viernes 12 de septiembre de 2025 - Edición Nº2473

Internacionales | 12 sep 2025

Destrucción del Contrato Social.

Francia: ensayo social del tijeretazo al bienestar y aviso de lo que vendrá (1/2)

09:57 |Francia se encuentra, otra vez, en el centro de un debate que desborda sus fronteras. No se trata únicamente de un país más enfrentado a los dilemas de su presupuesto, sino de un laboratorio adelantado de lo que puede suceder en otros Estados de la Unión Europea.


Por: Ángel Sanz Montes. Fuente: Agencia Pressenza

El desafío sigue siendo transformar la indignación en una fuerza noviolenta y constructiva (Imagen de ChatGPT Image)

Francia se encuentra, otra vez, en el centro de un debate que desborda sus fronteras. No se trata únicamente de un país más enfrentado a los dilemas de su presupuesto, sino de un laboratorio adelantado de lo que puede suceder en otros Estados de la Unión Europea.

Su contrato social —construido tras la Segunda Guerra Mundial, ampliado en los años sesenta y setenta, y defendido incluso en décadas neoliberales— ha sido uno de los más generosos de Europa occidental: pensiones universales, sanidad pública de calidad, subsidios de desempleo, acceso amplio a educación y vivienda social. Arde Francia, y cuando las barbas de tu vecino veas quemar, pon las tuyas a remojar. 

Balance y tensiones del modelo social francés, entre déficit, deuda y recortes

Francia y su modelo social se encuentra tensionado al máximo. En 2026, el primer ministro anunció un recorte de 44.000 millones de euros en el presupuesto, con el argumento de contener un déficit que supera el 5% del PIB y una deuda pública que roza el 111% (Eurostat, INSEE 2023).

La pregunta que divide a economistas, políticos y ciudadanos es doble: ¿Es inevitable recortar sobre lo social? ¿O podría obtenerse esa misma suma gravando con mayor eficacia las rentas de capital, los beneficios empresariales y las ganancias financieras, junto con otras medidas que mejoren la posición de Francia en el mercado mundial?

El dilema francés, más que contable, es social, político, filosófico y hasta existencial: ¿Cómo sostener el “Todo Social” en tiempos en que la riqueza crece, ¿pero se concentra cada vez más en quienes menos contribuyen?

Por eso hablemos de Francia y no de España. Como hiciera Rousseau en sus “Cartas Persas”, observando desde la distancia y con cierta ironía cómo funciona un país vecino (no lejano), para reflexionar sobre lo que nos ocurre en nuestro propio terruño. Mirar así, con desapego y perspectiva, permite comprender mejor las tensiones, los aciertos y los errores, y anticipar qué podría suceder cuando dinámicas similares alcancen otras sociedades.

El Gobierno de Macron (cuyo primer ministro François Bayrou cayó el pasado 8 de septiembre tras perder una inédita moción de confianza en la Asamblea Nacional, precipitada precisamente por la impopularidad de los recortes) justificaba los 44.000 millones de euros en ajustes apoyándose en tres argumentos que suenan convincentes sobre el papel, pero que esconden cierta distancia con la realidad cotidiana: el endeudamiento público y privado, que roza el 112 % del PIB; el retroceso macroeconómico, con un crecimiento estancado, inflación que encarece la financiación de la deuda y un déficit cercano al 5 % del PIB; y la inseguridad energética, tras el encarecimiento del uranio (una parte procedía de África a precios casi coloniales y eso se está acabando o cambiando) y los retrasos en modernizar el parque nuclear. La narrativa oficial sonaba a urgencia técnica, pero derivó en un rechazo social masivo, con manifestaciones, incendios y choques con la policía, que pusieron en evidencia que quienes sostienen el país con su trabajo cotidiano apenas tienen voz en la decisión sobre cómo equilibrar estas cifras. Pagan siempre los mismos. El pueblo, los franceses corrientes esa mayoría para los que se debería gobernar el bien común. Cosa que no sucede.

