Por: Juan Pablo Cárdenas. Fuente: Agencia Pressenza.

No se ha hecho un mejor retrato de la deleznable condición de Donald Trump que el que hiciera él mismo en su reciente discurso en las Naciones Unidas. Solo la expectativa de que diera algún anuncio relevante explicó que los miembros de la Asamblea no se retiraran en masa del lugar como sucediera poco después con la intervención del genocida Netanyahu.

Auto asumido como en emperador el mundo se permitió fustigar severamente a la máxima expresión del multilateralismo mundial, a una entidad que adolece de múltiples defectos pero que, hasta hoy, aparece fundamental si no se quiere que la humanidad sea regida por las grandes potencias y, lo peor, por personajes como Trump, inescrupuloso máximo, corrupto sin parangón y el principal cómplice activo y pasivo de las actuales guerras y conflictos de la humanidad.

Un indecente multimillonario que es capaz de escandalizar a otros obscenos empresarios cuyas riquezas superan a la de un gran número de naciones en todos los continentes. Que ha sido capaz de avergonzar, incluso, a las clases políticas de sus principales aliados de Europa. A quien ya no le quedan más amigos que a un rastrero mandatario como el argentino Milei y un solapado criminal como David Bukele, convertido en cancerbero de los Estados Unidos, que recibe ingentes sumas de dinero para mantener presos a los supuestos criminales expulsados de la gran potencia norteamericana. Centenares de seres humanos encarcelados, por supuesto, sin juicio alguno y a quienes se les condena a una muerte lenta y cruel en El Salvador.

Trump pasará a la historia como el gran instigador y financista de la masacre perpetrada en Gaza contra un pueblo inerme que quiere ser borrado por Israel de la faz de la Tierra tal como Hitler se lo propusiera con los judíos. Un mentiroso que se atribuye la paz entre varias naciones asiáticas y africanas, cuando todos sabemos que allí los Estados Unidos se han dedicado a invadir países, apoderarse de sus recursos dejando millones de muertos por la codicia de su país y la convicción de que existen razas inferiores al de la blanca rubiedad de Trump.

En su reciente discurso tuvo la tupé de reclamar para sí el Premio Nobel de la Paz después de esa caravana de invasiones y mortandades cometidas por su país desde el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagazaki, siguiendo con sus incursiones criminales en Vietnam, Corea, Libia, Afganistan, Irak y otros países, siempre justificadas por calumnias tales como la posesión de armas de destrucción masiva que, por supuesto, donde mayormente se acumulan es en el territorio estadounidense y en sus decenas de bases militares por el mundo entero.

Un ser abominable cuya historia, para colmo, está salpicada de abusos sexuales, compra de testigos y apoderamiento ilícito de documentos oficiales que lo denuncian en su condición de degenerado y repugnante machista y agresor. Realmente, cuesta entender que los ciudadanos de su país lo hayan reelegido como presidente de la república. Aunque ya se sabe que en aquella curiosa democracia, como en tantas otras, lo que prevalecen son los recursos económicos de los candidatos y no su condición ideológica y solvencia moral. Sobre todo, en naciones ignorantes, tal como los estadounidenses.

Bien hizo el presidente Boric en denunciarlo en este mismo evento como un mentiroso y corrupto, a tiempo de proponerle a la Asamblea de las Naciones Unidas la candidatura de la ex presidenta Michelle Bachelet al cargo de secretaria general de este alto organismo. Algo paradójico si el mismo mandatario chileno sabe que Trump es un envanecido y vengativo sujeto que muy posiblemente ejerza el veto de los Estados Unidos a esa propuesta. Flaco favor, por supuesto, el del presidente Boric a la ex mandataria cuando las emprende contra Trump. No solo debilita su propuesta, sino que también puede resultar en otras sanciones del Imperio sobre nuestro país.

Al fin de cuentas esta última asamblea de las Naciones Unidas ha dejado de manifiesto la solitaria condición de Trump y Netanyahu.  Comprobándose, además, la progresiva desvinculación de los países de la OTAN respecto de la política exterior de los Estados Unidos, lo que finalmente puede hacer abortar también las pretensiones de la Casa Blanca de establecer dominio sobre su “patio trasero”, donde en el mar Caribe se puede apreciar el despliegue de sus buques, submarinos atómicos, barcos de guerra, misiles y miles de irreflexivos soldados. Mostrándole los dientes no solo al régimen de Maduro (la excusa) para desembarcar todo su poderío en América del Sur, incluyendo Colombia y Brasil.

Como Trump y otros dictadores creen que la historia nace siempre con ellos, desconoce seguramente el fracaso del desembarco de las tropas norteamericanas en Bahía Cochinos, en Playa Girón, donde los habitantes de la noble nación cubana causaran cientos y miles de víctimas entre los soldados mercenarios enviados por la Casa Blanca para ocupar ese territorio. En una lección que humillara al Imperio y que perdura como la imposibilidad real de apoderarse de territorios ajenos si no es con incursiones genocidas como la que se propone hoy Israel en suelo palestino.

Esta vez estaríamos ciertos que, pese a las diferencias ideológicas entre nuestras naciones, a la hora de una agresión exterior serían ahora muchos más los millones de combatientes los que saldrían a contener y doblegar a las tropas invasoras.

Tanta insensatez de Trump, lo que explica es lo advertido por el presidente colombiano, Gustavo Petro, en cuanto a que estamos ante las primeras manifestaciones de la decadencia y caída de un nuevo imperio en la historia de la Humanidad. Poderío que posiblemente se extinga, sin embargo, pegando sus últimos y letales manotazos.