viernes 21 de noviembre de 2025 - Edición Nº2543

Derechos Humanos | 20 nov 2025

Sangre de un líder indígena guaraní-kaiowá.

Sangre a la sombra de la COP30

Mientras jefes de Estado, ministros, asesores y miles de funcionarios desfilan por los pasillos pulidos de la COP30 en Brasil —selfies, discursos huecos, promesas recicladas—, la sangre de un líder indígena guaraní-kaiowá se derrama en silencio sobre la tierra ancestral que defendía.


Por: Pedro Pozas Terrados. Fuente: Agencia Pressenza.

(Imagen de Aty Guasu/Survival International. El líder indígena Vicente yace en el suelo asesinado rodeado de miembros de su comunidad.)

Líder guaraní-kaiowá asesinado ante la mirada muda internacional

Mientras jefes de Estado, ministros, asesores y miles de funcionarios desfilan por los pasillos pulidos de la COP30 en Brasil —selfies, discursos huecos, promesas recicladas—, la sangre de un líder indígena guaraní-kaiowá se derrama en silencio sobre la tierra ancestral que defendía. Nadie en la “zona azul”, ese espacio exclusivo para delegados acreditados, detuvo los aplausos de los Delegados, ni fueron capaces por respeto de tener un minuto de silencio. La comunidad internacional, una vez más, miró hacia otro lado.

Porque mientras el teatro climático continúa, en la madrugada del 16 de noviembre, una veintena de hombres armados irrumpió en la comunidad de Pyelito Kue, en el extremo sur de Brasil, y abrió fuego sin advertencia. Dispararon a matar. Así lo ha denunciado Survival International en un comunicado de prensa que no ha sido recogido por ningún medio nacional.

El líder indígena Vicente Fernández Vilhalva, de 36 años, cayó de un disparo en la cabeza. Otros cuatro miembros de la comunidad resultaron heridos. Los agresores incendiaron refugios, destrozaron pertenencias, quemaron la poca vida material que sostienen los guaraní-kaiowá en su lucha por recuperar su propio territorio. No hubo policía en la zona. No hubo protección estatal. No hubo socorro.

«Nos rodearon. Los pistoleros no vinieron a hablar, llegaron disparando. No tenemos armas y no tenemos ninguna posibilidad de defensa», declaró un líder de Pyelito Kue, que pidió anonimato por temor a represalias. “Quemaron todo: nuestras casas, ollas, sillas…”

Este ataque no es un hecho aislado. Es el cuarto acto violento en dos semanas contra esta misma comunidad. Y forma parte de una persecución que lleva décadas. Décadas de expulsión, hostigamiento, asesinatos, impunidad y olvido.

El genocidio silencioso de los guaraní-kaiowá

Los guaraní-kaiowá son uno de los pueblos más golpeados de América Latina. Confinados durante generaciones en reservas diminutas para permitir la expansión ganadera y la soja transgénica, hoy continúan siendo víctimas de ataques perpetrados por pistoleros vinculados a terratenientes locales.

En los últimos años:

  • Los guaraní-kaiowá tienen uno de los índices de suicidio indígena más altos del mundo.
  • Más de 100 líderes indígenas han sido asesinados en Mato Grosso do Sul en las últimas dos décadas.
  • Sus territorios ancestrales llevan siglos siendo reducidos por la agroindustria, que avanza con maquinaria, pesticidas y violencia.
  • La demarcación de tierras sigue paralizada o revertida por intereses económicos que se imponen sobre el derecho, la vida y la justicia.

La comunidad internacional, que parece movilizarse por cualquier titular llamativo, ha permitido la continuidad de este genocidio encubierto, disfrazado de conflicto agrario, pero que es en realidad un proyecto de exterminio cultural y físico.

El contraste obsceno: la COP30 y la exclusión de quienes protegen el planeta

Mientras los representantes de los pueblos indígenas estaban bloqueados en la entrada de la zona azul, la élite climática se felicitaba por los avances diplomáticos y se preparaba para cenas de gala. Los guardianes de la naturaleza, los mismos que mantienen los bosques vivos, los ríos limpios y la biodiversidad ancestral, fueron excluidos de una conferencia que, irónicamente, dice trabajar por la protección del planeta.

La organización Survival International denunció el asesinato. Pero ninguna gran cabecera nacional lo reconoció. Ningún aviso interrumpió su programación. Ningún político en la COP dedicó un minuto de su discurso a Vicente Fernández Vilhalva. La vida indígena, una vez más, no cotiza en el mercado de la atención mundial.

Imagen Aty Guasu/ Survival International. Vicente Fernández, líder indígena asesinado.

Llevo años denunciando el gran circo de las COP. Miles de funcionarios que viajan, disfrutan del viaje, se toman fotos, pronuncian discursos, vuelven a casa… y no cambia absolutamente nada. Ni el clima. Ni la justicia. Ni la protección de la vida. Lo ocurrido este 16 de noviembre lo confirma trágicamente: Las COP no están hechas para proteger la vida. Están hechos para proteger la apariencia.

Mientras se habla de neutralidad climática a 2050, mientras se negocian párrafos que no comprometan a los grandes contaminantes, un pueblo originario en Brasil pierde a otro de sus líderes por defender lo que el mundo dice querer salvar: la tierra, el agua, la selva, la vida.

La voz guaraní-kaiowá

“Ya no aceptamos que nos traten como invasores en nuestro propio territorio”, declaró la organización indígena Aty Guasu en un comunicado. Es una frase que debería estremecer a cualquier líder político que presuma defensor de los derechos humanos. Pero no lo hace. Porque para el poder, los pueblos originarios siguen siendo invisibles, incómodos, prescindibles. Su sufrimiento no interrumpe las conferencias. No hay temas de tendencia de género. No altere la agenda diplomática.

 La responsabilidad internacional

Lo que ocurrió en Pyelito Kue no es un crimen local. Es un fracaso global. Los pueblos indígenas son los mejores protectores del bosque: está demostrado que las áreas bajo su gestión presentan las tasas más bajas de deforestación. Aun así, se les niega la voz, la tierra y la vida. En muchos otros países el destino de los pueblos originarios es el mismo: desprecio y genocidio lento a base de robarles sus tierras, no tener acceso al agua potable ni tampoco a la sanidad, con escuelas precarias intentando borrar su cultura y sus lenguas.

La muerte de Vicente Fernandes Vilhalva es un símbolo doloroso de:

  • la hipocresía climática,
  • la corrupción política,
  • la indiferencia mediática,
  • la impunidad histórica,
  • el abandono de los pueblos originarios.

Los guaraní-kaiowá seguirán luchando por su Tekoha Guasu, su territorio ancestral.
Lo harán desarmados, desprotegidos, criminalizados. Pero lo haré. Y nosotros, quienes creemos en la justicia, la dignidad y la vida, tenemos la obligación de romper este silencio cómplice. Porque mientras la COP30 celebra avances diplomáticos, un pueblo entero está de luto. Y mientras el mundo aplaude, un crimen más se hunde en la garganta de la humanidad, sin que nadie reconozca que algo esencial está muriendo con cada líder indígena asesinado.

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