Aunque, no sólo arde la calle.  Francia se le suman las tensiones derivadas del entorno internacional, como son una economía estadounidense cada vez más imprevisible y proteccionista, una UE fragmentada y que sangra miles de millones por la herida de Ucrania debidas al seguidismo de la UE de la doctrina geopolítica Anglo respecto de Rusia (EUA/UK), y unos mercados energéticos más volátiles. La UE se ha prometido a si misma rearmarse, aunque para ello tenga que endeudarse 30 años.

Sin embargo, esta narrativa roza el fariseísmo, porque los márgenes empresariales y las rentas de capital se conservan casi intactos (o mejoran en algún sector) y, en todo caso, no han retrocedido en la misma medida que los salarios reales o las cuentas públicas.

No hay que olvidar que quien dirigen y toman las decisiones estratégicas del país es un núcleo relativamente pequeño de propietarios, gestores y élites financieras. Allí se ha conservado flexibilidad y beneficios, mientras que la carga del ajuste recae sobre los asalariados, consumidores y pensionistas. En otras palabras: el Estado asume públicamente la responsabilidad de la crisis, pero las palancas reales de la economía se mueven a diario en consejos de administración, fondos de inversión y holdings, que rara vez asumen la parte de merma que les correspondería si entendemos el País como un Todo Social que se resiente y decide cada uno a su nivel, pero negociando en conjunto. Ese es el Pacto Social, y no la cosa de sacar las Urnas cuando toca por calendario o crisis y caídas de Gobierno.

¿Esta Francia tan mal? O es que los de siempre quieren más. “Más” es la única cifra que no se puede escribir y desean alcanzar. Veamos en las cabeceras de los Medios francesas cuando describen o notifican el plan de austeridad donde están los puntos de dolor y el argumento de “último full stop antes del abismo” (el nivel de endeudamiento privado y público, más el retroceso de las cifras macro), señalando que congelaciones de pensiones, recortes al gasto municipal, supresión de dos días festivos y restricciones en sanidad y empleo pueden provocar una “ruptura” del tejido social (Mediapart).

Los alcaldes ya han advertido de una “brutalidad excesiva” en el impacto de los recortes sobre los servicios públicos locales y los barrios de los que son responsables, mientras los sindicatos califican las reformas como una “declaración de guerra” a los derechos de los trabajadores y anticipan una movilización masiva (BabelActu).

Además, el movimiento emergente “Bloquons Tout”, en su web ya convoca para el 10 de septiembre una huelga general frente a lo que muchos ven no solo como recortes oficiales, sino como amenazas no formalizadas que se han dado por hechas —el aumento indirecto de la edad laboral, la desprotección social y el achicamiento del Estado de bienestar—, anticipando así una explosión de indignación colectiva (véanse AP News, y sobre “Bloquons Tout” en Wikipedia).

Yendo a los aspectos del Estado de Bienestar retocados a la baja y los cambios en juego social sobre la marcha.

En primer lugar y claramente, sufrirán las pensiones (que debían ser dignas e indexadas al IPC); los subsidios familiares y de vivienda; las escalas impositivas progresivas y ajustadas por inflación: queda todo congelado al nivel 2025 (sin “tocar” o con retrocesos maquillados). En el capítulo de lo social el punto de dolor será sobre todo que las pensiones en 2026, que tampoco serán actualizadas de acuerdo a la inflación.

  • Sanidad gratuita y los copagos limitados, se presupuesta un recorte de 5.000 millones € y duplicación del tope anual de copagos.
  • Respecto del Empleo público y servicios municipales, el plan es no reemplazar 1 de cada 3 jubilaciones en el sector público en 2026; y una reducción de entre 1.000 y 1.500 puestos en agencias del Estado en todos sus niveles; más un recorte de 5.300 millones € a autoridades locales.
  • Luego está el tema de la tradición cultural o de días festivos nacionales de los que se suprimen dos festivos para incrementar la productividad (lunes de Pascua y 8 de mayo).
  • En la protección social a pensionistas, el otro recorte evidente es la eliminación del “abattement fiscal” del 10 % sobre ingresos de jubilados, de modo que este tramo de ciudadanos tributará más que sumado y sus pensiones vendrán sin subida en 2026, se hará notar.
  • Sin duda se afinarán también todas las regulaciones ministeriales y municipales, en cuanto al acceso a la jubilación y demás sistemas asistenciales y de protección social, que no son sino recortes en las excepcionalidades y contingencias previstas en el Sistema de protección social en general.

