martes 16 de septiembre de 2025 - Edición Nº2477

Medio Ambiente | 15 sep 2025

Perspectiva Agrícola y Alimentaria.

Construir el futuro para transformarlo: el rol estratégico de la prospectiva en el futuro agrícola y alimentario

Vivimos tiempos de grandes complejidades y transformaciones en los sistemas agrícolas y alimentarios del mundo. Crisis ambiental global, cambios en los patrones de consumo, transformaciones tecnológicas y disputas geopolíticas reconfiguran aceleradamente la forma en que producimos, distribuimos, accedemos y utilizamos los alimentos.


Por: Por Javier Vitale, INTA / UNCUYO. Fuente: https://henoi.org.py/

Vivimos tiempos de grandes complejidades y transformaciones en los sistemas agrícolas y alimentarios del mundo. Crisis ambiental global, cambios en los patrones de consumo, transformaciones tecnológicas y disputas geopolíticas reconfiguran aceleradamente la forma en que producimos, distribuimos, accedemos y utilizamos los alimentos.

Ante este escenario, la prospectiva —entendida como la interrogación sistemática y organizada acerca del futuro para orientar la acción presente— se vuelve una disciplina clave para lidiar con la incertidumbre y construir alternativas.

El sector agroalimentario se encuentra hoy en el epicentro de múltiples desafíos interconectados. Por un lado, enfrenta la presión de alimentar a una población mundial en constante crecimiento, con expectativas crecientes en cuanto a calidad, trazabilidad y sostenibilidad. Por otro, debe responder a la creciente inestabilidad de los ecosistemas, la degradación de los suelos, la escasez de agua y los eventos climáticos extremos que afectan los calendarios productivos y comprometen la biodiversidad.

A ello se suman las transformaciones tecnológicas vertiginosas que están redefiniendo los modos de producción y comercialización: biotecnología, digitalización, inteligencia artificial, agricultura de precisión, plataformas de comercio electrónico, entre otras. Estas innovaciones abren nuevas oportunidades, pero también generan nuevas brechas de acceso y conocimiento, que muchas veces profundizan las desigualdades estructurales entre países y actores sociales.

En paralelo, asistimos a una reconfiguración del poder geopolítico y de los modelos de gobernanza alimentaria. Las guerras comerciales, los conflictos armados, la financiarización de los recursos naturales y la emergencia de bloques regionales con intereses divergentes impactan de manera directa en la disponibilidad, el precio y la distribución de los alimentos a escala global.

Este complejo entramado de dinámicas —que incluye factores sociales, tecnológicos, ambientales, económicos, políticos y culturales— obliga a abandonar las miradas lineales o deterministas del desarrollo agroalimentario. El futuro ya no puede ser concebido como una prolongación del presente. Se impone, en cambio, una lectura estratégica del cambio, basada en la comprensión de la incertidumbre y la posibilidad de actuar de manera anticipada.

Lejos de constituir un estudio meramente académico o tecnocrático, la prospectiva agrícola y alimentaria se presenta como una práctica crítica y transformadora. Su propósito no es predecir el futuro, sino explorar y deliberar colectivamente sobre los futuros probables, posibles, y deseables, a fin de orientar decisiones estratégicas en el presente. Implica identificar señales débiles y emergentes, analizar tendencias y discontinuidades, construir escenarios y habilitar procesos de reflexión, debate y aprendizaje que fortalezcan la capacidad proactiva y creativa de los territorios y actores del sistema agroalimentario.

En otras palabras, hacer prospectiva no es solo imaginar futuros: es una forma de incidir anticipadamente sobre las dinámicas que los configuran. Implica ampliar el horizonte de análisis e intervención más allá de los ciclos gubernamentales o económicos habituales, para incorporar temporalidades largas y múltiples escalas espaciales. Supone, también, construir visiones de futuro que no estén colonizadas por los intereses de los sectores más poderosos, sino que reflejen la diversidad de saberes, necesidades y aspiraciones de los distintos actores sociales.

En este sentido, la prospectiva puede contribuir a democratizar la construcción de futuros. Al convocar a productores, industriales, consumidores, científicos, funcionarios públicos, movimientos sociales y empresas a construir en conjunto las trayectorias posibles del sistema alimentario.

