

Por: Oleg Yasinsky. Fuente: Agencia Pressenza
(Imagen de Foto de Danylo Harmatiy en Unspash)
Nunca he simpatizado con Hamás ni los he considerado representantes de los intereses del pueblo palestino, del mismo modo que no puedo considerar a Zelenski, Biden, Trump, Milei o Hitler como representantes de los pueblos de Ucrania, Estados Unidos, Argentina y Alemania, aunque todos ellos en distintos contextos ganaron elecciones.
A todos ellos, tan distintos entre sí, los une la disposición a sacrificar a sus propios pueblos y a otros en nombre de sus intereses de poder, y esto es solo un motivo más para no creer en el actual modelo “democrático” occidental, cuyo principal vencedor en el llamado “mundo civilizado” se encamina a ser el fascismo.
Israel es el principal Estado antisemita, no solo porque los árabes no son menos semitas que los judíos. Las acciones actuales de Israel son el mejor regalo para las fuerzas más caníbales y judeofóbicas, que hoy rezan ante las esvásticas por la resurrección del Führer.
El actual “plan de paz” de Trump e Israel para Gaza no es solo una vileza interminable, sino una nueva etapa del genocidio contra los palestinos todavía más refinada y perversa. Este proyecto es la fórmula política de ese plan de negocios tan amado por el neoliberalismo: construir riberas turísticas sobre los huesos de los antiguos habitantes de tierras codiciadas. Lo único más terrible que los crímenes de guerra habituales de Israel es el infinito cinismo de las autoridades de Estados Unidos y Europa, quienes, bajo los colores camaleónicos de las banderas de todos sus partidos al servicio de las corporaciones, continúan obedientemente destruyendo el futuro. Son precisamente ellos quienes convierten con virtuosismo cualquier intento de resistencia organizada frente al sistema en sangrientas sectas fundamentalistas, que ayudan a este mismo sistema a legitimarse ante los ojos del ciudadano común, transformándolo en el eterno “mal menor”.
El “plan de paz para Gaza” es en realidad un plan para levantar una gigantesca fosa común de rehenes de Hamás e Israel, con la participación de magnates financieros de Oriente Medio y bajo el coro de loros mediáticos amaestrados por el dinero, que ya han comenzado a alborotar con la idea del “regreso de la tan esperada paz a Oriente Medio”. La paz al precio de la destrucción de pueblos enteros se parece demasiado al amor a través de la violación. Y lo más importante: este proyecto no es solo de Oriente Medio. Su esencia es transformar a todos nosotros en constructores y empleados de un glamuroso centro comercial planetario, levantado sobre los huesos incinerados de nuestra memoria.
Traducido por Claudia Aranda