miércoles 19 de noviembre de 2025 - Edición Nº2541

Internacionales | 19 nov 2025

Proyecto Fascista en Sudamérica

La geopolítica del fascismo en Sudamérica

12:13 |El fascismo sudamericano no es un accidente. No es el capricho de líderes carismáticos ni la rabia irracional de pueblos cansados. Es un proyecto geopolítico profundo que combina industria cultural, inteligencia militar, economía de las élites y desesperación popular.


Por: Mauricio Herrera Kahn. Fuente:Agencia Pressenza

Milei Con Motosierra- (Imagen de WikiCommons)

El plan que nadie se atreve a nombrar

El fascismo sudamericano no es un accidente. No es el capricho de líderes carismáticos ni la rabia irracional de pueblos cansados. Es un proyecto geopolítico profundo que combina industria cultural, inteligencia militar, economía de las élites y desesperación popular. Se alimenta del derrumbe de la izquierda tradicional, de la pobreza estructural y de la migración descontrolada, pero esas son solo las ramas visibles. La raíz está más abajo. En el subsuelo del poder. En lo que nunca se discute en televisión.

La ultraderecha no nace del pueblo. Nace del miedo de las élites.

Cuando las élites ven que los modelos económicos tambalean levantan proyectos de control social. En Argentina la élite agro-financiera teme el impuesto a la riqueza. En Chile la élite heredera de la dictadura teme perder privilegios históricos. En Ecuador la élite banquera teme la regulación. En Bolivia la élite empresarial teme la plurinacionalidad. Todas recurren al mismo manual. Inflan el miedo a la delincuencia. Demonizan al migrante. Militarizan el discurso público. Presentan al adversario ideológico como amenaza existencial. El fascismo siempre fue la respuesta del poderoso cuando temió dejar de serlo.

Sudamérica es el laboratorio donde se prueba la política del shock permanente.

Aquí se experimenta lo que en Europa ya no pueden hacer frente a instituciones fuertes. En Sudamérica el ensayo es ilimitado. Argentina prueba el ultraliberalismo nihilista. El Salvador prueba el autoritarismo tecnológico. Chile prueba la guerra cultural permanente. Ecuador prueba la militarización disfrazada de orden. Honduras prueba el neopentecostalismo político. Cada país aporta una pieza. Cuando uno cae otros aprenden. La ultraderecha no es nacional, es continental.

La geopolítica energética empuja el avance ultra.

Las potencias necesitan litio, cobre, agua, gas, tierras raras. Sudamérica es el nuevo Medio Oriente. Pero a diferencia de Medio Oriente aquí no hay Estados fuertes ni alianzas regionales. La ultraderecha ofrece lo que las grandes potencias buscan. Orden sin democracia, recursos sin negociación y contratos sin regulaciones. Es más fácil explotar minerales bajo gobiernos autoritarios que bajo democracias sociales. La pregunta correcta no es por qué crece el fascismo. La pregunta correcta es quién gana cuando crece.

El fascismo contemporáneo no usa camisas pardas. Usa algoritmos y templos.

La ultraderecha actual no marcha con antorchas. Maneja redes sociales, iglesias neopentecostales, medios digitales millonarios y consultoras de comunicación. El fascismo del siglo XXI se infiltra por los pastores, los influencers, los noticieros y los bots. Su símbolo ya no es el brazo alzado, es el celular encendido y no necesita tanques, sino pantallas.

La izquierda sudamericana cavó su propia tumba con soberbia y burocracia.

Muchos movimientos progresistas dejaron de escuchar. Se encerraron en sus partidos. Se pelearon entre ellos, hablaron para Twitter y no para el pueblo. Creyeron que la historia estaba de su lado y no entendieron que la historia nunca está de parte de nadie. La ultraderecha no creció porque fuera brillante, creció porque la izquierda se olvidó de hablarle a los pobres con palabras simples y soluciones concretas.

El pueblo no es fascista. Está abandonado.

En Chile trece millones votaron y la abstención fue un grito silencioso. Una mezcla de cansancio, desconfianza, miedo y frustración.

Cuando la política deja de ofrecer esperanza surge el fascismo que ofrece orden.

Cuando la democracia deja de emocionar surge el líder duro que promete resolverlo todo.

Cuando la izquierda deja de tocar la puerta surge la derecha que entra por la ventana.

Estados Unidos no financia la ultraderecha. La autoriza.

Washington no necesita intervenir directamente. Solo necesita no bloquear a la ultraderecha. Sabe que esos gobiernos le garantizan recursos, estabilidad para sus empresas y bloqueo a China. La geopolítica del siglo XXI es simple. Los países que tienen litio, cobre o mar estratégico reciben guiños y los que intentan autonomía reciben advertencias. La ultraderecha sudamericana es útil y por eso crece.

El fascismo no se instala desde el poder. Se instala desde la sensación de amenaza.

Inseguridad, migración, narcotráfico, crisis económica y peleas políticas. Cada ingrediente es real. El fascismo lo mezcla todo hasta que parece que solo él puede evitar el colapso. El problema no es que la gente sea ignorante, el problema es que la política tradicional dejó de prevenir el miedo y permitió que floreciera. 

Chile como espejo de lo continental

En Chile la ultraderecha pelea contra Jara con una disciplina de hierro, con dinero, con relato, con iglesias, con noticieros alineados y con operadores políticos de vieja data. Kast no es un fenómeno aislado. Es la expresión chilena de una corriente que cruza el continente. En la votación del domingo pasado, el voto ultra capturó miedo, rabia y deseo de orden. La izquierda perdió votos jóvenes, perdió votos de clase media, perdió votos del sur rural, perdió votos por división y perdió votos por cansancio. No por ideas, sino por abandono.

Cómo salir del laberinto

Sudamérica no necesita un nuevo líder, necesita un nuevo lenguaje. Las fuerzas democráticas deben volver a hablar de seguridad sin complejos, de progreso sin tecnicismos, de dignidad sin consignas. Deben recuperar la pedagogía política, la cercanía y el territorio. Deben romper la burbuja urbana, explicar cómo funcionan los impuestos, cómo se financia un país, cómo se protege la frontera sin ser fascista, cómo se combate el crimen sin militarizar la vida, cómo se integra al migrante sin regalar el país. Porque si no lo explican ellos, lo explicará la ultraderecha con mentiras simples y contundentes.

El fascismo sudamericano no es ruido.

Es estrategia, no es locura, es cálculo, no es pueblo, es cúpula. Y solo se detendrá cuando las democracias vuelvan a ofrecer algo más poderoso que el miedo.

Cuando vuelvan a ofrecer futuro…

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