Por: Mauricio Herrera Kahn. Fuente:Agencia Pressenza

(Imagen de WikiCommons / Joaquín Martínez)
“Desde el altiplano hasta el Caribe, los pueblos originarios de América siguen enfrentando al poder con la fuerza de la memoria.”
La herida continental
Por aquí el continente sangra en silencio. Las promesas del progreso se volvieron alambradas, los discursos de unidad se volvieron decretos de despojo. Cada pueblo originario carga con la misma herida abierta desde hace 500 años. Los que nacieron en el desierto, en la selva o en la montaña ya no pelean por privilegios, pelean por sobrevivir.
- El poder los observa desde los palacios y los llama obstáculos.
- Las empresas entran con drones y papeles sellados.
- Los gobiernos aplauden las inversiones y tapan las tumbas.
- Desde el litio hasta el maíz, todo lo que toca la codicia termina convertido en negocio.
- América no se independizó nunca, solo cambió de amo.
Los pueblos originarios resisten con lo que tienen. Con palabra, con fuego, con memoria. Han sido tratados como estorbo, como folclore, como recurso turístico. Pero siguen ahí, de pie, recordando a los que murieron por no ceder. Su lucha no es romántica ni simbólica. Es una guerra contra el olvido.
- El eco que no muere
Latinoamérica entera tiembla en silencio. Son millones los pueblos originarios que aún reclaman lo que les fue arrebatado. Tierra, agua, dignidad. Los Estados los nombran minorías, los gobiernos los llaman obstáculos, pero ellos siguen de pie. Cada nación indígena, desde los Andes hasta el Caribe, enfrenta una historia distinta con un destino común.
El eco de sus voces atraviesa fronteras y siglos. No se apaga ni con represión ni con olvido. Las constituciones modernas los mencionan como parte del patrimonio, pero las leyes siguen protegiendo al invasor. En los mapas se trazan carreteras sobre cementerios, represas sobre ríos sagrados, minas sobre comunidades vivas. La historia oficial dice que el progreso avanza, cuando en verdad lo que avanza es la frontera del despojo.
Los pueblos indígenas son el corazón antiguo del continente. Todo lo que respira, canta o germina lleva su huella. Y aunque los poderosos intenten borrarla con fuego o con decretos, el eco persiste, multiplicado en cada lengua, en cada canto, en cada niño que aprende el nombre verdadero de la tierra.
- Chile y Bolivia, la raíz del despojo
En el sur la tierra se vende por hectárea y la dignidad por decreto.
En Chile los mapuches fueron arrinconados por la ley, el capital y las balas.
- La Pacificación fue una campaña de exterminio que nunca terminó.
- Hoy el Estado mantiene zonas militarizadas donde las comunidades viven rodeadas por forestales y retenes.
- Los gobiernos cambian, la represión no.
- El poder político teme más a una machi que a un banquero.
- La pobreza mapuche supera el doble del promedio nacional y el despojo continúa disfrazado de inversión verde.
En Bolivia el discurso plurinacional se desgastó en los pasillos del poder.
- Los pueblos mojeños, yuracaré y tsimane no ven igualdad, ven maquinaria pesada perforando la selva.
- El litio, el gas, la soja, el oro. Todo lo que brilla se negocia.
- La madre tierra es logo de campaña mientras los ríos se llenan de veneno.
- Los líderes indígenas son perseguidos, silenciados o comprados.
- La revolución indígena se volvió burocracia y el Estado, socio del saqueo.
- Dicen que Bolivia avanza. En realidad, retrocede sobre los huesos de sus propios pueblos.
- Perú y Ecuador, la Amazonía sitiada
En Perú la selva no descansa.
- Las comunidades ashánincas, awajún y wampis viven acorraladas por mineros ilegales, taladores, narcotraficantes y militares.
- Los gobiernos cambian, pero el saqueo no.
- En la selva baja, los pueblos aislados como los mashco piro son cazados por la miseria que deja el oro.
- Las motosierras suenan más que las voces.
- Las empresas chinas, canadienses y peruanas extraen sin freno, mientras las carreteras abren heridas nuevas en la Amazonía.
- Nadie consulta nada, solo informan que el progreso llegará con la siguiente licitación. Los pueblos saben lo que eso significa.
- Cuando llega el progreso, el agua deja de ser agua y se vuelve mercurio.
- El Estado peruano se arrodilla ante el capital con la misma facilidad con que encarcela a los que protestan.
- El discurso de orden sirve para justificar la represión.
