

Por: Javier Tolcachier. Fuente: Agencia Pressenza.
(Imagen de Nafisathallah , Collected, AntanO, Claudia Aranda y Wikimedia Commons, CC BY-SA 4.0)
Luego de algo más de una década de aquel legendario año 2011, en el que masivas protestas en diferentes puntos del globo parecían conducir a cambios profundos, se suceden los alzamientos populares en distintos países de Asia.
Una suerte de “primavera asiática” sopla desde la región del subcontinente indio, derribando gobiernos y ocasionando fuertes remezones políticas en el área.
¿Qué conecta a estos hechos? ¿Qué anida en esa juventud que puebla las calles para expresar su descontento? ¿Es la muestra del hastío y del clamor de los pueblos o de maniobras instigadas por poderes geopolíticos con intereses de desestabilización?
¿Se trata de una réplica de estallidos catárticos o de la posibilidad de cambios profundos y duraderos?
El triunfo de la movilización popular no violenta en Sri Lanka
Abrumado por el alza de los precios, la carencia de productos básicos y el impagable endeudamiento del país, el pueblo de Sri Lanka logró en Abril 2022 deponer al entonces presidente Gotabaya Rajapaksa a través de una imponente movilización no violenta. Signada su administración por la corrupción estructural y cercado el palacio de gobierno, el mandatario renunció y huyó junto a su familia al exilio.
Dos años y medio después se celebraron nuevas elecciones presidenciales, en la que resultaría electo el diputado de izquierdas Annura Dissanayake, venciendo a dos candidatos del anterior establishment.
La protesta de la India profunda
En la continuidad de las protestas iniciadas en 2020, cuando el gobierno de Narendra Modi aprobó leyes que favorecían al sector privado, cientos de organizaciones campesinas de la India convocaron movilizaciones y bloqueos denunciando al gobierno central por no cumplir su promesa de revocar los efectos de aquellas disposiciones legales.
En esta ocasión, los campesinos ampliaron su pliego de demandas, exigiendo precios mínimos para sus productos, mejoras en la infraestructura, pensiones, mayor inversión en la investigación agraria, eliminación de deudas y retiro de la India de la Organización Mundial del Comercio, entre otras.
A pesar de los retenes policiales y las amenazas, miles de tractores y cientos de miles de marchantes llegaron a la capital en una imponente marcha llamada “Delhi Chalo”.
Más allá de los acuerdos significativos conseguidos por las organizaciones campesinas, la protesta logró quebrar la hegemonía que hasta entonces disfrutaba Narendra Modi y su partido nacionalista BJP, que perdió 60 escaños en las elecciones nacionales disputadas poco tiempo después.
Bangladesh, ¡que vivan los estudiantes!
La irregularidad, el favoritismo y la corrupción del gobierno para la contratación en el sector público, junto a la discriminación de sectores vulnerables, llevó a miles de estudiantes a las calles de Bangladesh en Julio de 2024. La represión del Estado y los grupos de choque del partido de gobierno dejó un saldo de cientos de muertos, lo que hizo que el conflicto escalase, conduciendo a un levantamiento popular masivo contra el gobierno de la primera ministra Sheikh Hasina, quien dimitió y escapó a la India.
Pocos días después, para detener los desmanes y permitir el encauzamiento institucional, se conformó un gobierno interino liderado por Muhammad Yunus, premio Nobel de la Paz. Desde entonces, la tarea del economista y creador del Banco comunitario de microfinanzas Grameen, ha estado centrada en promover reformas estructurales que permitan volver a la normalidad constitucional con la celebración de elecciones generales en 2026.
Indonesia, las 17+8 demandas del pueblo
A fines de agosto pasado comenzaron las protestas en Indonesia como parte de un malestar social más amplio que se inició a principios de año debido a las frustraciones económicas y a una propuesta de aumento de subvenciones para la vivienda destinadas a los miembros del Parlamento.
Inicialmente concentradas en la capital Jakarta, las protestas se extendieron por todo el país luego de la muerte de un conductor de mototaxi a manos de las fuerzas paramilitares antimotín en el transcurso de la represión.
Si bien el gobierno de Prabowo Subianto ha logrado contener de momento el estallido mediante le ejecución de algunas medidas reclamadas por los manifestantes, los movimientos sociales y estudiantiles se mantienen movilizados demandando el cumplimiento integral de diecisiete exigencias de corto plazo y ocho reformas a ser efectivizadas en el transcurso de un año.