Fuentes: Le MondeConnexionFranceReuters (sobre la deuda pública)The GuardianRFIConnexion FranceAP News.

El contexto fiscal: trabajo, consumo y capital

Francia tiene una presión fiscal elevada en comparación con otros países europeos: alrededor del 45% del PIB (OCDE, 2023). Sin embargo, esa cifra esconde una asimetría notable en la composición de ingresos.

Sobre las Rentas del trabajo e IVA: Según la Dirección General de Finanzas Públicas (DGFiP), la recaudación por impuesto sobre la renta de personas físicas (IRPF) y contribuciones sociales representa cerca del 25% de los ingresos fiscales, mientras que el IVA aporta otro 20%. En conjunto, alrededor del 70% de los ingresos proviene de trabajadores y consumidores.

Sobre las Rentas de capital y sociedades: o el impuesto de sociedades y otros, con un tipo nominal del 25%, representa en torno al 7% del total recaudado. A esto se añaden los impuestos sobre patrimonio financiero, plusvalías y dividendos, que juntos apenas alcanzan un 5% adicional. En total, menos del 15% de la recaudación proviene de las rentas del capital.

Mención aparte merecen las grandes empresas tecnológicas estadounidenses, como Amazon, Meta, Alphabet, Microsoft y Apple, objeto de críticas por sus prácticas fiscales y en gran medida escapan a la tributación efectiva, evidenciando la desigualdad frente a los contribuyentes individuales y frente a las empresas radicadas en Francia. De las tecnológicas, Alphabet, la empresa matriz de Google, fue sancionada en septiembre de 2025 por la Comisión Europea con una multa de 2.950 millones de euros por abuso de posición dominante en el mercado de la publicidad digital, siendo esta la segunda sanción más alta que ha recibido la empresa.

La reacción de la Administración Trump ante la imposición de aranceles y multas, por parte de la Unión Europea, a las grandes empresas tecnológicas estadounidenses fue inmediata y contundente. Además de nuevos aranceles o subidas, Trump implementó restricciones a las exportaciones de tecnología avanzada y semiconductores hacia países que adoptaran impuestos digitales o regulaciones que afectaran a las empresas tecnológicas estadounidenses.

Estas medidas incluyeron la amenaza de aplicar aranceles adicionales bajo la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974, dirigidos a países como Francia, Italia y España, que habían adoptado impuestos digitales que, según Washington, discriminaban a las empresas estadounidenses (véase ABC News, y The Guardian [puede que sea contenido de pago, si ya has visto hoy textos en este Medio]).

La diferencia entre tipo nominal y tipo efectivo es clave. Diversos estudios de la OCDE y el Consejo de Análisis Económico francés estiman que el tipo efectivo medio del impuesto de sociedades se sitúa en torno al 15%, y en las grandes multinacionales desciende hasta el 10%. En contraste, un asalariado medio tiene un tipo efectivo combinado (IRPF + IVA) superior al 25% y dado que el asalariado medio no ahorra apenas el 75% que resta vuelve a la economía en forma de consumo.

La conclusión es clara: los trabajadores pagan proporcionalmente más que las grandes empresas y fortunas, incluso si los tipos legales parecen similares el cuerpo social de las empresas, grandes fortunas y patrimonios aportan menos y disponen de más resquicios legales para bajar su aporte u ocultar lo que debería ser la base impositiva real.

El extractivismo social contemporáneo, el nudo del problema

El útimo párrafo de la sección anterior nos lleva a la conclusión del título de ésta, que arranca con “extractivismo social contemporáneo“, como hecho constatado. Durante más de cuatro décadas, se ha repetido un dogma: “menos Estado = más bienestar”. Desde los años ochenta, Francia no fue ajena a la ola neoliberal que recorrió el planeta: reducción de impuestos sobre beneficios empresariales, privatizaciones, incentivos fiscales a la inversión extranjera, enajenación del patrimonio del Estado. La promesa era que este alivio sobre el capital estimularía la innovación, la creación de empleo y el crecimiento económico.

