martes 05 de agosto de 2025 - Edición Nº2435

Internacionales | 4 ago 2025

Banqueros sucios

Narcolavado: la red de medios periodísticos acusa al JP Morgan y a otros grandes bancos globales

Una última investigación del ICIJ y agencias de EE UU denuncian que sin las entidades financieras no sería posible que se esfumaran cada año más de U$S 100 mil millones generados por el tráfico de drogas.


Por: Andrés Gaudin

Una última investigación del ICIJ y agencias de EE UU denuncian que sin las entidades financieras no sería posible que se esfumaran cada año más de U$S 100 mil millones generados por el tráfico de drogas.

En septiembre de 2020, cuando Donald Trump preparaba secretamente el fracasado primer intento de golpe de Estado de la historia de la gran potencia, el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) daba a luz un contundente informe que desnudaba la trama más vil del sistema financiero. Su título decía todo: “Los bancos globales desafían las medidas de Estados Unidos al servir a oligarcas, criminales y terroristas”. Y su texto preocupó a los peores, que lo mantuvieron oculto. “Documentos secretos revelan que JP Morgan, HSBC y otros grandes bancos se burlan de las medidas represivas contra el lavado de dinero y mueven asombrosas sumas para favorecer a personajes oscuros y redes criminales que siembran el caos y socavan la democracia en todo el mundo”. Eso decía.

Ahora, erigido en una especie de símil dios que peca en todas las paradas, y a sabiendas de que sus instituciones financieras a nadie le perdonan la vida, Trump se toma atribuciones divinas, promete la hoguera a tres bancos de cuarta del sistema mexicano y exculpa a los de su estirpe. Quiere ignorar al ICIJ, cuando asegura que algo más de 2000 reportes oficiales y ocultos “prueban que billones de dólares sucios fluyen entre los mayores bancos del mundo”. Y para que no haya dudas los cita. Además del JP Morgan y el HSBC, el Deutsche Bank, el Bank of New York y el Standard Chartered. A inicios del milenio los cinco bancos fueron multados en Estados Unidos, pero nada hicieron para contener el flujo de dinero negro. Cien años antes, principios del siglo XX, el filósofo alemán Walter Benjamin había dicho que “los bancos son al capitalismo lo que el pecado es a la religión”.

El Departamento del Tesoro admite que cada año se diluyen en sus bancos unos 100 mil millones de dólares originados en el narcotráfico. Es un impresionante monto a lavar. Lo generado por la cadena de suministro del fentanilo en el país, que es el mayor consumidor mundial del opiáceo, pasa por esa red financiera. Sin embargo, aunque el Congreso se ha abocado al tema del lavado desde los años 80 del siglo pasado y produjo tres completos informes que llegaron a una misma conclusión –sin los bancos haciendo la tarea sucia no sería posible el negocio de la droga a los niveles que exige el mercado–, hasta ahora ningún banco ha sido identificado como lavador ni se ha hablado de una investigación pública sobre el dinero que entra y sale del país. Y sobre todo, cómo entra y cómo sale. 

El problema no es sólo el lucrativo mercado de la droga, sino que es justamente en EE UU donde el Tesoro halló más alertas de lavado vinculado con el tráfico de fentanilo: 95 de cada 100 alertas. Así lo advierte un informe de fines de junio del matutino mexicano La Jornada, movilizado después de que Trump golpeara a aquellos tres bancos y cargara con aranceles extraordinarios a la economía azteca. El diario agrega que, en una revisión de los reportes bancarios de 2024, la FinCEN –el área de inteligencia del Tesoro– comprobó que 1245 informes se vinculaban con el tráfico de fentanilo, con un monto movilizado de u$s 1400 millones. La agencia señaló que los bancos norteamericanos generaron el 57% de las alertas analizadas.

El Tesoro y el Departamento de Justicia se enorgullecen de las sanciones dictadas para el exterior, pero fronteras adentro nada, dice la Integridad Financiera Global, una entidad de investigación privada que ironiza diciendo que en Estados Unidos es más fácil blanquear 2300 millones que conseguir una tarjeta para acceder a la biblioteca de la parroquia barrial. Si bien la FinCEN envía sugerencias a los grupos financieros internos para monitorear y reportar transacciones sospechosas, en ninguno de los dos ministerios tomaron acciones sobre el sistema financiero nacional. Las acusaciones son penales y dirigidas contra las mulas, personas que mueven de manera transfronteriza el dinero del negocio de las drogas.

