lunes 18 de agosto de 2025 - Edición Nº2448

Medio Ambiente | 17 ago 2025

Un Planeta que Arde.

Enfriar nuestras casas o calentar el planeta: el dilema del aire acondicionado

En un planeta que arde con olas de calor cada vez más intensas, el aire acondicionado (AC) se ha convertido en un salvavidas casi imprescindible. Sin embargo, esta forma de alivio está protagonizando una paradoja preocupante: enfriar nuestros hogares está recalentando el planeta.


Por: Mónica Gálvez - Fuente Context

En un planeta que arde con olas de calor cada vez más intensas, el aire acondicionado (AC) se ha convertido en un salvavidas casi imprescindible. Sin embargo, esta forma de alivio está protagonizando una paradoja preocupante: enfriar nuestros hogares está recalentando el planeta.

El aumento de temperaturas, la urbanización acelerada, el crecimiento poblacional y el incremento en los ingresos están impulsando una demanda de aire acondicionado que crece sin freno, especialmente en países en desarrollo. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), esta demanda podría triplicarse para 2050 respecto a 2016. Solo India podría contar con unos 1,000 millones de unidades para entonces, más de diez veces las que existen hoy.

El aire acondicionado es vital: reduce muertes por calor, facilita que estudiantes estudien y aumenta la productividad laboral. De hecho, albergar un sistema de AC en el hogar puede reducir el riesgo de mortalidad por calor alrededor del 75%.

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Pero ese confort tiene consecuencias, si no actuamos, el enfriamiento —incluido refrigeración y AC— podría representar más del 10% de todas las emisiones globales hacia 2050, mucho más que lo que aporta la aviación (que ronda el 2,5 %). Además, estas unidades consumen grandes cantidades de electricidad (muchas veces generada por combustibles fósiles) y utilizan refrigerantes con potencial calorífico cientos o miles de veces mayor que el CO₂. Entre ambos rubros, cerca del 40 % de las emisiones residenciales por refrigeración provienen de los refrigerantes.

Efecto acumulativo

En los centros urbanos, los AC expulsan aire caliente al exterior, contribuyendo al efecto “isla de calor”. Esto puede elevar la temperatura nocturna en más de 1°C. En lugares como Hong Kong, residentes terminan encendiendo el AC simplemente porque los aparatos de sus vecinos les transfieren calor. Este efecto está bien documentado en ciudades como Tokio o Houston desde finales del siglo XX.

Fabricantes están promoviendo modelos más eficientes y tecnologías “inteligentes” que evitan enfriar espacios vacíos. Se desarrollan refrigerantes menos dañinos y hasta tecnologías sin refrigerantes. Por ejemplo, en India, dos empresas ganaron una competencia global en 2021 por prototipos residenciales que tuvieran cinco veces menos impacto climático que los modelos convencionales

La vía inteligente: enfriar sin dañar

Un número importante de países ya suscribieron el Global Cooling Pledge, con la meta de reducir las emisiones relacionadas con el enfriamiento en al menos un 68% para 2050 respecto a 2022. La coalición Cool Coalition de la UNEP promueve medidas como:

  • Enfriamiento pasivo: diseño arquitectónico con ventilación natural, aislamiento, sombreados adecuados y techos reflectantes o verdes —todas estrategias que disminuyen sustancialmente la necesidad de enfriamiento activo.
  • Innovaciones tecnológicas: vidrios inteligentes que bloquean radiación solar, pinturas que irradian calor al espacio, o incluso sistemas de aire acondicionado alimentados por paneles solares.
  • Entrar en sintonía con el entorno urbano: la reforestación urbana, “enfriamiento colectivo” mediante centros públicos y mayor infraestructura verde pueden beneficiar a toda la comunidad.

Más soluciones: ¿Cómo adaptar nuestros hogares y ciudades a un futuro más cálido?

El aire acondicionado no es un lujo, sino un derecho en medio de olas de calor que ya cobran vidas. Pero su uso desmedido y sin regulación exacerba el cambio climático. Por eso, el desafío está en encontrar el equilibrio: avanzar hacia tecnologías verdes, fortalecer diseños pasivos y transformar políticas públicas para priorizar el bien común sobre el confort individual.

Este es el sentido de iniciativas como el Global Cooling Pledge: enfriar sin calentar el planeta. Porque, como bien plantea el contexto, si no cambiamos cómo nos refrescamos, corremos el riesgo de recalentarnos irreversible y colectivamente.

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