miércoles 29 de octubre de 2025 - Edición Nº2520

Cultura | 28 oct 2025

Hawthorne, Precursor de la Literatura Moderna

Una excusa para volver a leer a Hawthorne, el gran precursor de la literatura moderna

El libro "Wakefield y otras alegorías" recoge siete relatos de un autor admirado por Jorge Luis Borges, en los que aparecen todos los elementos que definen la obra del estadounidense.


Por: Juan Pablo Cinelli

En el ensayo “Kafka y sus precursores”, que forma parte del volumen Otras inquisiciones, cuya edición original se remonta a comienzos de la década de 1950, Jorge Luis Borges concluye que “cada escritor crea a sus precursores”, ya que “su labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el futuro”.

Tomando ese concepto como punto de partida, podría decirse que el escritor estadounidense Nathaniel Hawthorne (1804-1864) es una creación colectiva, en tanto se lo puede considerar un precursor indispensable para la existencia de muchos autores, como sus contemporáneos (y compatriotas) Edgar Allan Poe y Herman Melville, o un poco más adelante Mark Twain, Émile Zola y Robert Louis Stevenson, o ya en el siglo XX hasta los mismos Kafka y Borges.

Eso no quiere decir, como apunta el propio autor de Ficciones, que las obras de todos ellos se parezcan entre sí. Pero tampoco impide que sea posible encontrar en el trabajo de cada una rastros que invariablemente conducen hasta la obra y la figura de Hawthorne, algunos de cuyos cuentos fueron publicados este año por la editorial Serapis bajo el título de Wakefield y otras alegorías. Una buena oportunidad para revisitar a uno de los nombres fundamentales de la literatura moderna.

El título del libro remite al relato homónimo que abre esta antología, que incluye otros seis textos. El mismo funciona además como botón de muestra de la literatura de Hawthorne, en tanto condensa una serie de elementos a los que se puede considerar como auténticos rasgos de identidad de su narrativa. “Wakefield” cuenta la historia supuestamente real (Hawthorne afirma haberla leído como noticia en un diario) de un hombre que un día decide desaparecer.

Sin mediar aviso y sin que nada permita imaginarlo, Wakefield sale de su casa una tarde con la excusa de cumplir con unas diligencias y le dice a su esposa que regresará en algunos días, aunque sabe muy bien que no lo hará. Por el contrario, de inmediato se instala en una casa vecina para, desde ahí, convertirse en espectador y testigo de lo que su ausencia provoca en la vida de los demás. Una decisión que el protagonista sostendrá no durante 20 días ni 20 meses, sino a lo largo de dos décadas.

Una excusa para volver a leer a Hawthorne, el gran precursor de la literatura moderna

“Wakefield” no es una novela, sino un cuento corto de apenas 12 páginas. A pesar de esa brevedad, Hawthorne consigue condensar las emociones por las que el protagonista transitará durante ese tiempo. Entre ellas quizás la más notoria sea la culpa, pero no porque el autor se encargue de hacerla explícita, sino más bien por lo contrario. Porque consigue darle una entidad sin nombrarla, manteniéndola en un fuera de campo casi cinematográfico que la convierte en una presencia tan potente como inefable.

No es la primera vez que Hawthorne coloca a la culpa como centro de una de sus obras -como lo confirma La letra escarlata, su novela más famosa-, ni será la última vez que lo haga en este mismo libro. De la misma forma, el cuento también registra la aparición de otros elementos recurrentes de su obra. En especial, la inclinación irrefrenable de convertir cada relato en una alegoría moral, emergente muy claro de su educación puritana y un rasgo fundamental en el ADN de la cultura estadounidense. El cuento “David Swan”, también incluído en el libro, es un buen ejemplo de ese empeño.

Hawthorne según Borges

Junto al ensayo dedicado a Kafka, Otras inquisiciones incluye otro titulado directamente “Nathaniel Hawthorne”, que Borges le dedica a su figura de forma específica. Ahí afirma que “los cuentos de Hawthorne valen más” que sus novelas, utilizando justamente como ejemplos el cuento “Wakefield” y la novela mencionada. “La letra escarlata abunda en pasajes memorables, redactados en buena y sencilla prosa, pero ninguno de ellos me ha conmovido como la singular historia de Wakefield”, afirma ahí.

El libro publicado por Serapis se cierra con el cuento “El holocausto de la tierra”, al que Borges usa como ejemplo para dejar expuesta la tendencia hawthorniana a “dañar” sus propios textos en la necesidad de convertirlos en manifiestos éticos. Sin embargo, también afirma que el hecho de que “Hawthorne persiguiera, o tolerara, propósitos de tipo moral no invalida, no puede invalidar, su obra. […] Si en el autor hay algo, ningún propósito, por baladí o erróneo que sea, podrá afectar, de un modo irreparable, su obra”.

Puede decirse, entonces, que Wakefield le propone al lector argentino la posibilidad de conocer (o volver a leer) a uno de los autores que con su obra cimentó la literatura occidental tal como la conocemos. Porque sin el influjo de Hawthorne la literatura se hubiera desarrollado de todas formas, de eso no hay dudas, como tampoco las hay de que hubiera sido otra, quizás muy distinta. O quizás no. En todo caso, todos los caminos confluyen sobre su figura, haciendo de la suya una obra ineludible. Y no es porque yo lo diga, como suelen argumentar los vendedores ambulantes para convencernos de comprar su mercancía: el que lo dice es Borges.

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