

Por: Mauricio Herrera Kahn. Fuente:Agencia Pressenza
Salr de Uyuni. (Imagen de Pixabay)
El nuevo petróleo blanco
No hay ningún recurso más disputado hoy que el litio. No porque sea mágico, sino porque es necesario. Sin litio no hay autos eléctricos, no hay baterías, no hay transición energética, no hay futuro tecnológico. Detrás del discurso de sostenibilidad y cambio verde hay otra cosa: una carrera desesperada por controlar el nuevo petróleo blanco, una fiebre global donde todos lo quieren, pero pocos lo tienen. Y lo más brutal es que quienes lo tienen, muchas veces no lo controlan.
Siete países, 85% del planeta
Siete países concentran el 85% de las reservas de litio del mundo: Bolivia, Argentina, Chile, Australia, China, Canadá , África meridional (Zimbabwe, RDC, Namibia) y México. Pero las paradojas son feroces. Chile lo tiene pero lo entregó a privados. Argentina lo poseepero lo fragmenta entre provincias. Bolivia lo resguarda pero lo subutiliza. África lo sufre. Australia lo exporta en bruto. Canadá lo invierte pero no lo transforma. México lo nacionalizó y no tiene tecnología. Y China, que tiene menos litio en casa, controla todo el mercado mundial. La paradoja no es geológica, es política.
Chile, el litio evaporado
Chile, con casi el 11% de las reservas globales, exportó en 2023 más de USD 8.600 millones entre SQM y Albemarle. Pero el Estado recibió poco más de USD 2.700 millones. La mayor parte del negocio queda en manos privadas. No hay planta nacional de baterías, no hay industria propia, no hay plan estatal real. El salar de Atacama es el epicentro del modelo extractivista con etiqueta de modernidad. El litio chileno sigue siendo evaporado como el salitre, vendido como el cobre y saqueado como la historia.
Argentina, provincias ricas, pueblos secos
Argentina es el país con más proyectos nuevos aprobados. Tiene el 21% de las reservas globales y a diferencia de Chile, las provincias controlan el recurso. Pero ese control ha sido entregado mediante concesiones a firmas extranjeras como Livent, Ganfeng o Allkem. En 2023 el país exportó cerca de USD 700 millones, una cifra marginal respecto a su potencial. Las comunidades reclaman agua, información y consulta previa. El litio fluye pero el desarrollo no llega.
Bolivia, soberanía en construcción
Con el 21% de las reservas globales, Bolivia es el gigante dormido del litio. Su apuesta por una empresa estatal ha sido valiente pero lenta. Hoy busca alianzas con Rusia, China y Alemania para industrializar su riqueza. En 2023 firmó acuerdos por más de USD 1.000 millones para instalar plantas piloto de baterías e hidróxido. Pero todavía no exporta en gran volumen. Tiene el litio pero no la tecnología. Tiene la soberanía pero le falta tiempo. ¿Será tarde cuando despierte?
Australia, supermercado sin industria
Con el 13% de las reservas globales, Australia es el mayor productor del mundo ya que exporta más de 330.000 toneladas LCE al año y genera ingresos por USD 18.600 millones. Pero casi todo ese litio es exportado sin procesar. Más del 80% va a China. Greenbushes, Mt Marion, Wodgina, Mt Holland, todos son yacimientos de clase mundial. Pero el país no tiene industria de baterías, no tiene empresa nacional del litio y no tiene política soberana. Es un supermercado minero disfrazado de potencia tecnológica.
China, el que no lo tiene pero lo controla
China apenas posee el 7% de las reservas globales pero eso no importa. Ha invertido en más de 50 proyectos de litio en el mundo. Controla parte de SQM en Chile, domina yacimientos en Argentina y África y posee empresas en Australia. Más del 70% del litio del mundo pasa por plantas chinas antes de convertirse en batería. Y más del 80% de las baterías de autos eléctricos son fabricadas en China. No necesita tener litio, necesita dominar su procesamiento. Y ya lo hizo.
África, el saqueo más rápido de la historia
África tiene el 12% de las reservas globales de litio. Zimbabwe, RDC y Namibia concentran las mayores apuestas. Empresas chinas y fondos canadienses ya operan minas como Arcadia, Bikita o Manono. Pero los beneficios no llegan. Las comunidades viven sin agua potable, sin escuelas, sin caminos. Los contratos no son públicos. Las minas funcionan como enclaves coloniales. La historia del coltán, el oro y los diamantes se repite, solo que ahora se llama litio. Y se exporta más rápido que nunca.
