sábado 15 de noviembre de 2025 - Edición Nº2537

Derechos Humanos | 15 nov 2025

Libro de Manuel Galich.

Los parias o la historia del desprecio

13:39 |En 1956, mientras el continente se dividía entre dictaduras, revoluciones y miseria, un hombre expulsado de su propio país escribió uno de los libros más potentes de la literatura política latinoamericana. Manuel Galich, guatemalteco, dramaturgo, diplomático y exministro del gobierno de Jacobo Árbenz.


Por: Mauricio Herrera Kahn. Fuente:Agencia Pressenza

(Imagen de ElSalvador.com)

El libro que retrató antes que nadie el exilio, el racismo y la fractura moral de América Latina.

“No hay independencia sin justicia ni justicia sin memoria”, Manuel Galich.

En 1956, mientras el continente se dividía entre dictaduras, revoluciones y miseria, un hombre expulsado de su propio país escribió uno de los libros más potentes de la literatura política latinoamericana. Manuel Galich, guatemalteco, dramaturgo, diplomático y exministro del gobierno de Jacobo Árbenz, publicó “Los parias” en el exilio, con la convicción de que los derrotados eran los verdaderos testigos de la historia. 

Guatemala había sido invadida por los intereses de la United Fruit Company y la CIA bajo el disfraz de libertad, y lo que quedó atrás no fue solo un gobierno derrocado, sino una nación desangrada.

Galich escribió desde La Habana, con el corazón en ruinas y el continente a cuestas. Su libro no fue un lamento, fue una acusación. Detrás de cada página hay un retrato de América Latina como territorio de expoliación y resistencia. Medio siglo después, su lectura sigue sonando actual porque los parias que él nombró no desaparecieron. Cambiaron de rostro, pero siguen ahí como migrantes, indígenas, campesinos, desplazados por guerras y megaproyectos que facturan miles de millones de dólares mientras empujan pueblos enteros al olvido.

En Guatemala, más de 200.000 personas fueron asesinadas durante la guerra civil posterior al golpe. Más de un millón fueron desplazadas. La pobreza hoy afecta a casi el 60% de la población y más del 70% de los pueblos originarios vive bajo la línea de subsistencia. En este contexto, Los parias no pertenece al pasado. Es un espejo encendido.

1. El destierro como destino

El exilio en Los parias no es geografía, es condición moral. Galich lo convierte en metáfora del continente entero. Los guatemaltecos que cruzaban la frontera mexicana en 1954 llevaban más que maletas, llevaban la conciencia de haber sido expulsados por defender una idea de país justo. En apenas dos meses, más de 100.000 campesinos abandonaron sus tierras. El golpe de Estado, financiado por una empresa que facturaba más de USD 60 millones anuales exportando banano, destruyó un proyecto de soberanía agrícola que había intentado repartir apenas un 2% del territorio nacional improductivo.

Esa expulsión marcó la historia latinoamericana. El exilio de Galich y de miles de intelectuales se convirtió en un mapa paralelo del continente. México, La Habana, Managua, Caracas, Montevideo, fueron refugios y trincheras. Allí se reescribió la historia que los vencedores intentaban borrar. En Los Parias, Galich denuncia que el destierro no es excepción sino norma. América Latina expulsa a quienes la piensan. Lo hizo entonces y lo hace hoy, cuando millones de jóvenes cruzan fronteras buscando futuro. Hoy más de 40 millones de latinoamericanos viven fuera de sus países y la cifra supera el total de exiliados por todas las guerras del siglo XX en la región.

“El destierro sigue siendo destino”.

2. Los pueblos sin rostro

Galich no habla de indígenas como folclore y los muestra como la raíz profunda de un continente negado. En su narrativa, los parias no son víctimas, son los verdaderos dueños del suelo que otros administran. El autor anticipó con medio siglo de distancia los debates sobre colonialismo interno que hoy atraviesan a América Latina.

En Guatemala, más del 60% de la población pertenece a pueblos originarios. Sin embargo, solo el 9% accede a educación universitaria y menos del 5% posee títulos de propiedad regularizados. En Bolivia, hasta antes del siglo XXI, los indígenas representaban el 70% de la población, pero apenas el 10% del parlamento. En México, los pueblos originarios son más de 25 millones de personas, pero el 80% vive bajo la línea de pobreza.

Galich entendió que el racismo no es error sino estructura. Es la herramienta que mantiene el orden de castas heredado de la Colonia y los parias que él describe no son producto del azar, son el resultado de siglos de una república que nunca fue para todos. Y su denuncia resuena hoy, cuando en nombre del progreso se repiten los despojos y son, Megaproyectos mineros que desplazan comunidades en Chiapas, represas en el oriente boliviano que inundan territorios sagrados y carreteras que parten en dos el Amazonas con la bendición de los bancos internacionales. Cada cifra actual confirma que Galich tenía razón.