La anticipación no es neutral: está atravesada por relaciones de poder, disputas de sentido y modelos de sociedad en pugna. Esto es especialmente importante en América Latina y el Caribe, donde conviven múltiples modelos de desarrollo, desde proyectos extractivistas orientados a los mercados globales hasta propuestas agroecológicas, comunitarias que promueven la soberanía alimentaria y la regeneración ecológica.

Parte del desafío reside en fortalecer las capacidades metodológicas y culturales para pensar en futuros múltiples y alternativos. Esto implica formar técnicos, investigadores y funcionarios con habilidades para el análisis de tendencias, la construcción de escenarios, el diseño participativo de estrategias y la evaluación de impactos futuros. Pero también exige ampliar y transformar los modelos mentales con los que concebimos el cambio: dejar de ver el futuro como una amenaza o una fatalidad, y empezar a verlo como un espacio abierto de posibilidad y agencia.

En ese camino, la caja de herramientas de la prospectiva no debe verse como un fin en sí mismo, sino como medios para fortalecer la acción colectiva. Métodos y técnicas son útiles en la medida en que logren activar conversaciones estratégicas transformadoras, ampliar el pensamiento estratégico y orientar decisiones colectivas.

¿Qué es la prospectiva agrícola y alimentaria?

La prospectiva aplicada al sector agroalimentario busca identificar tendencias emergentes, incertidumbres críticas, riesgos y oportunidades que afectarán la seguridad alimentaria, la sustentabilidad ambiental y la equidad social. Es, en esencia, una forma de anticipar y construir para transformar, de leer los signos del presente con la mirada puesta en los horizontes del mañana.

En contextos caracterizados por una alta complejidad e incertidumbre, como lo es el sistema agroalimentario actual, la prospectiva se convierte en una disciplina clave para reorientar decisiones y políticas desde una lógica más proactiva, participativa y transformadora. La agricultura ya no puede pensarse sólo como una actividad económica aislada, sino como una interfaz crítica entre sociedad y naturaleza, con profundas implicancias ecológicas, culturales, económicas y políticas. Por eso, la prospectiva en este campo exige una mirada multidimensional, multisectorial y multiescalar.

Los estudios de prospectiva permiten, por ejemplo, explorar cómo podrían evolucionar los sistemas de producción frente a los impactos del cambio climático, qué nuevos modelos de consumo podrían consolidarse en una sociedad cada vez más urbana y digitalizada, o cómo las tecnologías emergentes —como la inteligencia artificial, la edición genética o el blockchain— transformarán la ruralidad, las cadenas de valor y las relaciones laborales en el agro.

Entre tendencias e incertidumbres: el corazón de la prospectiva

El análisis prospectivo parte del reconocimiento de dos elementos centrales: las tendencias y las incertidumbres. Las tendencias representan dinámicas de cambio relativamente estables y observables, como el envejecimiento poblacional, el aumento del consumo de proteínas de origen vegetal, o el avance de la digitalización en las cadenas agroalimentarias. Aunque no garantizan un curso lineal, ayudan a trazar posibles trayectorias si continúan operando bajo ciertas condiciones.

Las incertidumbres, en cambio, son dinámicas claves cuyo comportamiento futuro es impredecible y puede alterar profundamente el curso de los acontecimientos. En el sector agroalimentario, ejemplos de incertidumbres críticas incluyen: la evolución de los precios internacionales de los alimentos, las políticas de subsidios agrícolas, los cambios normativos en biotecnología, los conflictos armados que afectan regiones productoras, o los eventos climáticos extremos.

El trabajo prospectivo consiste, entonces, en combinar estas dinámicas para construir escenarios que permitan pensar de manera estratégica. ¿Qué pasa si las tendencias actuales se profundizan? ¿Qué ocurre si cambian abruptamente? ¿Qué futuros emergen si ciertas incertidumbres se resuelven de manera favorable o desfavorable? Estos interrogantes estratégicos abren el juego a futuros múltiples, cada uno con sus implicancias, dilemas y oportunidades.

 

Futuros múltiples, no un futuro único y verdadero

Uno de los aportes más valiosos de la prospectiva es precisamente su vocación por explorar la pluralidad de futuros. En lugar de suponer un único futuro “probable”, la prospectiva propone construir un abanico de escenarios — probables, posibles, y deseables— que permitan enriquecer la conversación estratégica. Esta actitud frente al futuro contrasta con las aproximaciones deterministas o tecnocráticas, que reducen el devenir a un cálculo probabilístico o a una extrapolación lineal del presente.

