sábado 13 de septiembre de 2025 - Edición Nº2474

Medio Ambiente | 13 sep 2025

Hidrogeno Verde No es un Milagro.

El espejismo verde. Mitos y realidades del Hidrógeno verde

10:01 |El hidrógeno verde fue elevado a la categoría de milagro energético. Se lo vende como la fórmula que salvará al planeta, el combustible limpio que reemplazará al petróleo y al carbón, el motor de una nueva era sin humo ni petróleo.


Por: Mauricio Herrera Kahn. Fuente:Agencia Pressenza

(Imagen de HCA Minería)

“El hidrógeno verde no es milagro ni bala de plata. Es promesa inflada que esconde costos y límites”.

El hidrógeno verde fue elevado a la categoría de milagro energético. Se lo vende como la fórmula que salvará al planeta, el combustible limpio que reemplazará al petróleo y al carbón, el motor de una nueva era sin humo ni petróleo. Gobiernos, corporaciones y consultoras repiten el libreto con fe de catecismo. Prometen abundancia barata y pureza total, como si la física obedeciera a comunicados de prensa.

La realidad es más tosca. Producir hidrógeno verde cuesta entre cuatro y seis dólares por kilo. Transportarlo y almacenarlo es caro y complejo. Los proyectos anunciados superan el millar pero menos del cinco por ciento está en operación. El espejismo se infla con marketing y cifras proyectadas a 2050 mientras la infraestructura real avanza a paso de tortuga.

El discurso se repite como un rezo. Se dice que es barato, que es limpio, que servirá para todo. Tres promesas, tres mitos. La distancia entre propaganda y realidad técnica es la grieta que ningún plan corporativo quiere mostrar.

El espejismo verde no apaga incendios. Los posterga con humo de marketing.

El mito de la abundancia infinita

El primer mito del hidrógeno verde es la promesa de abundancia barata. Se asegura que en pocos años será producido a precios competitivos y en volúmenes suficientes para reemplazar a los combustibles fósiles. El mensaje es simple y atractivo: energía ilimitada a bajo costo.

La realidad es distinta. Hoy producir un kilo de hidrógeno verde cuesta entre cuatro y seis dólares según la Agencia Internacional de Energía. Ese valor es cuatro veces más caro que el gas natural licuado y hasta cinco veces más que el carbón en países exportadores. Los planes más optimistas hablan de reducir el precio a un dólar por kilo hacia 2050, pero ese objetivo depende de subsidios masivos, avances tecnológicos inciertos y una expansión de energías renovables que aún no existe.

Las cifras muestran la brecha. El petróleo ronda los 70 a 80 dólares por barril, lo que equivale a menos de 1,5 dólares por kilo de energía equivalente. El gas natural en los últimos años ha fluctuado entre 2 y 4 dólares por millón de BTU, lo que lo mantiene competitivo frente a cualquier proyección del hidrógeno verde en el corto plazo.

El espejismo se sostiene en proyecciones de futuro mientras la economía real marca otra cosa. El hidrógeno verde no es aún abundante ni barato. Es un combustible caro que requiere enormes subsidios estatales para no colapsar en sus primeras fases.

El mito de la limpieza total

El segundo mito del hidrógeno verde es su supuesta pureza absoluta. Se lo presenta como un combustible sin huella de carbono, un recurso tan limpio que borrará de un plumazo las emisiones del transporte y la industria. El relato corporativo es contundente y es que el hidrógeno verde no contamina en un 100% (CO2 0% emisión)

La verdad es más incómoda. El hidrógeno solo es verde si se produce con electricidad proveniente de energías renovables. Si se obtiene a partir de gas natural con captura parcial de emisiones se lo llama azul. Si se produce directamente de carbón o gas sin capturar emisiones se lo conoce como gris. El verde es minoritario, el azul y el gris son mayoría en la producción global.

Las cifras exponen la trampa. Un kilo de hidrógeno gris emite alrededor de 10 kilos de CO₂ equivalente. El azul reduce esa cifra a la mitad, siempre y cuando los sistemas de captura funcionen a plena capacidad, algo que rara vez ocurre en la práctica. Solo el verde puede acercarse a cero, pero incluso en ese caso hay impactos ambientales: uso intensivo de agua, construcción de plantas desalinizadoras, despliegue masivo de paneles y turbinas.

El espejismo de la limpieza total esconde una verdad sencilla. El hidrógeno verde es más limpio que el carbón y el petróleo, pero no es neutral ni gratuito. Convertirlo en la bala de plata contra el cambio climático es vender un milagro que no existe.

Transporte y almacenamiento: la gran trampa

El hidrógeno verde no se produce donde se consume. Se genera en desiertos, costas o regiones con abundancia de viento y sol, y luego debe viajar miles de kilómetros hasta los centros industriales. Esa distancia convierte al transporte y al almacenamiento en la gran trampa del negocio.