Nepal, por primera vez, una mujer al mando
También aquí, los privilegios de una clase política corrupta desembocaron en protestas multitudinarias, que tuvieron como corolario la caída del gobierno comunista encabezado por el primer ministro K.P. Sharma Oli.
Las movilizaciones fueron principalmente encabezadas por la juventud urbana, particularmente la llamada Generación Z, que expresó un rechazo frontal hacia la corrupción generalizada y el nepotismo de la élite política del país. La suspensión de las principales plataformas digitales, interpretada por los jóvenes como censura por parte del gobierno, atizó el conflicto. Finalmente, se desató una feroz represión que causó más de media centena de muertes. Esto hizo escalar aun más la protesta, lo que derivó en algunos grupos prendieran fuego a edificios gubernamentales y atacaran las viviendas de funcionarios.
Para liderar la transición como primera ministra interina fue nombrada este 12 de septiembre Sushilla Karki, ex jueza de la Suprema Corte de Nepal. Es la primera mujer en ocupar ese cargo.
El rumbo de los acontecimientos
El núcleo de esta ola psicosocial ha sido el despertar de una generación hastiada de las prácticas corruptas de la clase política enquistada en el poder, junto al malestar socioeconómico y la percepción de discriminación y falta de oportunidades futuras para la juventud.
Las reivindicaciones señalan el anquilosamiento de estructuras en las que predomina el nepotismo y condenan la violencia de los gobiernos como única respuesta a los justos reclamos de la población. Es evidente que hay una fuerte exigencia de conductas de coherencia y rectitud frente a liderazgos hipócritas, un reclamo de carácter moral.
En todos los casos, los alzamientos masivos han cosechado hasta ahora triunfos coyunturales. Lo que está en duda es si se trata de victorias parciales y pasajeras o llevarán a transformaciones sistémicas profundas.
Sin duda que, más allá de un genuino clamor juvenil y de la justicia de la denuncia, habrá distintas fuerzas que influirán en los desenlaces.
Entre estas fuerzas no es posible obviar la actual puja geopolítica, por lo que resulta obvio inferir que, al igual que lo sucedido durante las manifestaciones de 2011, la potencia estadounidense en decadencia intentará convertir estos estallidos en “revoluciones de colores” e instalar gobiernos adeptos al modelo de democracia manejada por el poder corporativo.
Asimismo es dado imaginar que la estrategia de la política exterior norteamericana apuntará a llevar el conflicto generacional al interior de China, como sucedió en el transcurso de la protesta de los Paraguas Amarillos en Hong Kong o a aliados en la vecindad de la potencia emergente, creando situaciones de conflicto en áreas ligadas al proyecto de la Franja y la Ruta.
Pero también es predecible que por concomitancia y vasocomunicancia, sin necesariamente responder a injerencias externas, sigan produciéndose rebeliones similares. La intensa circulación de estos eventos y situaciones de cristalización política similares, encarnadas en las generaciones precedentes, garantizan las condiciones para que eso suceda.
La posibilidad de un momento humanista
Según el Diccionario del Nuevo Humanismo[1], un momento humanista se caracteriza por una situación histórica en la que una generación más joven lucha con la generación asentada en el poder, modificando el esquema antihumanista dominante. La revolución social producida adquiere plena significación si inaugura una etapa en la que sucesivas generaciones pueden adaptar y profundizar las propuestas fundacionales de ese proceso.
Pero puede ocurrir que ese proyecto sea cancelado por la misma generación que llega al poder, o que esta fracase en su realización.
En el momento actual, en el que comienza a configurarse una civilización global, podría ocurrir que estos acontecimientos, inaugurados en cualquier lugar del planeta, se conviertan en efecto demostración históricamente sincrónicos, gracias al acortamiento del espacio que ofrece el desarrollo tecnológico y, particularmente, el incremento de las comunicaciones.
Pero la clave para pasar a otro período de la Historia será que se propague y logre echar raíces en la conciencia colectiva el reconocimiento del ser humano como valor central, una decidida actitud no violenta y el compromiso de lograr la apertura de posibilidades de desarrollo integral para todas y todos sin discriminación alguna.
[1] Silo. Diccionario del Nuevo Humanismo.Obras Completas Vol. II. Editorial Plaza y Valdés.