

Por: Claudia Aranda. Fuente: Agencia Pressenza
Bélgica Castro (Imagen de Fotoreportaje del colectivo Mujeres que Bordan por la Paz, Malmö, Suecia)
En la Gran Plaza de Malmö, en el Día de Palestina, la emoción y el coraje tomaron forma textil, muñeco, pancarta y palabra. Allí, un grupo de abuelas —latinoamericanas, palestinas y suecas— dio vida a una jornada brutal y conmovedora: “Me embarga la emoción de hacer todo por la infancia en Gaza”, escribió Bélgica Castro, artista chilena, exiliada en Suecia, voz y mano generosa de la memoria bordada.
El nacimiento del colectivo y la urgencia del gesto
“Somos un grupo de mujeres latinoamericanas, palestinas y suecas que nos juntamos en el mes de agosto del año pasado. Se nos venía el invierno junto a la oscuridad del momento. Lo terrible de la arremetida del genocidio en Gaza. Una compañera palestina llamada Yomn siempre estuvo interesada en mi trabajo de las arpilleras. Un día ella comentó una publicación en mi página del Facebook, entonces aproveché la oportunidad de invitarla a que comenzáramos a bordar juntas. Y fue así como nació el colectivo Mujeres que bordamos por la Paz”.
El gesto inicial de Bélgica fue la primera semilla de una comunidad interdisciplinaria: mujeres que bordan, piensan, resisten y tejen memoria. El colectivo fue creciendo, integrando a Daed Yousef, Maryam Tayeb, Sabria Hadiri, Khawla Tayeb, Elham Shakhtour, Ulrika Bernhardsson, Margareta Fryxell, Kristina Längby y, desde luego, Yomn Kadoura, “ese es el nombre de la compañera palestina que me contactó y todo empezó”.
Conmovedor collage de muñecos: Muñecos amputados, una idea profundamente sensible de Bélgica, realizados con respeto y el muñeco en primer plano a la derecha basado en el dibujo de un nieto del colectivo
Muñecos de trapo, oración y símbolo
“Comenzamos a hacer los pequeños muñecos de trapo, primero basados en unos dibujos míos, los que después pegábamos en una tela bordando también una consigna y así nació nuestra primera arpillera-pancarta, y con el tiempo y el trabajo constante fueron naciendo varias más”.
El trabajo es profundamente colectivo, y la terapia compartida transita de las reuniones-taller a la intimidad de las casas de cada bordadora: “Todo esto resulta como terapia colectiva. Las compañeras llevan trabajo para la casa luego de nuestras reuniones de taller”. Los muñecos, cosidos a mano, responden al dolor y la esperanza de los niños en Gaza y nacen también de los dibujos que aportan todos los nietos y nietas de las integrantes del grupo: “Después surgió la gran idea de que nuestros nietos pudieran regalarnos sus dibujos y de ahí han nacido nuestros muñecos ¡que se venden como pan caliente!”, expresa con entusiasmo.
Algunos muñecos presentan trazos intencionalmente rotos, amputados, heridos: “Hemos hecho muñecos mutilados, como mutilados están tantos y tantas en Gaza, también los niños, y nos ha parecido impresionante ver con la emoción y sobrecogimiento con que la gente los compra, eso nos conmueve mucho”.
Instalación de bordados “Vi broderar för fred”: Las integrantes extienden la arpillera en la plaza, cada muñeca simboliza memoria y esperanza tejida
Bordar la memoria, denunciar el genocidio
Bélgica lo dice así: “Para nosotras todo esto, todo lo que pasa está presente y con tanta fuerza en nuestro diario vivir, y lo sentimos tan cerca, que se nos hace carne todo ese infierno del pueblo palestino”. La fuerza política y solidaria de la acción no es circunstancial, sino consecuencia de una biografía atravesada por exilios y por la persistencia del arte en el testimonio: “Claudia, lo interesante de esto es que las ideas individuales prosperan cuando un colectivo las toma y se adueñan. Ahí se produce el milagro”, me dice emocionada.