En el campo agroalimentario, esta apertura al pensamiento de futuros múltiples es fundamental. No es lo mismo pensar un futuro en el que predomina la agricultura regenerativa, los canales cortos de comercialización y el consumo responsable, que uno dominado por corporaciones tecnológicas, agricultura sin suelo y plataformas de entrega por drones. Cada escenario conlleva implicancias distintas para la seguridad alimentaria, la estructura agraria, la soberanía de los territorios y los derechos de los consumidores.

La prospectiva agrícola y alimentaria permite poner en tensión estas imágenes de futuro, visibilizar las tensiones entre intereses en pugna y habilitar una reflexión más profunda sobre qué tipo de transiciones queremos promover. ¿Hacia dónde queremos ir como sociedad? ¿Quién decide los futuros del agro y de la alimentación? ¿Qué voces están representadas —y cuáles silenciadas— en las narrativas dominantes sobre el devenir?

Una disciplina que integra conocimientos, valores y acción

A diferencia de otros enfoques de planificación más técnicos o lineales, la prospectiva parte del supuesto de que el futuro no está escrito, sino que es construible. Esto implica que no basta con proyectar datos; es necesario convocar a diversos actores para pensar y co-diseñar esos futuros desde sus realidades, conocimientos y valores. En este sentido, la prospectiva se vincula estrechamente con la noción de inteligencia colectiva y con enfoques como la gobernanza anticipatoria, el pensamiento sistémico y la planificación participativa.

Hacia una cultura prospectiva en el agro

En definitiva, la prospectiva agrícola y alimentaria constituye una disciplina poderosa para encarar los desafíos del presente desde una mirada estratégica, transformadora y colectiva. Pero más allá de las metodologías específicas, lo que propone es un cambio cultural: pasar de la reacción a la proacción, del cortoplacismo a la visión de largo plazo, de la planificación cerrada a la co-construcción de futuros abiertos.

En un mundo cada vez más incierto y convulso, desarrollar una cultura prospectiva en el ámbito agroalimentario no es un lujo, sino una necesidad. No basta con producir más: debemos producir de otro modo, con otros actores y hacia otros fines. Y para ello, es imprescindible aprender a mirar más allá del presente, imaginar lo que aún no existe y actuar con responsabilidad hacia las generaciones futuras.

Los escenarios como artefactos para pensar y actuar

Desde una perspectiva metodológica, los escenarios son artefactos cognitivos, sociales y políticos. Son construcciones intencionales, basadas en evidencia, que nos permiten pensar lo impensable, desafiar las inercias del presente, y deliberar colectivamente sobre futuros. Cada escenario es una narración estructurada, con sus propios actores, dinámicas, eventos clave, dilemas éticos e implicaciones. En ese sentido, los escenarios no son espejos del futuro, sino herramientas de acción: mapas para navegar en la incertidumbre, ensayos para poner a prueba decisiones, catalizadores de imaginación y debate.

Las técnicas para construir escenarios son variadas: análisis morfológico, matriz 2×2, escenarios por arquetipos, backcasting, entre otras. Cada una, aportando distintas formas de involucrar a los actores, integrar saberes, estructurar la incertidumbre y traducirla en decisiones estratégicas. Lo esencial no es tanto la técnica utilizada, sino el proceso de diálogo, reflexión y apropiación que los escenarios activan entre los participantes.

Escenarios del agro: territorios en disputa

En el campo agroalimentario, la construcción de escenarios adquiere particular relevancia por tratarse de un sistema intrínsecamente complejo, con múltiples escalas de interacción (local, nacional, regional, global), actores con intereses divergentes, marcos normativos en tensión y profundas implicancias socio-ambientales.

Por eso, los escenarios aplicados al agro no pueden limitarse solo a dinámicas técnicas o económicas. Deben integrar dimensiones sociales, ambientales, políticas y culturales. Pensar el futuro del agro implica hacerse preguntas fundamentales: ¿Qué tipo de agricultura queremos? ¿Qué rol tendrán las comunidades rurales? ¿Cuál será la relación entre producción de alimentos y biodiversidad? ¿Cómo responder a la inseguridad alimentaria sin sacrificar los ecosistemas? ¿Qué tecnologías incorporar y bajo qué condiciones éticas?

