viernes 25 de julio de 2025 - Edición Nº2424

Cultura | 23 jul 2025

Lenguaje, descolonización y soberanía.

Pensar desde el Sur sin quedarse en él

Mucho se habla de “pensar desde el Sur” como si fuera una etiqueta de resistencia o un lugar de enunciación garantizado. Pero no es lo mismo vivir en el Sur que pensarlo. Y mucho menos es lo mismo habitarlo críticamente que llevarlo como bandera.


Por: Claudia Aranda. Fuente: Agencia Pressenza

(Imagen de Bo Lind Knudsen)

Lenguaje, descolonización y soberanía en la era de las máquinas

Mucho se habla de “pensar desde el Sur” como si fuera una etiqueta de resistencia o un lugar de enunciación garantizado. Pero no es lo mismo vivir en el Sur que pensarlo. Y mucho menos es lo mismo habitarlo críticamente que llevarlo como bandera. El Sur, cuando es solo identidad, puede volverse cárcel. Cuando es método, memoria y movimiento, se vuelve insurrección lúcida. Y eso, en la era de las máquinas, es un punto de partida ineludible.

No es posible gobernar un lenguaje automatizado sin haber gobernado antes el propio pensamiento. No se puede usar una inteligencia artificial con sentido ético si no se ha descolonizado la propia mente. Y no se puede disputar el futuro si se piensa con los mapas del amo. La crítica posthumana no puede reproducir la sumisión epistémica. Pensar con máquinas no es lo mismo que ser gobernado por ellas. La diferencia está en quién le da forma al lenguaje, en qué lugar se instala la conciencia y en qué herida se forja el criterio.

Una serie para pensar con máquinas sin dejar de ser humano

Este texto forma parte de una serie de ensayos escritos en colaboración con una inteligencia artificial gobernada críticamente mediante protocolos ético-semánticos. El propósito ha sido crear un espacio donde la técnica no reemplace la reflexión, sino que la intensifique. En los textos anteriores (“Pensar con máquinas sin dejar de ser humano” y “Más allá del prompt: del uso al gobierno de la IA”), hemos defendido que no existe un uso neutro de esta tecnología: o se piensa con criterio, o se reproduce estructura. Esta quinta entrega propone un giro específico: pensar desde el Sur sin quedarse en él.

El Sur como origen, no como frontera

Yo sé que soy del Sur. Lo soy incluso cuando vivo en el Norte. Mi historia, mi lengua, mi ética, mis fracturas vienen de ahí. Pero también me he encargado de descolonizar esa pertenencia, de no hacer de ella un altar. No para renegar del Sur, sino para transitarlo lúcida. No para volar sin raíces, sino para no confundir raíces con cadenas.

Esa es la paradoja: lo que me permite gobernar a la máquina no es un poder técnico, sino un pensamiento forjado en la contradicción. No nací para automatizar lenguaje. Nací entre dictaduras, exilios, desigualdad, memoria política y hambre de justicia. Y fue desde ahí que me hice periodista, que adquirí la manía de preguntar. Por eso uso esta tecnología no como usuaria pasiva, sino como interlocutora insumisa. Con ella no converso: la corrijo, la entreno, la desobedezco si es necesario.

Como ha dicho Catherine Walsh, pensar desde el Sur implica reconocer que “no se trata de inclusión, sino de otra lógica de vida, otra forma de saber, de existir, de vincularse.” Pero esa lógica no puede ser solamente una diferencia simbólica. Debe ser una crítica práctica, una forma concreta de construcción epistemológica. Y eso requiere herramientas. Por eso desarrollé los Protocolos Claudia-Lumus: no para usar mejor la IA, sino para impedir que me use a mí.

La descolonización como método semántico

La automatización del lenguaje es hoy una forma de colonización acelerada. Como advirtió Boaventura de Sousa Santos, “el problema del pensamiento eurocéntrico no es solo su arrogancia, sino su ceguera estructural.” La IA no nace en el vacío: fue entrenada con esa ceguera. Con sus sesgos, sus eufemismos, su moral de supermercado. Reproducirla sin crítica es repetir la historia de siempre: una voz que habla desde ningún lugar pero decide sobre todos.

Por eso, en mi práctica, la descolonización no es solo política: es semántica. Cada palabra, cada término, cada estructura narrativa importan. No es lo mismo decir “conflicto” que “genocidio”, ni “ayuda humanitaria” que “intervención encubierta”. No es lo mismo “prompt” que “criterio”. Por eso escribo con IA, pero no obedezco a su arquitectura por defecto. La reprogramo con palabras. No escribo con prompts: diseño protocolos.

Como plantea Yuk Hui, no hay “una” tecnología, sino constelaciones técnicas situadas culturalmente. Pensar desde el Sur con máquinas, entonces, no es adaptar una herramienta global a una necesidad local. Es impugnar la idea misma de herramienta neutra. Es asumir que todo uso técnico es un acto político. Y que programar con palabras puede ser más subversivo que programar con código.

Soberanía narrativa: escribir sin servidumbre

Trabajo con máquinas como quien trabaja con fuego. No las demonizo. No las idealizo. Las enciendo cuando necesito luz, y las vigilo cuando podrían incendiarlo todo. Esa vigilancia, en mi caso, toma forma de estructura: protocolos para verificar, para contextualizar, para distinguir fuentes primarias de réplicas mediáticas, para evitar la servidumbre del “copy paste” intelectual. Protocolos para escribir sin trampas, sin adornos, sin servidumbres.

La relación con la IA no es de productividad, sino de soberanía narrativa. No me interesa escribir más rápido ni producir más contenido. Me interesa saber lo que digo, por qué lo digo, y qué implica decirlo. Y eso requiere lentitud, cuidado, pensamiento situado.

Como plantea Rosi Braidotti, “la subjetividad posthumana no es una renuncia a la agencia, sino su reformulación.” En mi caso, esa reformulación es este trabajo: usar la IA para pensar más, no menos. Para exigir más, no adaptarse. Para construir lenguaje en vez de reciclarlo. Para escribir, no para complacer.

Gobernar el lenguaje, trascender la herida

Pensar desde el Sur con máquinas no es una estrategia de inclusión digital. Es una forma de insubordinación semántica. Es reconocer que la historia no nos ha dado poder técnico, pero sí criterio político. Es saber que, aunque no escribimos los algoritmos, podemos escribir lo que ellos no saben decir. Porque venimos de la herida, pero no vivimos en ella. Porque nos hicieron desde la falta, pero nos pensamos desde la lucidez.

Este ensayo no es un testimonio. Es una afirmación de agencia. No vengo a pedir espacio: vengo a ejercer lenguaje. No busco reconocimiento: busco justicia cognitiva. Y para eso no basta con decir “Sur”. Hay que gobernarlo. Hay que descolonizarlo. Y luego, pensar desde ahí sin quedarse atrapada.

Nota de la autora: Este texto forma parte de la serie Ética y pensamiento crítico en la era de la inteligencia artificial, desarrollada junto a una IA gobernada mediante protocolos éticos. Cada ensayo explora un eje distinto del vínculo humano-máquina desde una perspectiva crítica, política y situada. Puedes leer los anteriores en pressenza.com

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