El colectivo se financia con recursos propios y, desde hace un tiempo, con el apoyo del Partido de Izquierda sueco que “colabora con el material”, precisa Bélgica. El dinero recaudado, advierte Margareta Fryxell en crónica pública del evento, va “directamente a Gaza a través de los grupos palestinos. Fue un exitoso día de actividades para niños y adultos; talleres y mucho aprecio por nuestras camisetas y muñecos, arpilleras y pancartas. Difundimos información muy importante sobre el movimiento por Palestina y toda la gente fue muy agradable, junto con solidarizar con Palestina y Gaza. ¡Larga vida a Palestina! ¡detengan el genocidio!”.
Stand solidario principal en la plaza: Mesa llena de muñecos y camisetas, con la frase “Rädda Barnen i Gaza”, epicentro de la recaudación y la acción comunitaria por los niños de Gaza
Pancartas y estandartes: el arte como acusación y archivo
Las pancartas bordadas son estandartes de marcha y archivo. Una de ellas —la gran arpillera que recorre la plaza— y que también en una de las fotos detenta Bélgica, dice en sueco y castellano: “La mirada que acusa tu silencio / Blicken som anklagar din tystnad”. Y realmente representa una mirada que te atraviesa, que te exige. Otras texturas gritan en colores: “Vi förlåter inte / Vi glömmer inte” (“No perdonamos, no olvidamos”).
Taller infantil y comunidad: Niñas, mujeres y acompañantes dibujando al aire libre; aquí surgen los bocetos que luego se transforman en arte textil.
El estallido chileno: puntada, denuncia y memoria
Cada vez que pasa algo muy fuerte y como ella tiene una gran sensibilidad social y artística y una enorme conciencia del mundo en el cual vive, Bélgica sigue las noticias y vive los acontecimientos bordando lo que ve, lo que reflexiona, lo que siente, lo que piensa y lo que declama y proclama. Así lo hizo esta chilena en Suecia durante cada día de todos los días del estallido social en Chile y a medida que se sabía sobre las sistemáticas violaciones a los derechos humanos perpetradas por el régimen de Sebastián Piñera, quien murió impune. Sus arpilleras de los ojos mutilados por la policía militarizada en Chile han estado en múltiples exposiciones y conmueven el alma tanto como rescatan la memoria. Bélgica Castro es una activista plena de fuerza, sentido y conciencia.
Gran arpillera de denuncia: Arpillera gigante y colorida con la frase “Vi förlåter inte – Vi glömmer inte” (No perdonamos. No olvidamos), expresión textil de la memoria y la justicia.
Crear memoria viva: la feria, el taller, la plaza y la infancia
Durante la feria, la plaza se llenó de color y presencia: muñecos y camisetas dispuestos como ofrenda, talleres de arte para infancias, mesas de creación compartida, risas, juegos, memoria, denuncia. «Es muy emocionante la reacción de la gente cuando nos ve, porque somos un puñado de viejas que hemos estado haciendo cosas directamente por los niños de gaza», subraya, destacando que «somos más de diez mujeres que hemos hecho cosas muy lindas, profundas, emocionantes, como arpilleras enormes como estandartes para las marchas por Palestina, y los dibujos de los niños, nuestros nietos, hechos muñecos».
Bordar, para este colectivo de abuelas, es resistir al olvido, a la impunidad, y a la indiferencia. Es denunciar la violencia criminal y celebrar la memoria y la denuncia, puntada a puntada, en cada muñeco, en cada consigna y en cada pancarta desplegada. En cada hilo va también un juramento: “No perdonamos, no olvidamos”, porque la memoria es acto político, respuesta ante la injusticia y semilla de futuro. Y allí, en esa plaza de Malmö, en el corazón de un continente frío, las abuelas latinoamericanas, palestinas y suecas apuestan su energía y calor vital para que el dolor de Gaza se transforme en acción solidaria, memoria viva y esperanza rebelde.
Mesa de muñecos y niñez: Detalle de las creaciones y el encuentro entre los niños protegidos que hacen puente con la infancia que sufre en Gaza.
Las manos del taller colectivo: Ovillos de lana e hilos, manos cosiendo y bordando; el corazón del trabajo colectivo y del consuelo compartido
Registro de otro stand en eventos pro Palestina: Exposición de muñecos, camisetas y arpilleras, con el emblema de la sandía como símbolo de resistencia.
Detalle de la pancarta citada por Bélgica: Arpillera “La mirada que acusa tu silencio / Blicken som anklagar din tystnad”, ojos que interpelan, memoria y ética activa.