Las respuestas a estos interrogantes no pueden surgir de modelos preestablecidos, sino de procesos de construcción colectiva. En este sentido, los escenarios permiten articular visiones contrastantes y generar conversaciones profundas entre actores diversos. Son herramientas no solo para planificar, sino también para disputar sentidos sobre el futuro, poner en tensión las narrativas dominantes y visibilizar alternativas que muchas veces son ignoradas por los marcos institucionales tradicionales.

Escenarios como pedagogía política

Un aspecto crucial —y a menudo subestimado— de los escenarios es su potencia pedagógica. Construir escenarios es también una forma de formación política: obliga a los actores a salir de su zona de confort, a explorar el punto de vista del otro, a pensar en escalas y tiempos no habituales, a reconocer la incertidumbre como condición estructural del mundo actual. Esta pedagogía de los escenarios es clave para construir una ciudadanía estratégica, capaz de participar activamente en la definición de los futuros que se desean habitar.

En el agro, donde conviven prácticas tradicionales, innovaciones tecnológicas de frontera, desigualdades históricas y nuevas formas de organización social, esta pedagogía se vuelve aún más urgente. Los escenarios pueden ayudar a superar la fragmentación institucional, la desconexión entre política, ciencia y sociedad, y el cortoplacismo que afecta la planificación. También permiten romper con la ilusión de que hay un único camino de desarrollo posible, abriendo espacio para imaginar transiciones diversas, más justas y sustentables.

De la anticipación a la transformAcción

Hoy más que nunca, la prospectiva agrícola y alimentaria debe orientarse no solo a anticipar amenazas o riesgos, sino a imaginar y habilitar futuros más inteligentes, resilientes y regenerativos. En un mundo marcado por múltiples crisis interconectadas el valor de la prospectiva no radica únicamente en su capacidad para advertir sobre riesgos inminentes, sino en su potencia para movilizar actores, visibilizar alternativas y transformar estructuras que perpetúan la desigualdad y la insustentabilidad.

La pregunta no es qué futuro nos espera, sino qué futuro estamos dispuestos a construir. Esta afirmación, simple pero contundente, desplaza la lógica pasiva de “adaptarse a lo que viene” hacia una actitud proactiva de agenciar el devenir.

Durante años, la prospectiva agrícola estuvo centrada principalmente en la identificación de riesgos y vulnerabilidades: crisis de precios, pérdida de biodiversidad, degradación de suelos, impactos del cambio climático o fluctuaciones del mercado internacional. Si bien estos estudios siguen siendo fundamentales, resultan insuficientes si no se acompañan de una mirada más propositiva. Es decir, de una imaginación política capaz de proyectar horizontes alternativos, construir transiciones sostenibles y repensar las reglas del juego.

En este sentido, la prospectiva se convierte en un campo estratégico donde convergen tres funciones clave: diagnóstico crítico del presente, construcción creativa del futuro, y activación de procesos de cambio en el presente. Esta triple dimensión obliga a ir más allá del simple monitoreo de dinámicas y a incorporar la capacidad de soñar colectivamente con otras formas de producir, distribuir y consumir alimentos, que reconozcan los límites planetarios, valoren los saberes diversos y promuevan la responsabilidad intergeneracional.

Un enfoque transformador de la prospectiva implica, por lo tanto, recuperar el carácter político del futuro. No se trata de aceptar el mañana como una proyección inercial del hoy, ni de asumir que las trayectorias tecnológicas dominantes son inevitables. Se trata de interrogar quiénes definen los futuros posibles, con qué criterios, desde qué intereses y con qué mecanismos de exclusión o inclusión.


  • Javier Vitale es Doctorando en Ciencias Sociales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza, Argentina). Cursó estudios de Posgrado en la Facultad Latinoamérica de Ciencias Sociales (FLACSO Argentina). Es Licenciado en Ciencia Política y Administración Pública por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo. Es especialista en prospectiva y planificación estratégica. Ha trabajado en los campos agroalimentario y territorial principalmente. Actualmente se encuentra desempeñando funciones en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Argentina.
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