

Por: Paz Peña. Fuente: La Precisa
¿Y si, en lugar de seguir llamando “nube” a los data centers, dejamos por un momento de lado las metáforas con las que solemos representar estas grandes infraestructuras como algo casi inmaterial y desconectado del territorio, y nos enfocamos en lo que implica su expansión —en el mundo y, especialmente, en Latinoamérica—?
Esto es lo que nos propone Paz Peña, autora e investigadora de tecnologías digitales.
En una charla con becarios del Programa por la integridad de la información (PIIN) y con suscriptores de La Precisa, Paz compartió un adelanto del proyecto en el que trabaja como Senior Fellow de la Mozilla Foundation: un sitio web que ofrecerá información sobre los impactos socioambientales de los centros de datos para Inteligencia Artificial (IA) en Latinoamérica, así como orientaciones respecto a qué hacer cuando uno de ellos se construye en nuestro territorio. Este es un fenómeno que ha ido en aumento debido al crecimiento acelerado de la IA y a las facilidades que algunos gobiernos otorgan a las big tech con el objetivo de atraer mayor inversión extranjera.
Aquí compartimos algunas enseñanzas que nos dejó su charla:
Desmitificar conceptos. Los data centers son infraestructuras fundamentales para la digitalización, ya que permiten almacenar información y proporcionan capacidad de cálculo. Pero además, son cruciales para los procesos vinculados a la IA.
Para comprender mejor su relevancia en la economía digital, es clave “agudizar la mirada”, ir más allá del discurso de la “nube”, como se denomina comercialmente a estas estructuras gigantescas llenas de computadoras y servidores que operan las 24 horas del día, durante los siete días de la semana, procesando y almacenando datos de manera continua.Beneficio económico vs. impacto socioambiental. La tendencia indica que la IA seguirá creciendo y adquiriendo mayor relevancia en la economía global. En consecuencia, se requerirán data centers con capacidades cada vez mayores. Si bien Estados Unidos y China lideran la carrera por el desarrollo de la IA, persiste la idea —señala Paz— de que todos los países deben competir, ya que no hacerlo podría implicar altos costos para su desarrollo económico.
En este contexto, los centros de datos comienzan a configurarse como un asunto de interés público, especialmente porque aún no está claro cuáles son los beneficios económicos frente a los impactos socioambientales que suponen. Entre estos últimos, se destaca su elevado consumo de energía, impulsado en gran medida por el crecimiento acelerado de la IA. Se estima que, debido a la expansión de la economía digital y al papel cada vez más protagónico de la IA, para el 2030 el consumo eléctrico global de los centros de datos será ligeramente superior al consumo eléctrico total actual de una economía como la de Japón.
Exenciones tributarias y burbuja económica. Debido a su alto nivel de automatización, los data centers generan pocos empleos fijos, y se espera que la demanda laboral en este sector disminuya aún más en el futuro.
Aún así, la magnitud de la inversión que implican estas estructuras las vuelve atractivas para los gobiernos, que cada vez más otorgan exenciones tributarias con el objetivo de captarlas. Sin embargo, Paz cuestiona si estos beneficios son realmente un buen incentivo o si, por el contrario, significan una pérdida de ingresos fiscales para los países.
“¿Estas grandes corporaciones realmente necesitan este nivel de exenciones, siendo las compañías más grandes del mundo?”, plantea.Además, advierte sobre una preocupación compartida por varios analistas: la posibilidad de una posible “burbuja económica” relacionada con el auge de la construcción de data centers basados en las proyecciones de crecimiento de la IA, sin que necesariamente existan clientes definidos o demandas concretas que sustenten estas inversiones.
Agua, tierra y energía. Aunque las reglas del juego no están del todo claras, varios países de América Latina no quieren quedar fuera de la carrera de la IA y están impulsando políticas de facilitación a las big tech, ofreciéndoles básicamente agua, tierra y energía. En Chile, por ejemplo, se ha implementado una política nacional orientada a la inversión, enfocada en identificar terrenos con buena conectividad, acceso a energías renovables y permisos preaprobados para acelerar los procesos de instalación.
Las grandes cantidades de agua que los centros de datos requieren para su enfriamiento son, por sí mismas, objeto debate. La discusión se amplía aun más debido que las empresas tecnológicas obtienen facilidades para acceso al agua en países afectados por sequías históricas.
Además de analizar los beneficios económicos reales de los data centers en Latinoamérica, así como sus impactos socioambientales, Paz subraya la importancia de profundizar en aspectos clave para diseñar nuevas etapas de la economía digital. Entre ellos, plantea la pregunta de qué significa la sostenibilidad de la IA, subrayando que, hasta ahora, la respuesta ha sido dictada principalmente por las big tech a través de sus propias innovaciones tecnológicas.