“El continente sigue dividido entre quienes poseen la tierra y quienes la habitan”.

3. El intelectual frente al poder

Manuel Galich nunca fue neutral. Su libro no intenta complacer. Fue perseguido por ser intelectual y político, pero sobre todo por no obedecer. En Los parias, el escritor señala con nombres y fechas la complicidad entre las oligarquías locales y los intereses estadounidenses que impusieron dictaduras bajo el pretexto del anticomunismo. En los años cincuenta, más de quince países latinoamericanos estaban bajo regímenes militares o gobiernos directamente tutelados por Washington.

El autor denuncia que las élites criollas no solo entregaron sus recursos naturales, también cedieron su dignidad. En nombre del orden aceptaron el saqueo. En nombre del progreso firmaron concesiones que dejaron al país sin control sobre su propio subsuelo. En 1954, la United Fruit poseía más del 40% de las tierras cultivables de Guatemala. En 1960, los ingresos por exportación de banano superaban los 70 millones de dólares anuales, pero el salario promedio campesino apenas llegaba a 20 dólares mensuales. Galich advierte que el intelectual que calla es cómplice. En tiempos donde la censura se disfrazaba de patriotismo, su voz fue una forma de resistencia.

“Hoy su figura recuerda que la escritura no es solo un acto estético sino un gesto de responsabilidad histórica”.

4. La palabra como resistencia

Los parias mezclan ensayo, narrativa y manifiesto. Es un texto difícil de clasificar porque nació de la urgencia. Galich no escribe desde el escritorio, escribe desde la intemperie. Cada frase busca rescatar del silencio a los invisibles. La palabra se vuelve herramienta de reparación.

Las primeras ediciones circularon con tirajes modestos, apenas cinco mil ejemplares en Guatemala antes de ser censurado. En Cuba, las reimpresiones alcanzaron los veinte mil ejemplares durante los años setenta. En Managua, durante la revolución sandinista, el libro volvió a editarse como texto de estudio en escuelas populares. En cada país, Los parias fue leído no como literatura sino como advertencia.

Galich demuestra que la resistencia también se escribe y que una página puede sobrevivir a un ejército. Su obra dialoga con las voces que vendrían después y que fueron, Roque Dalton, Eduardo Galeano, Otto René Castillo y Gioconda Belli.

“Todos herederos de una tradición donde la palabra no describe el mundo, sino que lo defiende”.

5. Ecos contemporáneos

Setenta años después, Los parias sigue respirando entre nosotros. La migración masiva, la desigualdad estructural, el racismo y el despojo extractivo confirman la vigencia del texto. En Centroamérica, más de seis millones de personas viven fuera de su país natal. En Guatemala, el 18% del PIB proviene de remesas enviadas por migrantes que sobreviven en Estados Unidos. En México, las comunidades indígenas siguen defendiendo su territorio frente a empresas que extraen litio, oro y agua por miles de millones de dólares.

Galich escribió que los parias eran los verdaderos protagonistas de la historia. Hoy los vemos en caravanas que cruzan fronteras, en mujeres que caminan con niños por desiertos, en pueblos que resisten a los megaproyectos en defensa de sus ríos. Lo que él llamó humillación hoy se llama desplazamiento climático, trabajo precarizado, desnutrición estructural.

El libro no envejeció porque el sistema que denunció sigue intacto. Solo cambió de uniforme. La miseria ahora tiene nombre de contrato y firma digital. Los mismos que en los años cincuenta financiaron golpes de Estado hoy financian minería verde y agricultura intensiva.

“Las cifras son las mismas, los métodos más sofisticados”.

6. Los parias del planeta

El siglo XXI confirmó lo que Galich intuyó setenta años atrás. El destierro ya no es solo latinoamericano, es global y la humanidad entera se volvió migrante. Según Naciones Unidas, más de 281 millones de personas viven hoy fuera de su país de origen. Es la cifra más alta desde que existen registros. Detrás de esos números hay guerras, hambre, cambio climático, desigualdad y un sistema económico que decide quién puede moverse y quién debe quedarse a morir.

En África, los desplazamientos son masivos y más de 44 millones de africanos fueron obligados a abandonar su hogar. Sudán del Sur vive la peor crisis humanitaria del continente, con 9 millones de desplazados internos y refugiados. En la República Democrática del Congo, la guerra por el control del coltán y el oro ha expulsado a 7,2 millones de personas. En el Sahel, la desertificación avanza a un ritmo de 600 mil hectáreas por año. Cada metro de arena robado a la tierra fértil empuja nuevas migraciones silenciosas.