- Más de sesenta líderes indígenas fueron asesinados en la última década por defender su tierra.
- Las viudas no figuran en los informes del Banco Mundial.
En Ecuador el panorama es el mismo
- Infierno con otro acento.
- Los waorani, cofán y siona defienden su selva del petróleo que los gobiernos llaman desarrollo.
- La Amazonía ecuatoriana produce millones de barriles mientras las comunidades viven sin agua potable.
- Las concesiones mineras se multiplican, las promesas también.
- El Estado se alía con las petroleras y se olvida de su propia Constitución, la que alguna vez reconoció los derechos de la naturaleza.
- En Quito hablan de transición ecológica, pero en la selva los ríos mueren cada día.
- La resistencia se hace con machetes, celulares y canciones en lengua ancestral.
Las mujeres lideran marchas que los medios no cubren, los niños caminan kilómetros para estudiar y los ancianos repiten lo que los siglos no borraron: la tierra no se vende.
- Guatemala, la memoria del maíz
En Guatemala el maíz todavía recuerda la sangre que lo regó.
- Los pueblos mayas, xinkas y garífunas cargan siglos de persecución.
- La guerra civil terminó en los papeles, pero nunca en la tierra.
- Los mismos apellidos que mandaban antes siguen mandando ahora.
- Los proyectos mineros y las hidroeléctricas se imponen con soldados y jueces.
- La consulta previa se volvió trámite decorativo para legalizar el saqueo.
- En el altiplano, comunidades enteras han sido desalojadas por proteger el agua.
- Los que resisten son criminalizados, los que callan son olvidados.
- El poder político en Guatemala funciona como una finca.
- Los pueblos indígenas representan más de la mitad del país, pero casi no existen en el Congreso.
- La justicia es una palabra que se pronuncia con miedo.
- Las mineras canadienses y suizas operan con permisos exprés. A los que reclaman los acusan de terrorismo.
- En 2023, el asesinato del líder xinka Luis Vásquez volvió a encender la rabia. Su cuerpo apareció en un barranco, su causa sigue enterrada.
- Así funciona el sistema y el oro sube, la tierra muere y el pueblo desaparece en silencio.
Aun así, los pueblos mayas siguen de pie. Cada ceremonia, cada marcha, cada semilla plantada es una victoria. Ellos saben que la tierra no se hereda, se defiende. Que la dignidad no se compra, se cultiva. Guatemala no ha cambiado, lo que cambió es la paciencia del pueblo.
- México, Colombia y Brasil, el frente caliente
En México el poder se disfraza de progreso mientras arrasa la raíz
- El Tren Maya avanza sobre selvas sagradas y comunidades que nunca fueron escuchadas.
- Más de trescientas aldeas mayas han denunciado desplazamientos, contaminación y pérdida de territorio.
- El gobierno promete turismo y desarrollo, pero los pueblos solo ven ruido, polvo y soldados.
- Los proyectos energéticos y mineros se multiplican bajo el lema del bienestar.
- La tierra se convierte en pasillo para inversionistas. Los pueblos, en estorbo.
Desde Chiapas hasta Yucatán los guardianes del maíz enfrentan al Estado con lo único que les queda: su palabra.
En Colombia la selva es trinchera.
- Los nasa, emberá y wayuu viven entre fusiles, petroleras y discursos vacíos.
- Los acuerdos de paz firmados en La Habana se desangran en el Cauca y en el Chocó.
- Más de doscientos líderes indígenas fueron asesinados en cinco años.
- Cada muerto tiene nombre, pero el Estado los borra con estadísticas.
- El extractivismo avanza disfrazado de progreso.
- Las empresas de palma, carbón y petróleo siguen operando en zonas de guerra.
En los noticieros hablan de desarrollo sostenible. En el territorio solo quedan cementerios.
Brasil es el corazón abierto de América Latina.
- Un país donde la selva se quema para que el agronegocio crezca.
- Los yanomamis sobreviven entre el hambre y la malaria mientras los mineros ilegales destruyen los ríos.
- En 2023 se registraron más de mil invasiones a territorios indígenas.
Lula promete reconstruir lo que Bolsonaro devastó, pero la maquinaria del oro no se detiene. Las corporaciones mineras y los garimpeiros siguen haciendo estragos.
- Las cifras del despojo
Las cifras no mienten, aunque los gobiernos las escondan.
- En América Latina viven más de 60 millones de personas indígenas (CEPAL 2024).
