

Por: Maximiliano Manzoni. https://consen.so/
Un eucaliptal no es un bosque. Es un monocultivo. Uno que ya ocupa más de 300 mil hectáreas en Paraguay con el impulso explícito del Estado, bancos multilaterales y fondos del clima.
“Esto se da a partir de su rápido crecimiento y su relativa alta capacidad de captura de dióxido de carbono se presenta como una solución verde y a su vez económicamente atractiva por los mercados de carbono” a los que el país apunta como prioridad, explica Guillermo Achucarro, ingeniero ambiental, investigador en el área de políticas climáticas y transición energética en Paraguay y doctorando en Ciencias Ambientales por la Universidad Autónoma de Barcelona.
Así nació la Forestal Apepú, dedicada a plantaciones de eucaliptos ubicadas en el departamento de San Pedro, una de las zonas de “mayor potencial” para este tipo de plantaciones de acuerdo a un informe del Instituto Forestal Nacional (Infona). Los eucaliptales de Forestal Apepú son gestionados por la empresa Unique Wood y financiados por Arbaro.
Arbaro es un fondo creado en Luxemburgo que recibió - y recibe - financiamiento de bancos públicos y privados de Europa como el Banco de Desarrollo de Países Bajos (FMO) - del cual obtuvo 8 millones de dólares - y el Banco Europeo de Inversiones para “proyectos forestales sustentables” en países como Paraguay. Con el mismo fin también recibirá hasta el 2035 unos 25 millones de dólares del Fondo Verde del Clima.
Aparte de este apoyo financiero, en 2023 Arbaro fue uno de los beneficiarios de los 200 millones de dólares que Apple inyectó a su llamado Restore Fund, una iniciativa impulsada por la empresa tecnológica en conjunto con la organización Conservación Internacional y Goldman Sachs, una de las principales entidades financieras del mundo.
Los fondos de Apple estaban destinados a apoyar las plantaciones de eucalipto de Forestal Apepú y Forestal San Pedro - otra empresa de Arbaro en Paraguay - y utilizar sus créditos de carbono acreditados por Verra provenientes de dichas plantaciones para lograr la etiqueta de “carbono neutral” en su Apple Smart Watch Series 9.
En su reporte ambiental de 2025, Apple revela que compró 151.600 toneladas de dióxido de carbono equivalente (tCO2e) en créditos de carbono de ambas plantaciones de eucalipto en Paraguay. Apple utilizó estos créditos de carbono para compensar parte de la contribución de la empresa al cambio climático. 73.093 (tCO2e) corresponden a Apepú. Esto coincide con los registros de retiro de créditos de carbono de la Forestal documentados en el proyecto por Verra.
La multinacional no solo utilizó estos créditos para compensar por el daño climático de la manufactura de sus productos, sino también para emisiones vinculadas a la estructura corporativa, electricidad y viajes de trabajo de sus directivos.
En una nota publicada en su web, Apple definió su apoyo a la Forestal Apepú a través del Restore Fund como una acción “que cultiva raíces nuevas en el Bosque Atlántico”, citando además el apoyo a comunidades aledañas través de una asociación de venta de pollos, empleos en la forestal y el impulso a que ellos también planten eucaliptos en sus tierras.
Pero en Cañada Santa Rosa, una comunidad del norte de Paraguay ubicada frente a las 2488 hectáreas registradas como créditos de carbono por Forestal Apepú, no se sabe de Apple y su millonario apoyo a los árboles que tienen de eterno horizonte. Y en la escuela frente a parte de esas hectáreas, tampoco saben de los agroquímicos que las plantaciones utilizan.
Tras una hora de cuidadoso manejo escoltado por un humedal de un lado y la cada vez más tupida hilera de eucaliptos del otro, llegamos al portón de la Forestal Apepú en San Pedro, donde nos recibió un guardia que se identificó como David.
David, quien se negó a dar su apellido, también negó de manera diplomática la entrada al predio y la posibilidad de hablar con alguien de la empresa. Según él, todo el personal estaba ocupado “debido a la visita de los dueños”.
David no supo especificarnos si por los “dueños” se refería a Unique Wood, el Fondo Arbaro o alguno de los numerosos entes que financiaron las plantaciones.
El portón de la Forestal Apepú se encuentra al principio del camino vecinal que la estancia de la empresa comparte con una pequeña comunidad. La Cañada Santa Rosa es un pueblo con agricultura y ganadería de subsistencia, dos iglesias, un centro de salud abandonado y una pequeña escuela que lleva el nombre del lugar.
En la Escuela Santa Rosa de Lima nos recibió Hernan Alonso, profesor de castellano y guaraní y director de la institución educativa.
La escuela de la cual Alonso es director está ubicada frente mismo a los eucaliptos certificados para créditos de carbono de Forestal Apepú. Tiene 60 estudiantes de escolar básica que recorren a pie o en motocicletas el angosto e irregular camino de tierra que comparte la comunidad con las plantaciones.
“La Forestal usa mucho más el camino y lo mantiene menos” que los anteriores dueños de las tierras, dice el docente. Forestal Apepú adquirió de manera progresiva entre 2016 y 2020 el terreno, donde antes había ganadería y plantaciones de soja.
Aunque desde el patio de la escuela se pueden ver los árboles utilizados por una de las principales tecnológicas del mundo, con smartphones y más de 70 satélites en órbita, la institución educativa sufre que no llegue “al menos señal de celular” para enseñar a los estudiantes.