

Por: Diego Domíngez
AFP.
En las redes sociales circula un slogan que llama la atención. Entre variantes, dice algo así: Mientras Israel trata de borrar a Palestina del mundo, el mundo se está volviendo Palestina. Una frase que sintetiza lo que está ocurriendo en Palestina, pero también en el mundo.
Desde el 7 de octubre, cuando Israel, en “represalia” por el ataque de Hamas, despliega acciones militares y terroristas a gran escala sobre la Franja de Gaza, y otro tanto en Cisjordania, hemos visto la creciente movilización de los pueblos del mundo denunciando lo que desde un comienzo se manifestó como intencionalidad genocida. Según ACLED, un observatorio no gubernamental sobre conflictos y protestas globales, ya en los primeros meses de los ataques israelíes hubo al menos 7283 protestas en apoyo al pueblo palestino o por un alto el fuego, en 118 países, incluso en Israel. Desde enero del año 2024 las protestas pasaron de reclamar alto el fuego a señalar que Israel estaba cometiendo genocidio. A la par se denunciaba esto ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), y se acusaba a soldados y autoridades israelíes por crímenes de guerra en la Corte Penal Internacional (CIP), y los medios globales reproducían imágenes del soldado estadounidense que se prendía fuego frente a la embajada de Israel en EEUU, mientras gritaba “Palestina Libre”. En 2025, los estudiantes de prestigiosas universidades norteamericanas y europeas tomaban sus campus para denunciar el genocidio. Otro capítulo a ser señalado como parte del creciente rechazo a las acciones de Israel, son las múltiples voces críticas del pueblo judío, dentro y fuera de Israel, que desde un inicio manifestaron: “No en nuestro nombre”. Muchas de estas expresiones fueron reprimidas y criminalizadas, con cientos de detenidos, heridos, extraditados, prohibiciones de portar banderas palestinas, en un marco de creciente censura a la libertad de expresión critica de Israel. La mayor violencia policial contra las manifestaciones se observó en Alemania, Francia, Grecia, Italia y Reino Unido.
Las movilizaciones y expresiones, se desenvuelven a la par de informes de Naciones Unidas (ONU), noticias de agencias no occidentales de prensa, y de crudas imágenes disponibles en redes sociales que se hacen virales mostrando la magnitud de los sucesos: el escalofriante infanticidio, con miles y miles de niños muertos o desmembrados, representado en el asesinato de la niña palestina Hind Rajab, de 6 años, cuyo vehículo recibió más de 350 disparos de un tanque israelí, o el caso de Amna, una niña de 10 años, explotada por el misil de un dron mientras cargaba un bidón de agua para su familia, por mencionar apenas dos. La devastación y aniquilamiento, la hambruna como arma de guerra, están documentados, aunque crece la certeza de que solo muestran una pequeña parte. Francesca Albanese, relatora de Naciones Unidas, recientemente dio una conferencia de prensa (15/9/2025) donde señaló que se trata de un genocidio invisible, donde la cantidad de asesinados es muy superior a los más de 60 mil palestinos cuyo nombre y apellido se conoce, con cifras que rondarían los 680 mil (más de la mitad niños). En simultaneo comisiones de especialistas de la ONU, y expertos internacionales (IAGS), confirmaron que Israel comete genocidio. A su vez, en la apertura del octogésimo periodo de sesiones de ONU (iniciadas el 23/9/2025), se escucharon fuertes declaraciones de algunos gobiernos que denuncian el actuar de Israel (sobre todo de países de América Latina como Brasil, Colombia, Chile, o de Asia), e incluso propusieron acciones concretas, caso del discurso de Gustavo Petro presidente colombiano, con la creación de una fuerza militar internacional que intervenga para detener el genocidio.
Nada de esto alcanzó para que el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu fuera arrestado por los crímenes que le imputa la CPI (órgano autárquico, gestado desde la ONU), pero tampoco para evitar siquiera que hablara en la Asamblea General. Mientras tanto Israel sigue realizando acciones monstruosas día a día en Palestina, pero también en otros lugares, como pudo observarse en ataques y bombardeos que Israel realizó (y realiza) sobre poblaciones de Irán, Qatar, Líbano, Siria, y Yemen, o sobre la flotilla humanitaria a Gaza, en estas horas. Israel se muestra imparable, doblegando los acuerdos internacionales, los registros morales y éticos, bajo la obscenidad de implacables supremacistas y criminales de guerra, que cuentan con los más sofisticados avances tecnológicos en materia militar y de destrucción masiva, demoliendo todo y desplazando en forma permanente a cientos de miles de palestinos de Gaza, con el objetivo de desarrollar en esas tierras negocios inmobiliarios y asentar colonos (como lo expresó Bezalel Smotrich, ministro de finanzas israelí). Frente a todo ello crece la percepción popular de que los gobiernos del mundo no hacen lo suficiente o guardan un silencio cómplice, pues no están realmente interesados en poner límites a Israel. Incluso, muy por el contrario, predomina la percepción de que las potencias globales sostienen con ese Estado intensos vínculos geopolíticos y económicos, cuyo caso extremo es EEUU que protege a Israel económica, militar y políticamente.
En efecto, además del brutal exterminio que no cesa, van quedando al descubierto las bases materiales que lo sostienen. Desde Naciones Unidas se ha señalado que hay una gramática de poder corporativo que respalda la expansión y ocupación israelí, ejemplo de un modo de dominación global: “capitalismo racial colonial”. Otra hipótesis posible -como lo ha expresado Rita Segato- es que Israel representa un giro civilizatorio, en clave de regresión a la barbarie, como una declaración del fin del Estado de Derecho, y el ascenso del poder de muerte como Ley universal. Entre una y otra concepción, podríamos recuperar la propuesta de José Seoane sobre la actualidad mundial como “neoliberalismo (capitalismo) catastrófico”, para comprender porque Israel de manera recurrente conduce al mundo entero a un escenario catastrófico.
Así como sucede con el pueblo palestino, un devenir posible del mundo es catastrófico de múltiples formas: genocida, ecocida y epistemicida. Como ha sugerido un brillante académico chileno, Rodrigo Karmi Bolton, estamos frente a la palestinización de los pueblos del mundo, en términos de un devenir Nakba (catástrofe). Es una época que ha exacerbado la crueldad e intolerancia, pero también el afán de lucro y superganancias de muy pocos, en un contexto de agresión y vulneración contra los pueblos y sus derechos, un tiempo de aceleración en la destrucción de paisajes y ecosistemas, y de las condiciones naturales para la vida humana, y también asistimos a fuertes intentos de borramiento de toda memoria histórica, así como del reconocimiento y valoración de las diferentes formas de ser y estar. Pero también, como sucede con el pueblo palestino, existe otra trayectoria posible para el mundo, un devenir Intifada (rebelión), donde la solidaridad humana persiste y se amplía, regenerando redes mundiales y acciones colectivas con eje en el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Entonces, estamos frente a la palestinización del mundo en un doble y paradójico sentido, entre un devenir del mundo como Nakba o como Intifada. Como sea, es evidente que se trata de un momento crucial para la humanidad en el cual los pueblos del mundo se miran en la imagen que devuelve el espejo que es hoy Palestina, para alcanzar con sus acciones u omisiones, victorias y derrotas, su destino entre la catástrofe o la liberación.
*Diego Domínguez es sociólogo, investigador del Grupo de Ecología Política, Comunidades y Derechos del Instituto Gino Germani, y docente en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.