En Medio Oriente, la herida tiene nombre propio y es Palestina. Desde 1948, más de 6 millones de palestinos viven en condición de refugiados, según la UNRWA. Gaza, con 2 millones de habitantes encerrados en apenas 365 km², se ha convertido en el territorio más densamente poblado del planeta. Desde octubre de 2023, más de 75.000 civiles han muerto bajo los bombardeos y más de 1,7 millones fueron desplazados dentro de la Franja. Los campos de refugiados ya son ciudades sin Estado.

Siria es otra herida abierta. La guerra civil iniciada en 2011 generó 13 millones de desplazados, de los cuales 6,8 millones huyeron al extranjero. Turquía, Líbano y Jordania cargan el peso de esa diáspora mientras Europa debate cuotas y muros. Afganistán, tras dos décadas de ocupación y retiro, mantiene 4 millones de refugiados. Yemen, la guerra olvidada, acumula 23 millones de personas que dependen de ayuda humanitaria.

Europa, que alguna vez exportó migrantes hacia América, hoy levanta fronteras electrónicas para impedir el ingreso de quienes huyen del hambre y las guerras que ese mismo continente alimenta con armas y tratados. En el Mediterráneo murieron más de 28.000 personas desde 2014 intentando cruzar hacia Italia, Grecia o España. Cada cadáver flotando entre Libia y Lampedusa es un eco de lo que Galich llamó “la humanidad sobrante”.

En América Latina, los flujos migratorios alcanzan cifras históricas. Más de 7,7 millones de venezolanos han salido del país desde 2015. En Centroamérica, el corredor del Darién, entre Colombia y Panamá, registró en 2024 el paso de más de 520.000 personas, la mitad menores de edad. México se volvió país de tránsito y de destino, con más de 140.000 solicitantes de asilo en un solo año. En Estados Unidos viven 62 millones de personas de origen latino, la mayoría con empleos precarios en agricultura, limpieza y construcción.

La migración ya no es una excepción. Es el nuevo rostro del mundo. Naciones Unidas calcula que las remesas globales superaron los 860 mil millones de dólares en 2023, cifra mayor al total de la ayuda oficial al desarrollo. Los pobres sostienen al planeta con su dinero enviado desde el exilio.

Cada frontera es una repetición de Los parias, cada migrante detenido en el Mediterráneo o en el desierto de Arizona prolonga el mismo grito que Galich escribió desde su exilio.

 “Y es que el mundo no se divide entre patrias y extranjerías, sino entre quienes pueden quedarse y quienes son obligados a huir”.

EP. El mismo exilio

Los parias de Galich no quedaron en los años cuarenta. Se multiplicaron, cruzaron océanos y fronteras y hablan ahora en cientos de lenguas y caminan con otros nombres. Son los refugiados del Mediterráneo, los desplazados del Congo, los migrantes del Darién, los palestinos que huyen entre ruinas, los campesinos guatemaltecos que aún esperan justicia. Todos repiten la misma historia y es la pobreza no se hereda, se impone.

El libro anticipó un destino continental que hoy se volvió global. La humanidad produce riqueza como nunca antes, más de 105 billones de dólares al año, pero distribuye miseria. Mientras el 1% más rico acumula tanto como el 66% de la población mundial, millones de seres humanos viven fuera de sus países buscando lo que el sistema les negó en su tierra. La desigualdad se volvió la verdadera frontera del siglo XXI.

Galich escribió desde el exilio, y esa palabra resume el tiempo actual. El exilio como condición permanente, como estructura del mundo, como memoria.

Frente a eso, la literatura y el periodismo tienen una tarea que no es estética sino moral y es nombrar a los invisibles, recordar que cada cifra es un cuerpo y que cada cuerpo tiene una historia que aún puede cambiar.

Nada terminó y los parias no fue solo un libro, fue una advertencia.

La humanidad sigue en deuda con sus propios expulsados…

 

Bibliografía

  • Galich, Manuel. Los parias. Guatemala, 1956.
  • Galich, Manuel. Del pánico al ataque. La Habana, Casa de las Américas, 1970.
  • Rodríguez, Mario. Revolución y contrarrevolución en Guatemala. Siglo XXI, 1973.
  • Taracena Arriola, Arturo. La patria del criollo revisitada. Guatemala, 2004.
  • Comisión para el Esclarecimiento Histórico de Guatemala (CEH). Informe final. Naciones Unidas, 1999.
  • Migración y desigualdad en América Latina. Santiago de Chile, 2024.
  • Casa de las Américas. Dossier Manuel Galich: memoria y exilio. La Habana, 1985.
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