Lo que se consolidó fue distinto. El sistema económico contemporáneo ya no se basa tanto en producir o transformar bienes, o prestar servicios, como en extraer rentas.

El capitalismo, tras la inyección de vitalidad gracias a las tecnologías de la información y comunicación, pasó a la versión digamos 4.0: el rentismo financiero o financiarización de la economía. En esencia significa que gran parte de las ganancias provienen de especulación, ventas y reventas en bolsa, en corto o a crédito, e intereses y dividendos; en menos palabras de maximizar el beneficio. A ese juego se subordinó toda consideración social y medioambiental desde que en los años cincuenta del siglo pasado las Siete Hermanas de los combustibles fósiles supieron casi con certeza del tema ambiental, el CO2 y el calentamiento global etc. Igual que las Tabacaleras sabían y tenían lo “lo suyo” estudiadísimo y con todo hicieron que su producto enganchase más.

Eso dio lugar a un capitalismo de corto plazo, dominado por directivos (CEOs) desapegados del verdadero objeto de la empresa o corporación, que rotan cada cuatro o cinco años y desembarcan trayendo consigo a sus “samuráis contables” y equipos de confianza. Imponen objetivos trimestrales que recortan inversión, investigación y empleo, todo para inflar márgenes y cobrar sus bonus, aun a costa de deteriorar el futuro de la empresa o del sector entero. En esta lógica, los stakeholders, los accionistas y ellos mismos son lo primero, y lo demás queda subordinado.

Otro fenómeno colateral es la fragmentación productiva, ese extraño mal que convierte empresas históricas en simples fichas de un tablero financiero y parte de una telaraña transnacional sin apenas ganancia. Compañías francesas, de pasado glorioso, que una vez fueron templos de innovación y excelencia, hoy son desmenuzadas, revendidas y desmanteladas o sobreviven siguiendo cálculos contables obsesivos por el céntimo. Si caen demasiado, el capital inicial ya se ha embolsado su ganancia año a año; lo que queda no importa tanto, la venta de las partes es un mero despojo, pero también capital retornado, a fin de cuentas.

Basta con mirar en los propios Estados Unidos de América (EUA) y la aeroespacial Boeing, puntera y un orgullo de la Nación. Llevan décadas en las que en lugar de atender como primarias las razones de ingeniería, seguridad, y a la calidad, más la lógica de subcontratas de subcontratas en la tiranía del ahorro mínimo (ir al céntimo). Otro fenómeno colateral es la fragmentación productiva, ese extraño mal que convierte empresas históricas en simples fichas de un tablero financiero. Compañías con pasado glorioso, que una vez fueron templos de innovación y excelencia, hoy son desmenuzadas, revendidas y desmanteladas siguiendo cálculos contables obsesivos por el céntimo. El capital inicial ya se ha embolsado su ganancia; lo que queda no importa, es mero despojo.

Basta mirar a Boeing: en lugar de obedecer a la ingeniería, a la seguridad y a la calidad, se somete a la lógica de subcontratas de subcontratas, a la tiranía del ahorro mínimo. Durante tres décadas, las decisiones no nacieron del ingenio ni del compromiso con el vuelo seguro, sino de contadores midiendo centavos. El resultado: prestigio que se deshace, ventas que caen y valor bursátil que se desploma.

A partir de 2003, Boeing implementó una estrategia de subcontratación masiva en el desarrollo del 787 Dreamliner, delegando aproximadamente el 70% de la producción a proveedores externos. Esta decisión, aunque inicialmente buscaba reducir costos y acelerar el tiempo de desarrollo, resultó en una pérdida de control sobre la calidad y la coordinación, lo que llevó a retrasos significativos y problemas de calidad (Simple Flying).

Además, en 2016, Boeing comenzó a exigir reducciones específicas de tiempo y costos como parte de las evaluaciones de desempeño de los gerentes, lo que, según los ingenieros, sacrificó la seguridad y la calidad en favor de la eficiencia (Bloomberg.com). Estas prácticas culminaron en la crisis del 737 MAX, donde la presión por reducir costos y acelerar el desarrollo llevó a fallos de diseño y certificación que resultaron en dos accidentes fatales.