El hidrógeno es un gas liviano, volátil y difícil de manejar. Para comprimirlo y enviarlo en estado líquido se necesitan temperaturas de –253 grados Celsius, lo que consume más energía de la que muchos países están dispuestos a pagar. La alternativa es transformarlo en derivados como amoníaco o metanol, más fáciles de transportar, pero ese proceso implica pérdidas adicionales de energía y costos elevados.

Las cifras son contundentes. La Agencia Internacional de Energía estima que entre la producción, la conversión, el transporte y el reuso, el sistema pierde entre 30 y 40 por ciento de la energía inicial. Es decir, de cada 10 unidades producidas solo llegan entre 6 y 7 al destino final. A eso se suman los costos de infraestructura: nuevas terminales portuarias, barcos adaptados, ductos especializados.

El espejismo del hidrógeno global choca con la realidad de la logística. No se trata solo de producirlo, se trata de moverlo a través del mundo sin perder casi la mitad de su energía en el camino. Hasta ahora, las cuentas no cierran.

Los usos reales frente a la propaganda

La propaganda promete un hidrógeno verde para todo. Autos particulares funcionando con celdas de combustible. Casas calefaccionadas con hidrógeno en vez de gas natural. Aviones comerciales volando con depósitos de hidrógeno líquido. El mensaje es simple: un combustible universal, limpio y milagroso.

La realidad es mucho más limitada. En el transporte liviano la electricidad ya ganó la carrera. Los autos eléctricos a batería son más eficientes y baratos que cualquier prototipo de celda de hidrógeno. En la calefacción doméstica, las bombas de calor superan con creces al hidrógeno en rendimiento y costos. Donde el hidrógeno verde sí tiene sentido es en los sectores difíciles de electrificar: la siderurgia, la aviación de largo alcance y el transporte marítimo. Allí, las baterías no alcanzan y se necesitan combustibles con mayor densidad energética.

Las cifras lo muestran. Según la Agencia Internacional de Energía, la demanda potencial de hidrógeno verde hacia 2050 se concentrará en un 60 por ciento en la industria pesada y en un 30 por ciento en el transporte marítimo y aéreo. Los autos, los buses y la calefacción representan menos del 10 por ciento de la demanda estimada. En Europa ya funcionan pilotos de acero verde con hidrógeno en Suecia y Alemania. En el transporte marítimo, gigantes navieros como Maersk invierten en buques que funcionarán con amoníaco o metanol producido a partir de hidrógeno verde.

El espejismo del hidrógeno para todo oculta su verdadero papel. No será combustible universal. Será un recurso estratégico en nichos específicos, costosos y difíciles de reemplazar.

El espejismo político

El hidrógeno verde no solo se infla con marketing corporativo, también con propaganda política. Gobiernos de todo el mundo lo presentan como la llave de la transición energética, aunque la mayoría de esos anuncios quedan en promesas de campaña y comunicados de prensa. El resultado es un mapa global donde la política declara más de lo que la técnica puede cumplir.

Más de 40 países ya publicaron estrategias nacionales de hidrógeno entre 2020 y 2023, desde Alemania hasta Chile, desde Japón hasta Namibia. Se comprometen metas ambiciosas para 2030 y 2050, pero en el terreno los proyectos son mínimos y los cronogramas se retrasan. Muchos planes fueron diseñados para mostrar liderazgo en cumbres climáticas o para atraer capital extranjero, más que para garantizar seguridad energética interna.

Las cifras muestran la brecha. Según la Agencia Internacional de Energía, el mundo necesitaría 150 millones de toneladas de hidrógeno verde para 2030 para cumplir los compromisos climáticos. Los proyectos en construcción apenas cubrirán menos del 15 por ciento de esa meta. En América Latina varios gobiernos celebran anuncios de miles de millones en inversiones, pero al mismo tiempo siguen subsidiando petróleo, gas y carbón.

El espejismo político convierte al hidrógeno verde en una vitrina. Un recurso usado para discursos en Naciones Unidas, foros de inversión y campañas electorales. Mientras tanto, las comunidades siguen esperando energía asequible y limpia. La brecha entre la retórica oficial y la realidad técnica es tan grande que amenaza con desacreditar no solo al hidrógeno, sino a la transición energética entera.

Qué puede ser y qué no puede ser

El hidrógeno verde no es la bala de plata que resolverá la crisis climática. Es apenas una pieza de un rompecabezas mucho más amplio que incluye energías renovables, eficiencia energética, electrificación directa y cambios de consumo. Presentarlo como el sustituto total de los combustibles fósiles es un error que crea falsas expectativas y posterga soluciones más inmediatas.

Lo que sí puede ser es un recurso estratégico en sectores donde no hay alternativas viables. La industria pesada necesita combustibles con alta densidad energética y pocas opciones tiene fuera del hidrógeno. La aviación de largo alcance y el transporte marítimo también aparecen como destinos lógicos. Allí puede jugar un papel clave, siempre que los costos bajen y la infraestructura exista.

