

Por: Agencia InnContext
Una experiencia comunitaria en Maranhão, Brasil, busca demostrar que la adaptación al cambio climático puede construirse desde soluciones locales y de bajo costo. Se trata de las barraginhas: pequeñas represas de tierra que infiltran el agua de lluvia, regeneran suelos, recargan fuentes de agua y fortalecen la biodiversidad.
La iniciativa involucra a más de 240 familias agricultoras, quilombolas, quebradoras de coco babasú y extractivistas en los municipios de Lago Verde, Rosário y Açailândia. El proyecto cuenta con el acompañamiento de la Fundación Avina, a través de la Iniciativa BASE, y de aliados locales como ACESA, Associação Agroecológica Tijupá, Justiça nos Trilhos, Gedmma (Grupo de Estudios de Desarrollo, Modernidad y Medio Ambiente de la Universidad Federal de Maranhão) y la Red de Agroecología de Maranhão (RAMA).
“Las familias veían cómo las lluvias se volvían cada vez más irregulares, los suelos se erosionaban y las fuentes de agua se secaban. Las barraginhas surgieron como una respuesta sencilla y efectiva para enfrentar esos desafíos”, explica Victoria Matusevich, responsable de la Secretaría de BASE en Fundación Avina.
Los resultados ya son visibles: aumento del nivel de agua en pozos y arroyos, suelos más fértiles, mayor cobertura vegetal y biodiversidad, e incluso un clima más fresco en las áreas intervenidas.
Raimundo (Didi) Alves, coordinador de la Associação Comunitária de Educação em Saúde e Agricultura (ACESA), relata: “Desde el inicio, el proceso fue construido colectivamente con unas 240 familias de los tres territorios participantes. Las comunidades se vincularon en el diagnóstico, la selección de lugares para construir las barraginhas y la definición del plan de acción. Se dio prioridad a mujeres y jóvenes, reconociendo su rol como guardianes de semillas, saberes tradicionales y del cuidado de los bienes comunes como el agua y los bosques. Durante la construcción y el mantenimiento, las familias participan directamente en la siembra de especies que refuerzan los bordes de las presas, en capacitaciones y en intercambios comunitarios. Además, junto con técnicos de campo, acuerdan el calendario de actividades. El monitoreo y la evaluación se realizan de forma trimestral con participación de las organizaciones y representantes comunitarios, garantizando ajustes cuando es necesario. Este proceso integra conocimiento científico y saberes locales: la experiencia de agricultores y quebradoras de coco sobre los ciclos de lluvia y el manejo de la tierra se combina con criterios técnicos de conservación de suelos, asegurando así la sostenibilidad de la solución".
Uno de los principales obstáculos para ampliar la experiencia es la disponibilidad de maquinaria para excavar las presas, ya que depende de recursos externos y de una logística compleja en ciertas zonas. Otro reto es la variabilidad climática, que obliga a ajustar de forma constante el calendario agrícola y de mantenimiento.
La experiencia se vincula con la Iniciativa BASE (Building Approaches to Scale Equity), que busca amplificar soluciones climáticas diseñadas y lideradas localmente, aportando evidencia para que puedan acceder a financiamiento internacional.
De cara a la COP30, el mensaje es claro. “Las barraginhas muestran que apoyar soluciones comunitarias no solo es posible, sino necesario. Son prácticas que regeneran ecosistemas, aseguran alimentos y aportan aprendizajes que pueden escalarse a otras regiones”, afirma Matusevich.
El desafío ahora es asegurar su sostenibilidad y expansión, mediante prácticas agroecológicas, la integración en programas públicos y la creación de fondos solidarios comunitarios que permitan seguir multiplicando esta solución.