Canadá, el poder en las sombras
Canadá no solo tiene litio, tiene fondos. Empresas como Lithium Americas, Sigma Lithium o Neo Lithium tienen participación en operaciones clave en Argentina, EE.UU., África y Canadá mismo. El país posee cerca del 3% de las reservas globales pero controla muchas más a través de inversiones cruzadas. Tiene poder financiero, no tecnológico. Y actúa como pivote entre China y EE.UU., negociando acceso a materias primas y exportando litio en bruto. Un jugador frío, estratégico, sin bandera visible pero con chequera fuerte.
México, la nacionalización que incomoda
México no tiene las mayores reservas pero tiene la decisión. Con casi el 2 % del litio mundial concentrado en Sonora, el país decidió en 2022 declarar al litio como recurso estratégico y crear LitioMX, una empresa estatal con control absoluto sobre su exploración y explotación. La medida no gustó a Washington ni a los capitales privados pero envió una señal clara, el litio no será un negocio más, será una política de Estado.
El yacimiento de Sonora, controlado inicialmente por Bacanora Lithium (con sede en Canadá) y su socia china Ganfeng Lithium, es uno de los mayores en roca de América Latina, con potencial de más de 8 millones de toneladas LCE. Tras la nacionalización, los contratos fueron sometidos a revisión, generando tensiones diplomáticas y presiones cruzadas desde inversores extranjeros. Pero la decisión soberana cambió el tablero. México aún no produce a gran escala pero está sentando las bases para hacerlo sin entregar el control.
La nacionalización del litio en México marcó una ruptura en la lógica extractivista dominante. Mientras países como Chile delegan el control a empresas privadas o negocian pactos mixtos con actores cuestionados como SQM, México optó por el camino más difícil, enfrentar a las multinacionales, asumir los costos iniciales y construir desde cero una empresa estatal. LitioMX aún no produce pero su sola existencia representa un modelo alternativo que incomoda a los lobbies mineros.
En este escenario, Canadá y China juegan en doble pista. Mientras sus empresas presionan para mantener los contratos, sus gobiernos negocian con cautela. México, por su parte, resiste. Con errores, con retrasos, pero también con dignidad. Porque hay algo que no se mide en toneladas ni en precios de mercado que es el derecho a decidir sobre el subsuelo. Y ese derecho, aunque no cotiza en bolsa, vale más que todo el litio del planeta.
¿Cuánto litio queda, cuánto tiempo queda?
Las reservas mundiales probadas dan para 60 años más. Pero eso no es tiempo. Australia podría agotar sus minas en 30 años, Chile y Argentina en 40, África en 15 si el ritmo sigue igual. China tendrá que seguir comprando afuera. Bolivia tiene litio para 70 años pero todavía no ha explotado ni el 1%. Canadá aún explora. Pero lo cierto es que si no se nacionaliza el litio ahora, cuando lo intenten, ya no quedará nada por defender.
El espejo roto del litio
La historia del litio es la historia del mundo. Los que lo tienen, no lo dominan. Los que lo dominan, no lo tienen. Los que lo procesan, no lo producen. Y los que lo consumen, miran para otro lado. Hay empresas que ganan miles de millones y pueblos que no tienen agua. Hay gobiernos que firman contratos que entregan la soberanía por décadas. Hay discursos sobre el futuro verde mientras se secan los salares. Y todo eso pasa hoy, ahora. No es ciencia ficción.
Un modelo agotado, una urgencia real
¿Se puede cambiar el modelo? Sí. ¿Cuándo? Ahora. Porque en 5 años ya será tarde. La nacionalización del litio no es una utopía, es una urgencia. Crear empresas públicas, refinar en origen, exigir transferencia tecnológica, asegurar valor agregado. No más concesiones infinitas, no más contratos opacos, no más entregas disfrazadas de inversión. El litio no puede seguir siendo el botín de los mismos, tiene que convertirse en la base de un modelo distinto.
El litio es de quien lo tiene, no de quien lo desea
Este no es un llamado a la guerra, ni al aislamiento. Es un grito de defensa, de dignidad, de lógica histórica. No se puede permitir que un recurso estratégico, limpio y clave para el futuro humano, quede en manos de cinco corporaciones globales. El litio no pertenece a Tesla, no pertenece a Tianqi, no pertenece a los fondos de Toronto. El litio pertenece a los pueblos que lo tienen bajo sus pies y solo ellos deben decidir qué hacer con él y cómo.
Porque el litio ya no es un mineral
No hay tiempo para tibiezas, o se nacionaliza o se evapora. O se defiende o se vende. Esta es la batalla del siglo XXI. Y el litio es la primera línea. El que quiera entender el poder, que mire este mapa. El que quiera cambiar la historia, que empiece por este recurso. Porque el litio ya no es un mineral, es un espejo. Y lo que refleja es quién somos… y qué futuro estamos dispuestos a construir.