –que no es ni médico ni sanitarista– como opción terapéutica para enfrentar el sarampión. “Que bajen la dosis” fue o habría sido su respuesta.
El 27 de mayo, en medio de un asfixiante operativo de seguridad, Kennedy entró a la Casa Rosada y habló con el presidente Milei y cuanto funcionario andaba en la vuelta. La información oficial –mucha foto, poco texto– consignó que los temas centrales fueron la descentralización hospitalaria, la desregulación del régimen de patentes farmacéuticas y la posible minimización de la estructura ministerial en salud. Trascendió que también hablaron de la creación de una OMS paralela formateada según el Make America Healthy Again (Hacer que Estados Unidos Vuelva a ser Saludable), un programa con el que Trump busca redefinir el rol del Estado en la salud pública.
Kennedy llegó a Buenos Aires con un boletín en rojo, plagado de malas notas. Un ejemplo: en febrero, tras días de audiencia y con el gobierno ya instalado, el Senado de EE UU aprobó su designación como ministro de Salud con una mayoría mínima pero luego de garantizarle al senador Mitch McConnell, un sobreviviente de la poliomielitis, que nunca más volverá a negar la validez de las vacunas. Después, en Texas, sin embargo, violó la palabra empeñada. Mucho antes, en junio de 2023, cuando aún era postulante presidencial, había sido censurado por YouTube, que eliminó de sus ofertas una entrevista con NBC News en la que había “desinformado groseramente” sobre las vacunas.
Basta googlear el nombre del sujeto para obtener una cortante definición sobre él. Dice la inteligencia artificial de Google que no tiene ninguna autoridad científica. Especializado en derecho ambiental, sus juicios sobre temas relacionados con su cargo ministerial, especialmente sobre vacunas, “no tienen respaldo y han sido ampliamente desacreditados por la comunidad científica. Es conocido por difundir teorías conspirativas y falsas sobre temas como el sida y la relación vacunas-autismo. Su autoridad –agrega sobre el hombre de consulta de Milei– se limita a su activismo, no a sus conocimientos. Sus afirmaciones no son válidas desde una perspectiva científica”.