Dando pie a la sentencia histórica –»Pobre México, tan lejos de dios y tan cerca de Estados Unidos»–, el país está conmovido con la agresiva impronta dada por Trump a las relaciones bilaterales. En ese marco se anunció la próxima edición de “Los carteles gringos”, donde Jesús Esquivel desarma “las falacias de Trump sobre el narco mercado”. El periodista basa parte de su investigación en los dichos del ex agente de inteligencia John Callery, que hace dos revelaciones que destruyen las histéricas denuncias de Trump, al que califica de “triste psicópata”. En una señal, datos en mano, dice que en Estados Unidos el narcotráfico “está operado y controlado por hombres blancos nacidos aquí y no por carteles mexicanos”. En la otra, asegura que el auge del fentanilo “es una responsabilidad directa de los laboratorios”.

Callery se explica y dice: “Alrededor del 95% de los narcotraficantes son gente de este país. Son los que manejan la droga cuando cruza la frontera y los que la venden en California o en Filadelfia. Entre los narco de la frontera sur puede haber 70% de estadounidenses y 30% de mexicanos o guatemaltecos, pero una vez que cruzan la frontera la abrumadora mayoría vendedora es de Estados Unidos”. Callery dijo que “la burla mayor es que los más importantes vendedores de drogas de la historia son los ejecutivos de las multinacionales farmacéuticas. El consumo de fentanilo, que ya ha dejado cientos de miles de víctimas y se extiende de forma exponencial, se volvió epidemia por culpa de los laboratorios, que promovieron el uso legal de analgésicos altamente adictivos que crearon una generación de consumidores que se trasladó al mercado ilegal. ¿Una prueba?: ningún empresario fue detenido”.

Las múltiples agencias de inteligencia, incluyendo al FBI y a la CIA, sólo en casos aislados pusieron contra la pared a los gigantes de las finanzas, y cuando hubo sanciones fueron como hacerle cosquillas a un hipopótamo. La investigación del ICIJ estableció que en algunos casos los grandes, los muy grandes y los menores –el sistema en pleno– siguieron moviendo fondos sucios tras haber sido advertidos por negociar con y para mafiosos varios. Además de los carteles se cita a las dictaduras de Malasia y Ucrania, involucradas en negocios por miles de millones de dólares, y hasta un pinche venezolano al que le guardaron dos millones “ganados” por estafar a la Corporación Eléctrica Nacional y provocar los criminales apagones de 2019. Para estos casos, unos y otros, Bertolt Brecht tenía una sentencia: “Robar un banco es un delito, pero es más delito crearlo”.

La soberbia no tiene oídos

No sólo el 95% de los narcos que operan desde las sombras en EE UU son norteamericanos, como lo atestiguan tantas fuentes, sino que los condenados que saturan las 5000 cárceles del país –entre los que no hay ni banqueros ni gerentes de las multinacionales  farmacéuticas– así lo demuestran de forma contundente: más del 80% también son nacidos y criados en la patria del dólar. “No todo pasa por la represión, no todo es policías, no todo es Guardia Nacional, no todo es militares, el señor Trump y su staff deben admitir que tienen una situación crítica de consumo de drogas, que lo de ellos ya es un grave problema de salud pública”. La presidenta Claudia Sheinbaum se lo dijo el viernes al zar de la Casa Blanca pero, se dice, la soberbia y la estulticia no tienen oídos. Ya se lo había dicho antes.

Si bien el gran blanco represivo son los inmigrantes que cultivan los campos, las mucamas que tienden las camas de los hoteles, los repositores de los supermercados y los que lavan la mugre gringa de las casas o las calles, es cierto que cada tanto se ocupan de esos dealers y mulas que llenan las prisiones. De todas maneras, también lo dijo Sheinbaum, hay dos asuntos que sorprenden y que garantizan que siempre habrá algo que enriquecerá las estadísticas. La primera es que si realmente libran acciones para reducir la producción y el tráfico, ¿por qué no hay escasez y la oferta se mantiene igual? La segunda: ¿por qué no aumentó el precio? Estos dos factores son los primeros que reflejan un cambio en los mercados cuando se realizan acciones certeras que realmente busquen acabar con el tráfico.

Los datos están, y están probados por la Justicia. Las agencias gubernamentales confirman que hay extranjeros que, exponiéndose desde el llano, participan del negocio, pero la enorme mayoría de los convictos son Made in USA. Estados Unidos tiene una de las poblaciones carcelarias más grandes del mundo, y tras diez años de reducción el número de presos volvió a crecer sostenidamente a partir de 2022. Según la Prision Policy Initiative, hay casi 2 millones de personas presas en relación con el tráfico de fentanilo y casi un millón, la mayoría por simple tenencia, van presos cada año por la misma razón.

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