Lo que no puede ser es un combustible universal. No reemplazará la gasolina en autos particulares ni el gas en la calefacción doméstica. Tampoco será abundante y barato en el corto plazo. Dependerá de subsidios, de transferencia tecnológica y de regulaciones claras.

Las proyecciones lo confirman. La Agencia Internacional de Energía calcula que la demanda mundial de hidrógeno de bajas emisiones podría llegar a 180 millones de toneladas en 2050, lo que representaría cerca del 10 por ciento del consumo energético global. Eso es mucho, pero está lejos de la imagen de un planeta movido enteramente por hidrógeno.

El espejismo se disipa cuando los números entran en juego.

Cifras clave del hidrógeno verde

Costo actual de producción — entre 4 y 6 USD por kilo (IEA 2023)

Meta 2050 — 1 USD por kilo, aún incierta (BloombergNEF 2023)

Emisiones de hidrógeno gris — 10 kg de CO₂ por cada kg de H₂ (IEA 2022)

Eficiencia en transporte y almacenamiento — pérdidas de 30 a 40 % de la energía inicial (IEA 2023)

Demanda proyectada 2050 — 180 Mt de H₂ de bajas emisiones, ~10 % de la energía global (IEA 2023)

El hidrógeno verde no se sostiene en discursos, se mide en números concretos. Las inversiones comprometidas, las metas de producción y los subsidios revelan la magnitud de la carrera que se libra en el planeta. Sin cifras, todo queda en promesa. Con ellas, se entiende mejor la escala y también la desigualdad de esta transición.

Inversión global proyectada

  • 240.000 millones de dólares al 2030 en hidrógeno verde según IRENA
  • Demanda estimada
  • 100 millones de toneladas de H₂V al 2030 según IEA

Subsidios internacionales

Estados Unidos 3 dólares por kilo bajo el Inflation Reduction Act

Alemania hasta 5,5 dólares por kilo mediante H2Global

Europa

Meta de 10 millones de toneladas de producción propia más 10 millones de importación al 2030

Proyecto NortH2 en Países Bajos 10 GW al 2040 con fase inicial de 1 GW en 2027

Estados Unidos

7 Regional Clean Hydrogen Hubs con inversiones superiores a 40.000 millones de dólares

Meta de cubrir acero, fertilizantes y transporte pesado desde 2026

China

Compromiso de 33.000 millones de dólares hacia 2030

Proyecto Sinopec en Ulanqab 2.900 millones de dólares para producir 100.000 toneladas al año

Controla el 40% de la capacidad mundial de electrolizadores

Medio Oriente

Proyecto NEOM en Arabia Saudita 8.400 millones de dólares y 600 toneladas diarias de producción desde 2026

América Latina

Chile con cartera de más de 70 proyectos y 100.000 millones de dólares proyectados a 2030

Brasil con compromisos potenciales de 200.000 millones de dólares a 2040 en puertos como Pecém y Suape

Colombia con meta de 3 GW de electrólisis al 2030

Impacto ambiental directo

Un bus a hidrógeno evita 80 toneladas de CO₂ al año frente a un diésel

La meta chilena es producir 1 millón de toneladas al 2030 lo que permitiría reemplazar parte significativa de las emisiones de transporte y minería

Estas cifras muestran la magnitud de la apuesta y al mismo tiempo la fragilidad de sus cimientos. La industria del hidrógeno verde se mueve con montos gigantescos y metas ambiciosas, pero depende de subsidios estatales, de costos aún elevados y de cadenas de valor dominadas por unos pocos países. Lo que hoy son números deslumbrantes pueden transformarse mañana en espejismos si no se logra aterrizar la promesa en proyectos concretos, en empleos reales y en reducción efectiva de emisiones.

El Hidrógeno verde nace

El hidrógeno verde nació como promesa y terminó como espejismo. Inflado por corporaciones y gobiernos, vendido como milagro barato y limpio, presentado como la bala de plata contra el cambio climático. La realidad lo ha puesto en su lugar. No es universal ni inmediato. Es caro, complejo y limitado.

Pero no es inútil. En los sectores donde no hay alternativas puede marcar la diferencia. Si se usa con realismo, con soberanía tecnológica y con prioridad para las comunidades, el hidrógeno verde puede ser parte de la transición. No salvará al mundo, pero puede ayudar a que el mundo no se hunda más rápido.

El futuro no está escrito. El hidrógeno verde puede ser espejismo o puede ser herramienta. La decisión está en quién controle la tecnología, el agua y los contratos.

Bibliografía:

International Energy Agency (IEA). Global Hydrogen Review 2023. París, 2023.

BloombergNEF. Hydrogen Market Outlook 2050. Londres, 2023.

Sovacool, Benjamin. Energy Justice and Global Transitions. Cambridge University Press, 2021.

Raina, Avni. Hydrogen and the Global South: Risks and Opportunities. Oxford Energy Studies, 2023.

 

 

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