Disculpe el lector pero esto no es una digresión. Lo que le está pasando a Boeing es lo que el golem ciego del capitalismo financiarizado (al que llamábamos 4.0) le está haciendo a los propios estadounidenses (a trabajadores y empresas) y al resto del Mundo, allí donde se sigan estas prioridades de gestión y dirección: maximizar beneficios para el accionista. Eso por supuesto que abarca Francia y la UE. Se salvan las pequeñas y algunas medianas empresas donde aún se conserva el gusto por hacer las cosas bien a su justo precio. El capitalismo productivo y comercial coexiste, pero le cuesta.

Esta es la esencia del capitalismo rentista 4.0. El emprendedor, productor, comerciante, inventor, etc., ha sido reemplazado por el jugador de casino. Su emoción ya no nace de crear, innovar o resolver problemas colectivos; nace de apostar cifras colosales, de multiplicar sus millones y de votar sobre empresas como si fueran fichas en un tablero, ayudado en ello por algoritmos e IA que calculan al céntimo y al centavo. Incluso se ha llegado a regular legalmente el tiempo mínimo entre operaciones bursátiles automatizadas, porque la velocidad de los sistemas podía generar distorsiones sistémicas en los mercados.

Cada mil millones de dólares de los rentistas (generalmente caballeros, aunque ya hay señoras en todo esto) se suma como voto cualitativo (peso e influencia política) que se suma al voto unitario que como ciudadano tienen. Ambos sumados les otorga un poder cualitativo adicional, y cada fortuna descomunal alimenta su sensación de ser un ser humano “especial”, lo cual les separado del resto. Les hace o bien ajenos a las reglas que sostienen la vida social y económica que permitió su riqueza; o bien filántropos en algunos casos. Aunque tal vez habría que mirar más de cerca esa filantropía.

En suma. La ingeniería, la creatividad, el compromiso con el colectivo, todo queda reducido a un espejismo frente al juego del capital que solo busca la rentabilidad por encima de las demás consideraciones. Este modelo ya no tiene por valor primario crea valor nuevo y cubrir necesidades, sino que absorber y acumular valor existente para, a su vez, concentrarse más y comprar el planeta. Y lo hace exprimiendo a la sociedad humana: menos salarios, más precariedad, menor inversión en innovación, deterioro de servicios básicos.

Agencia EFE en Youtube

Así, el extractivismo o capitalismo 4.0, antes asociado al saqueo de recursos naturales y Países en Desarrollo, hoy también se aplica a toda la sociedad humana misma: a su tiempo, a sus ingresos, a su cohesión. Gracias a lo evidente que se ha hecho el juego de las oligarquías bajo el mandato de Trump y su Gobierno, también  en el resto del mundo que sigue ese juego. Todo es mucho muy evidente ya. Apenas queda por explicar  por que arde hoy Paris. Es por lo mismo que ardió en la Revolución Francesa (1789-1799). También en tiempos de  la Comuna de París (1871), durante el Mayo del 68, y con los chalecos amarillos (2018), o los disturbios de 2005 y 2023). La insostenibilidad del modelo social

Así, el extractivismo o capitalismo 4.0, antes asociado al saqueo de recursos naturales y de los países en desarrollo, hoy se aplica también a la sociedad misma: a sus gentes, su tiempo, a sus ingresos, a su cohesión. Todo se mide, todo se exprime. Es el mismo paradigma mecanicista que concibe al medio ambiente como una cantera inagotable y a las comunidades humanas como meros engranajes de producción y consumo. Bajo el mandato de Trump se hizo aún más evidente y el resto del Mundo siguió ese juego de oligarquías, de modo que ya casi no queda nada por desenmascarar. Apenas queda explicar por qué arde hoy París. Arde por lo mismo que en 1789, durante la Revolución Francesa; por lo mismo que en la Comuna de 1871; en el Mayo del 68; en los disturbios de 2005 y 2023; o con los chalecos amarillos en 2018. La insostenibilidad del modelo social basado en una economía rentista que exprime recursos de la sociedades hasta angostarla, pero unos pocos se se salvan mientras lo ven suceder y vuelve a estallar en las calles.

En todas esas ocasiones históricas había alternativas, también ahora. Pero ya hablaremos de eso en el segundo artículo.

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