- Son guardianes de casi el 25% del territorio continental, y sobre esas tierras se concentran el 80% de los proyectos mineros, energéticos y petroleros.
- En nombre del desarrollo, el continente se está vaciando.
El 80% de la población indígena rural vive en pobreza.
- En Guatemala y Bolivia la desnutrición infantil supera el 40%. En Perú, el 60% de las comunidades amazónicas carece de agua potable.
- En Ecuador más de 400 derrames petroleros han contaminado ríos y suelos en una década.
- En Brasil, más de 500 líderes indígenas fueron asesinados entre 2010 y 2024, la mayoría en la Amazonía.
- Colombia no se queda atrás: los crímenes contra defensores de la tierra aumentaron un 35% solo en los últimos tres años (ONU 2024).
El oro, el litio, el cobre y el gas se anuncian como motores del futuro verde, pero la riqueza sigue fluyendo hacia las mismas cuentas bancarias de siempre. La transición energética se volvió otro rostro del colonialismo. Los pueblos originarios no ven paneles solares, ven sus ríos secos. No ven autos eléctricos, ven cementerios nuevos.
En toda América Latina hay más de 300 conflictos socioambientales activos (OEA 2024).
- Casi todos en territorios indígenas. Los Estados los llaman incidentes, las empresas los llaman externalidades.
- Ellos los llaman invasión. Y la palabra tiene razón
- Las nuevas formas de resistencia
Ya no se combate solo con lanzas ni con bloqueos.
- Los pueblos aprendieron el lenguaje del enemigo y lo convirtieron en arma.
- Usan redes, cámaras, tribunales, ciencia y arte.
- Jóvenes mapuches, quechuas, garífunas y misquitos hablan dos idiomas, programan software, usan satélites y defienden el territorio con GPS.
- Las abuelas enseñan historia en TikTok.
- Los sabios traducen rituales en podcasts, las marchas se organizan por WhatsApp.
La resistencia se volvió digital y global.
- Cada video, cada canción, cada juicio ganado en cortes internacionales es una forma de seguir existiendo.
- En las universidades los jóvenes indígenas rompen el silencio que les impusieron los siglos.
- En los laboratorios estudian suelos, aguas, genes.
- En las calles mezclan ciencia y espiritualidad.
- Ya no esperan que el Estado los escuche, lo interpelan con datos, con cámaras, con verdad.
Cada comunidad que sobrevive es una victoria sobre el olvido. No se trata solo de defender la tierra, sino de reescribir la historia. La memoria ya no está en los libros, está en la nube, en las redes, en las lenguas que vuelven a hablarse. El futuro indígena ya empezó y no pide permiso.
- La deuda moral del continente
Los Estados piden calma, pero no restituyen nada.
- Las constituciones proclaman respeto, pero los presupuestos dicen lo contrario.
- Mientras el capital global se disfraza de transición verde, las montañas siguen sangrando litio, oro y cobre.
- América no se descolonizó, solo cambió de bandera.
- El siglo XXI repite la historia con contratos y drones.
Las corporaciones prometen empleos y dejan desiertos.
- Los gobiernos hablan de soberanía y firman acuerdos con las mismas manos que vaciaron el continente.
- La justicia se arrodilla frente al dinero. La palabra indígena se escucha solo cuando conviene al discurso.
- Los pueblos originarios no piden caridad, piden memoria.
- No reclaman tierras ajenas, reclaman las suyas.
- Y mientras la modernidad avanza sobre los huesos de los suyos, los Estados siguen creyendo que la historia empieza cuando ellos la escriben.
La deuda no se paga con bonos verdes ni con discursos climáticos. Se paga devolviendo lo que fue robado: tierra, agua y respeto. Y hasta que eso ocurra, América seguirá siendo una promesa rota.
- Por aquí todavía caminan
Por aquí todavía caminan los pueblos que sembraron el continente.
- No quieren caridad, quieren respeto.
- No buscan volver atrás, quieren avanzar sin desaparecer.
- La deuda no es solo económica, es espiritual.
- Y mientras la tierra siga hablando en lenguas antiguas, ninguna república podrá llamarse justa.
- Porque los pueblos originarios no son pasado y sí son la única promesa que no traicionó a la tierra.
- En su voz late la conciencia que el mundo olvidó.
- Si alguna vez América quiere volver a ser digna, deberá mirar a esos pueblos no como reliquia, sino como futuro.
Ellos guardan la llave de la vida que el progreso perdió entre sus ruinas…