miércoles 22 de octubre de 2025 - Edición Nº2513

Internacionales | 21 oct 2025

Manifestaciones contra Donald Trump.

Multitudinarias manifestaciones contra Trump en Estados Unidos

Cientos de miles de personas se movilizaron este fin de semana en más de ciento cincuenta ciudades de Estados Unidos para protestar contra el estilo de gobierno de Donald Trump. Las imágenes se repiten desde Nueva York, Washington, Filadelfia y Chicago hasta Los Ángeles, Seattle y Atlanta.


Por: Mauricio Herrera Kahn. Fuente:Agencia Pressenza

(Imagen de WikiCommons / mathiaswasik)

Un país que vuelve a tomarse las calles

Cientos de miles de personas se movilizaron este fin de semana en más de ciento cincuenta ciudades de Estados Unidos para protestar contra el estilo de gobierno de Donald Trump. Las imágenes se repiten desde Nueva York, Washington, Filadelfia y Chicago hasta Los Ángeles, Seattle y Atlanta.

No se trata de una sola fuerza política. Hay estudiantes, trabajadores sindicalizados, iglesias, médicos, comunidades afroamericanas, latinas, judías, musulmanas, veteranos de guerra y un contingente creciente de jóvenes de la Generación Z que dice no estar dispuesto a normalizar lo que consideran un liderazgo autoritario y divisivo.

Las manifestaciones fueron mayoritariamente pacíficas y no se registraron incidentes graves ni enfrentamientos directos con la policía. Hubo velatones, cadenas humanas en torno a edificios públicos, marchas silenciosas y lecturas públicas de la Constitución. Lo que se expresó no fue solo indignación, sino también una alerta: sectores amplios de la población perciben que las instituciones democráticas están siendo tensionadas de forma acelerada.

Un rechazo al poder personalista

Los organizadores señalan que la protesta no es contra un partido sino contra un modelo de poder. Acusan a Trump de gobernar desde la confrontación permanente, de promover la polarización como estrategia política y de tratar a la prensa, la justicia y los organismos internacionales como si fueran enemigos personales. El detonante inmediato fue el lenguaje con que Trump ha respondido a opositores políticos y periodistas, tildando a sus críticos de “traidores”, “enemigos internos” o “agentes extranjeros infiltrados”.

Varios líderes estudiantiles afirmaron que el peligro no es ideológico sino estructural. Temen que, si se normaliza la lógica del líder mesiánico basada en la idea de que la voluntad personal está por sobre los límites del Estado de derecho, la democracia estadounidense podría degradarse de forma irreversible. No hablan de un golpe clásico sino de una erosión lenta pero sostenida del equilibrio institucional.

La respuesta de Trump fue burla y confrontación

Lejos de adoptar un tono moderado, Trump reaccionó públicamente con sorna. En mítines recientes y transmisiones en vivo relativizó las manifestaciones acusando a los marchantes de “llorones”, “antiamericanos”, “hijos malcriados de universidades radicalizadas” e incluso insinuó que algunos reciben financiamiento extranjero. Su narrativa apunta a deslegitimar cualquier protesta tratándola como parte de una conspiración contra su liderazgo.

Esta respuesta no solo no desactivó el movimiento: lo amplificó. Varias ciudades duplicaron sus convocatorias horas después de que Trump se refiriera a los manifestantes como “gente que nunca ha trabajado en su vida”. Las redes sociales reaccionaron de inmediato. Miles de estadounidenses comenzaron a publicar imágenes de sus jornadas laborales con la frase “Sí trabajo. Y protesto igual”.

Un territorio en disputa

Sectores conservadores sostienen que estas marchas son una forma de presión irresponsable que busca desestabilizar al gobierno. Pero incluso dentro del electorado republicano han surgido voces que advierten que la retórica polarizante puede abrir heridas profundas que tardarán décadas en sanar. La fractura ya no es solo política. Es emocional y cultural.

Lo que está emergiendo en las calles de Estados Unidos no es todavía un estallido, pero sí un síntoma de que una parte del país ya no acepta calladamente ser gobernado desde el insulto y la amenaza simbólica. La protesta no pide privilegios. Pide límites. Pide que el poder se modere a sí mismo antes de que sea demasiado tarde.

Lo que viene

Nadie sabe si este ciclo de movilizaciones crecerá o se disipará. Lo cierto es que ha devuelto a la calle su rol histórico como escenario directo de la vida democrática. Las instituciones siguen existiendo. Pero una parte creciente de la ciudadanía ya no confía en que basten por sí solas para contener el avance de la arrogancia política. Estados Unidos debate su futuro no solo en el Congreso. Lo está debatiendo, otra vez, en la calle.

La imagen que encendió el repudio

La molestia aumentó tras la difusión de un video desde la cuenta oficial de Trump en el que se representa a sí mismo como un monarca ungido, caminando entre columnas imperiales y rodeado de estética sacralizada. La puesta en escena incluye música apoteósica y símbolos visuales que evocan coronación y poder absoluto.

Para amplios sectores democráticos, ese video no es solo de mal gusto: es una señal peligrosa. No se trata de estética, dicen los manifestantes. Se trata del mensaje político y él es un presidente de EE.UU. que se muestra a sí mismo como un rey.

Ese gesto fue descrito por analistas y líderes religiosos moderados como “una ruptura con la cultura democrática más básica de los Estados Unidos”. El video viralizó aún más las marchas, porque confirmó el temor que muchos venían denunciando y que Trump ya no se presenta como jefe de gobierno, sino como figura providencial con autoridad por encima de cualquier límite institucional.

OPINÁ, DEJÁ TU COMENTARIO:
Más Noticias

NEWSLETTER

Suscríbase a nuestro boletín de noticias